Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Quinta parte
La «Nueva Normalidad»
En Gran Bretaña, el país capitalista donde la idea de la democracia parlamentaria burguesa ha hundido sus raíces más profundas en la psique popular, el escándalo de los gastos de los parlamentarios ha dado lugar a un amplio cuestionamiento de la política organizada y sus instituciones. En los EEUU hay una ira creciente contra los banqueros y Wall Street, acompañada de un deseo profundo de cambio.
En Grecia, donde se está desarrollando una situación semi-insurreccional, el ambiente de descontento popular ha salido a las calles. Sin embargo, la situación actual tiene sus raíces en el conjunto del período anterior. En la mayoría de los países de Europa Occidental, la clase trabajadora ha experimentado casi cinco décadas de relativa mejora en los niveles de vida. La idea de que todos los problemas pueden ser resueltos por las reformas se encuentra profundamente arraigada en la población, ya que se corresponde con la experiencia pasada.
Es cierto que la masa de los trabajadores de Europa y Estados Unidos aún no han comprendido la gravedad real de la situación. Confían en que la crisis sólo sea temporal, y que después de un tiempo las cosas volverán a la normalidad. Naturalmente, los líderes reformistas (tanto políticos como sindicales) lucharán con todas sus fuerzas para reforzar esta idea. Pero es una idea profundamente equivocada.
Un comentarista burgués con visión de futuro, Martin Gilles, estratega principal de inversiones del WestLB, ha dicho que podemos esperar volver a la normalidad, pero que será una «nueva normalidad«. Esta expresión interesante contiene una profunda verdad sobre la naturaleza del nuevo periodo en el que estamos entrando. Según el economista principal del WestLB, Holger Fahrinkrug, el crecimiento económico mundial se espera que sea sólo un 3% este año, y el crecimiento económico medio en los países industrializados no será más de 1,6%.
«Sin embargo, el WestLB no espera ver una recuperación sostenible con fuertes gastos de capital y aumentos significativos en el empleo. Por el contrario, el empleo inicialmente caerá aún más». (Informe del WestLB, 26 de noviembre de 2009.)
Estas previsiones se realizaron antes del inicio de la crisis griega. En realidad, el panorama es aún peor, pero lo más importante a destacar es que los estrategas más serios del Capital han concluido que no hay posibilidad de volver a los «buenos viejos tiempos» en un futuro inmediato. El informe continúa:
«En los próximos años, la economía de EEUU mostrará un crecimiento mucho más débil de lo que es habitual tras una recesión. Será fundamental que el país supere su extrema dependencia del consumo y desarrolle un modelo nuevo y viable de crecimiento. Las repercusiones de la crisis financiera sobre la economía real es probable que esté con nosotros durante algún tiempo y que pese sobre las finanzas públicas, el consumo privado y la actividad inversionista».
Esta es la realidad de la crisis del capitalismo. Se trata de un largo período de bajo crecimiento, alto desempleo y constantes ataques al consumo. Lo que se necesita es un cambio de raíz en la sociedad, y, por lo tanto, un cambio de raíz en las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera.
¿Y ahora qué?
Ha habido períodos de auge capitalista, cuando la burguesía fue capaz de hacer concesiones a algunos sectores de la clase obrera. Ese fue el caso en el período anterior a la Primera Guerra Mundial y el de 1945 a 1973. Pero el periodo en el que hemos entrado tiene un carácter totalmente diferente. Se verá una disminución a largo plazo en el nivel de vida de poblaciones enteras. Este hecho no ha sido entendido todavía por la mayoría de la clase obrera, pero, sobre la base de los acontecimientos, esto quedará grabado en la conciencia de millones. Tendrá un efecto profundo en la lucha de clases en todas partes.
Los burgueses de todos los países europeos está siguiendo el mismo camino, un camino dictado no por el capricho de cada gobierno o los políticos, sino por la gravedad de la crisis económica. Como regla general, condiciones similares tienden a producir resultados similares. El período en el que estamos entrando será mucho más similar a las décadas de 1970 y 1930 que a los últimos treinta años.
La situación actual es compleja y contradictoria, pero esto es sólo una manera de expresar el carácter transitorio del periodo, que contiene elementos del pasado, que están luchando con los elementos del nuevo período. Las viejas ideas y prejuicios no se eliminarán fácilmente. Están tenazmente y profundamente arraigados en la psicología de las masas. Serán necesarios grandes acontecimientos para sacudir a las masas hasta el punto en que estén dispuestas a romper con las viejas ideas y adoptar otras nuevas.
Uno podría argumentar que la conciencia de las masas y de las organizaciones de masas van muy rezagadas en relación a la situación objetiva, y esto es correcto hasta cierto punto, pero no es suficiente. La conciencia de todas las clases está condicionado por el período anterior. Marx explicó:
«Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». (El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte)
Los trabajadores de Europa necesitarán tiempo para sacudirse las viejas costumbres y la psicología modeladas por el período pasado. Durante más de medio siglo los trabajadores de Europa se han acostumbrado al crecimiento económico, al pleno empleo y a la mejora constante del nivel de vida. La idea de que «hoy estamos mejor que ayer, pero peor que mañana» cristalizó poco a poco en sus mentes. Gradualmente, sobre la base de un largo período de crecimiento económico, los niveles de vida mejoraron y la lucha de clases fue silenciada. Los malos viejos tiempos de la década de 1930 parecían un mal sueño. Esta fue la base material sobre la que el reformismo se fortaleció.
Ahora todo esto ha llegado a su límite. El capitalismo se enfrenta a la crisis más grave de los últimos 70 años –posiblemente la más grave de toda su historia–. Pero después de un largo período en que la lucha de clases ha sido algo menos intensa en muchos países, la clase obrera, como un atleta después de un largo período de inactividad, requiere un período de «ejercicios de calentamiento», antes de emprender actividades más intensas y serias.
«Unidad nacional»
No hay consigna política más falsa, hueca, engañosa y reaccionaria que la consigna de unidad nacional. Pero esa es la consigna en el orden del día en todas las crisis del capitalismo. «¡Todos debemos aunar esfuerzos por el Interés Nacional!» Este es el lema de lucha de todos los partidos burgueses y reaccionarios. Desean utilizar la idea de unidad nacional con el fin de convencer a los trabajadores que deben aceptar el sacrificio y la austeridad para «salvar la nación», mientras los ricos siguen llenándose los bolsillos.
En Gran Bretaña, los conservadores y los liberales se unen en un gobierno de coalición en nombre del interés nacional. Los dirigentes sindicales en todas partes tratan de contener a los trabajadores sobre las mismas bases. A esto, nosotros contestamos: la unidad de la que estáis hablando es la unidad del caballo y su jinete. Este último se sienta en su espalda, clava las espuelas y le grita: ¡adelante! Pero cuando el jinete es demasiado pesado y las espuelas se clavan demasiado profundamente, un brioso caballo se encabritará y tirará al jinete al suelo.
Alguna gente de la izquierda ha argumentado que es necesario apoyar el «plan de solidaridad» como un mal menor. Este argumento es tan falso como peligroso. El peor aspecto de la situación actual es que las duras medidas adoptadas resultará inútiles en la práctica. Todos los recortes introducidos por Papandreou, Zapatero y otros no solucionará la crisis. Por el contrario, al reducir el gasto público, los recortes reducirán la demanda y profundizarán la crisis. Europa entrará en una espiral descendente que no tendrá fin.
En Grecia, como en España, la derechista Nueva Democracia se ha opuesto a las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno del PASOK en aras de la popularidad electoral. Pero, en realidad, no tienen otra cosa que ofrecer. El único camino abierto a la burguesía es atacar el nivel de vida de los trabajadores y la clase media. No es una cuestión de capricho personal de tal o cual político o gobierno. Es una cuestión de vida o muerte para el capitalismo. Es por eso que todos los gobiernos de Europa, ya sean «centro-izquierda» o «centro-derecha», están llevando a cabo más o menos las mismas políticas.
La burguesía dice a los trabajadores griegos que tienen que aceptar recortes salariales y trabajar más duro para competir con los trabajadores alemanes. Les dicen a los obreros alemanes que tienen que aceptar recortes salariales y trabajar más duro par competir con los franceses y británicos, y así sucesivamente. Al final, si los trabajadores reciben menos, los banqueros y los capitalistas obtendrán más ganancias. Ese es el tipo de «solidaridad» del que estamos hablando aquí. Es la «solidaridad» entre los explotadores y los explotados.
Los sindicatos
La crisis del capitalismo pone en peligro los puestos de trabajo, las condiciones y los medios de subsistencia de millones de trabajadores en cada país y continente. En el pasado, puede que haya sido posible obtener concesiones sin luchar. En un momento en que las carteras de pedidos estaban llenos y los empresarios estaban obteniendo pingües beneficios, podrían haber estado dispuestos a hacer concesiones en aras de la paz. En tales condiciones, los dirigentes de los sindicatos tenían una vida fácil. Se extendió la idea del llamado Nuevo Realismo: es decir, de colaboración de clases y la supuesta identidad de intereses del Trabajo asalariado y el Capital.
Ahora todo eso ha quedado relegado al basurero de la historia. En condiciones de crisis capitalista no hay más remedio que luchar, no sólo para obtener concesiones, sino incluso para preservar los logros del pasado.
Todos los intentos de los dirigentes sindicales para llegar a un acuerdo con la burguesía en estas circunstancias están condenados al fracaso, por la sencilla razón de que los capitalistas no tienen nada que ofrecerles. No hay salida sobre bases capitalistas. Bajo la dictadura de los grandes bancos y monopolios, no hay salida para los trabajadores de Europa, excepto un futuro de constante disminución del nivel de vida y una mayor explotación.
El período que ahora se abre ante la clase obrera europea se parecerá mucho más a la década de 1930 que a la de 1990. Será un período tormentoso y de tensión sin paralelo en la historia. Habrá cambios violentos de la opinión pública hacia la izquierda y la derecha. Bajo los golpes de los acontecimientos la conciencia de las masas se transformará. Las organizaciones de masas, comenzando con los sindicatos, se sacudirán de arriba abajo.
La gravedad de la crisis está obligando a la burguesía a adoptar una actitud intransigente en relación con los sindicatos. Los jefes tienen la estrategia de enfrentarse a algunos de sus sectores más militantes con el fin de derrotarles y enviar un mensaje al resto de la clase. También están aprovechando la recesión para ir a la ofensiva. La vieja relación amistosa con los dirigentes sindicales ya no es posible.
La huelga de recogida de basura en Dinamarca fue muy militante, a pesar de que tuvo lugar en medio de un colapso general de la actividad huelguística en el país. La intención era enfrentarse a estos trabajadores utilizando cualquier medio posible para destruirles y luego seguir adelante. Esto es similar a la lucha de los electricistas mexicanos. La lucha atrajo la atención de todo el movimiento obrero. Las huelgas de los trabajadores de correos en el Reino Unido tenían un aspecto similar. La patronal parecía dispuesta a enfrentarse a los trabajadores, aprovechando el estado de ánimo general y hacer un ejemplo de ellos. En esa ocasión, los dirigentes sindicales encontraron una excusa y dieron marcha atrás, pero el problema sigue existiendo.
Es natural que, en condiciones de crisis, se dé un fermento en los sindicatos y que se abran divisiones entre las diferentes capas de la burocracia sindical. Uno podría decir que esto es sólo una lucha entre burócratas rivales, y en cierto sentido eso es verdad. Pero es una visión superficial que no tiene en cuenta el hecho de que estas luchas dentro de la burocracia son un reflejo de las intensas presiones que se están acumulando bajo la superficie.
Crisis del reformismo
Toda la historia demuestra que cuando la masa de la clase va a la acción, siempre se expresa en un primer momento a través de las organizaciones de masas existentes, independientemente de cuán de derechas, burocráticos y reaccionarios sean sus líderes. Hemos visto esto muchas veces en la historia del los últimos 100 años.
La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Durante los largos años de auge capitalista que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los reformistas fueron capaces de conceder reformas. Pero en el último período, los gobiernos socialdemócratas han estado llevando a cabo una política de contrarreformas, socavando y destruyendo las reformas del pasado. Ahora, con la crisis del capitalismo mundial, las políticas del reformismo se revelan en bancarrota en el sentido más literal de la palabra.
Los dirigentes reformistas (incluidos los ex-estalinistas) por lo general se limitan a la actividad parlamentaria o electoral. En la enrarecida atmósfera del parlamento, se divorcian de las vidas y las condiciones de las masas y pierden cualquier idea revolucionaria que pueden haber tenido alguna vez. Aprenden a ser «respetables» y «estadistas». Esto es, aprenden a tomar sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a cabo el trabajo sucio de los banqueros y los capitalistas. Este es particularmente el caso en una crisis. Les falta tiempo para defender el sistema.
En realidad, los burgueses y los políticos reformistas están atrapados. Han agotado los viejos trucos del pasado. Las políticas del monetarismo y la economía del libre mercado ilimitado les han llevado a un laberinto. Las politicas de capitalismo de «dejar hacer» («neo-liberalismo») han colapsado. El intento de volver a las viejas y desacreditadas políticas Keynesianas sólo empeorará las cosas. Una combinación de ambas llevará al peor de todos los mundos. Todas las viejas recetas han fallado.
La burguesía europea intentó conseguir unos presupuestos equilibrados a través del Tratado de Maastrich, pero ahora esta idea ha sido arrojada por la ventana. La deuda pública se ha disparado. Esto es un síntoma de desesperación. Los niveles sin precedentes de endeudamiento público no conseguirán sacar a España o a cualquier otro país de la crisis, pero supondrán un largo período de austeridad y ataques a los niveles de vida.
El objetivo es resolver la crisis del capitalismo rebajando los niveles de vida de la clase obrera y ponerla a merced del Capital. Pero esto no funcionará. La burguesía se enfrentará a una explosión de la lucha de clases. El periodo en el que nos encontramos verá movimientos que involucran a millones. En el curso de estas luchas, las organizaciones de masas estarán bajo una intensa presión por parte de la burguesía y de la clase obrera. Esto resultará inevitablemente en una serie de crisis internas y escisiones. La formación de Die Linke en Alemania ya era una anticipación de un proceso que tendrá lugar en un país tras otro de Europa.
El sectarismo – un callejón sin salida
Todos los intentos de las sectas de construir «partidos revolucionarios» fantasmas fuera de las organizaciones de masas existentes están condenados a un fracaso ignominioso. Así se puso de manifiesto gráficamente en las recientes elecciones británicas, que indican un colapso total de los votos de los grupos sectarios aunque las condiciones para su éxito fueran aparentemente ideales.
En Grecia, país que se está moviendo rápidamente hacia una situación pre-revolucionaria, las masas han sido movilizadas a través de los sindicatos. Las mayores confederaciones tienen vínculos con el gobernante Partido Socialista, Pasok, mientras una minoría se inclina hacia el Partido Comunista de Grecia (KKE).
En la periferia del movimiento jóvenes frustrados lanzan piedras y cócteles molotov y atacan la propiedad. Como de costumbre, elementos anarquistas se aprovechan de esto para extender la confusión. La frustración de la juventud es comprensible, pero esos pequeños actos de violencia no llevan a ningún sitio. Hay peligros en esta situación. Si las organizaciones obreras no dan una dirección al movimiento, éste puede desembocar en terrorismo, que a su vez puede ser fácilmente manipulado por la fuerzas de seguridad del Estado e infiltrado por provocadores.
La impaciencia y la frustración son siempre malas consejeras. No podemos ir muy por delante de la clase obrera, debemos pasar por las experiencias pacientemente con ellos. Nuestra tarea es penetrar en las organizaciones de masas, las cuales serán sacudidas hasta los cimientos por la crisis. En cierta etapa la aparición de corrientes de izquierdas y centristas de masas es inevitable. Debemos establecer relacciones amistosas con esas corrientes y ayudarles a superar sus limitaciones, confusiones y vacilaciones, y ganarles para la política y programa del marxismo.
La consigna de la huelga general
En más de un país la idea de la huelga general está empezando a ocupar un papel central. Incluso se ha hablado de una huelga o día de acción en toda Europa. Pero lo que se ha propuesto no es una huelga general indefinida, sino una limitada de 24 horas o menos. Una huelga indefinida puede plantear la cuestión del poder, pero una huelga general de un día es una demostración de fuerza. Puede jugar un papel importante como medio de movilización de los trabajadores (incluso la de un día) y, si tiene éxito, puede ser un paso hacia delante para dar a los trabajadores una sensación de su poder, incrementando la militancia y aumentando la conciencia.
Sin embargo, también debemos entender que en muchas ocasiones los dirigentes sindicales han utilizado las huelgas generales de un día como válvula de seguridad –un método conveniente de expulsar vapor–. En Italia, en el pasado, los burócratas sindicales convocaron muchas huelgas generales de un día, de cuatro horas, de una hora, etc., con el fin de encauzar la combatividad de la base y desgastar a los trabajadores. En España, Grecia y Francia los líderes sindicales también han convocado huelgas generales, que permitieron a los trabajadores expresar su ira por unas pocas horas en las calles y después regresaron simplemente a «la situación de siempre».
Naturalmente, los marxistas agitan en favor de la huelga general como medio para movilizar al máximo número de trabajadores en lucha. Particularmente cuando no ha habido una huelga general en un periodo largo de tiempo, puede servir para dar a los trabajadores una sensación de poder y elevar su espíritu de lucha. Los marxistas harán uso de tales acciones para elevar la conciencia de clase y extender nuestra influencia y autoridad entre los trabajadores, empezando por los elementos más avanzados.
Sin embargo, nosotros no hacemos un fetiche de la idea de las huelgas generales, o las presentamos como una panacea. Esas tácticas sólo servirían para maleducar y confundir a los trabajadores más avanzados y a nuestros propios camaradas, especialmente los jóvenes. Cuando una huelga general de 24 horas ha tenido lugar se plantea la pregunta, ¿y ahora qué? ¿convocamos otra huelga general de 24 horas? ¿o un paro de dos días? Bajo ciertas condiciones, los capitalistas pueden hacer concesiones por la presión, pero incluso entonces, más tarde tomarán de vuelta con la mano derecha lo que dieron con la izquierda. Los incrementos salariales serán anulados por la inflacción, etc.
Además, en la situación actual, los capitalistas no están en condiciones de hacer concesiones serias y duraderas. Esta situación les obliga, bajo amenaza de extinción, a liquidar las concesiones que han hecho en los últimos 50 años. En tales circunstancias, la idea de que los trabajadores pueden «forzar» a los capitalistas en otra dirección mediante la presión de las masas es un espejismo. En esencia, solamente es una repetición de los viejos argumentos de los anarcosindicalistas antes de 1914, que miraban a la huelga general con el mismo tipo de reverencia con el que los fervientes católicos miran a la Inmaculada Concepción.
Trotsky respondió a esta falsa idea de antemano en un artículo escrito en 1931, cuando España estaba en medio de un movimiento huelguístico amplio. Escribió lo siguiente:
«En realidad, a pesar de las poderosas proporciones tomadas por la lucha, los factores subjetivos de la revolución –partido, organización de las masas, consignas– se hallan extraordinariamente retrasados con respecto a los objetivos del movimiento, y en este atraso consiste hoy el principal peligro».
«El desarrollo semiespontáneo de las huelgas, determinantes de sacrificios y derrotas, o que terminan en nada, constituye una etapa completamente inevitable de la revolución, un periodo de despertar de las masas, de su movilización y de su entrada en lucha. No hay que olvidar que en el movimiento toma parte no sólo la ‘élite’ de los obreros, sino toda su masa. Van a la huelga los obreros de las fábricas, pero asimismo los artesanos, los chóferes y panaderos, los obreros de la construcción y, finalmente, los jornaleros agrícolas. Los veteranos ejercitan sus músculos, los nuevos reclutas aprenden. A través de estas huelgas la clase empieza a sentirse clase».
«Sin embargo, lo que en la etapa actual constituye la fuerza del movimiento –su carácter espontáneo– puede convertirse mañana en su debilidad. Admitir que el movimiento siga en lo sucesivo librado a sí mismo, sin un programa claro, sin una dirección propia, significaría admitir una perspectiva sin esperanzas. No hay que olvidar que se trata nada menos que de la conquista del poder. Aun las huelgas más turbulentas, y con tanto mayor motivo esporádicas, no pueden resolver este problema«. (Leon Trotsky, La revolución española, enero de 1931. El énfasis es nuestro.)
La profundidad de la crisis actual pone en el orden del día una transformación fundamental de la sociedad. Medidas a medias no son útiles, y en el mejor de los casos, sólo pueden tener un efecto temporal. Pero, como Largo Caballero señaló en una ocasión, no se puede curar el cáncer con una aspirina, problemas drásticos requieren soluciones drásticas.
Es necesario un programa de transición
El nexo entre la crisis económica y la lucha de clases no es automático, como algunos sectarios ultraizquierdistas creen, sino dialéctico y contradictorio. Al principio las masas están en estado de choque, no pueden creer que la crisis sea tan grave. Seguro que si tomamos las medidas necesarias, aceptamos una reducción temporal del nivel de vida, ¿acaso no terminará todo bien?
Pero el tiempo pasa, y la crisis, lejos de resolverse, se vuelve cada vez más profunda, amenazando con destruir toda la estabilidad social. Las reformas y concesiones conquistadas durante más de medio siglo están bajo amenaza, y con ellas las condiciones semi-civilizadas de vida. Las masas corren el peligro de una destrucción sistemática de sus vidas. La clase media está en peligro de ruina. La sociedad está en peligro de desintegración y barbarie.
Bajo tales condiciones, el conservadurisno innato de los humanos es sacudido hasta los cimientos. La gente se ve obligada a reconsiderar sus creencias más apreciadas y sus dogmas más profundos y arraigados. Incluso las capas tradicionalmente más inertes y «apolíticas» comienzan a entrar en acción. Las cosas se empiezan a volver en su contrario.
Como Trotsky señalaba en la cita anterior, la única solución real para los problemas a los que se enfrenta la clase obrera es que el proletariado tome el poder en sus propias manos. Pero esta idea todavía no ha sido comprendida ni siquiera por los obreros más avanzados, no hablemos ya de la masa despolitizada de trabajadores. Serán necesarios grandes acontecimientos para convencerles de la necesidad de un cambio radical. Pero los acontecimientos ya están produciendo un choque tras otro. En el próximo periodo, la conciencia existente será sacudida hasta los cimientos, preparando el camino para una transformación revolucionaria.
Para ayudar a este desarrollo, es necesario elaborar un programa de consignas que nos permita pasar de A a B, partiendo de las condiciones y conciencia existentes. Lo que es necesario es un plan de acción serio. Este debe insistir en la idea central de la expropiación de los grandes bancos y monopolios, bajo control obrero, para un plan socialista de producción.
Ya vemos los comienzos del desarrollo de un ambiente anticapitalista, especialmente entre la juventud. En un tiempo en el que los gobiernos están pidiendo sacrificios a la gente mientras vierten dinero público en los bancos, estos están obteniendo grandes beneficios y los pluses a los banqueros han vuelto a alcanzar niveles récord. Mucha gente, por lo tanto, se está cuestionando el papel que han jugado los banqueros en esta crisis.
Lo que se necesita es una política socialista, una política de lucha para defender el empleo y las condiciones de vida. ¡Ni un sólo céntimo para los banqueros y los capitalistas! ¡Que los patrones paquen por su crisis! ¡Exigimos condiciones de vida y salarios dignos! Si los patrones no pueden garantizar estas cosas, ¡al infierno con ellos y su sistema! ¡Por la expropiación de los bancos y grandes monopolios bajo control y gestión de los trabajadores! ¡No a la Europa de los grandes bancos y los monopolios! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!
Los inicios de la revolución europea
Lo que vemos desplegándose ante nosotros no es la revolución griega, española o italiana, sino los primeras etapas de la revolución europea, que es un eslabón vital en la cadena de la revolución mundial. El sistema capitalista está en crisis en todas partes, es una crisis mundial del capitalismo. Es un proceso único e indisoluble, donde la turbulencia en una parte del mundo se comunica a su vez rápidamente a cualquier otra parte.
Lenin dijo una vez que la política es economía concentrada. La crisis económica al final se reflejará en las mentes de millones de hombres y mujeres, que verán que sus vidas se han vuelto patas arriba. Las viejas rutinas son violentamente alteradas, las viejas ideas y prejuicios desafiados a cada paso, las viejas instituciones sacudidas hasta los cimientos. Estas turbulencias universales pueden durar años, con cambios repentinos a la izquierda y a la derecha.
Las palabras de Leon Trotsky nunca han sido más pertinentes: «La situación política mundial en su conjunto se caracteriza principalmente por una crisis histórica de la dirección del proletariado».
En el pasado una situación prerrevolucionaria no duraría mucho tiempo. Sería rápidamente resuelta, bien por la victoria de la revolución o de la contrarrevolución. Pero ahora las cosas son diferentes. Por un lado, la burguesía no puede girar inmediatamente hacia la reacción. Por otro lado, la clase obrera esta siendo frenada por sus líderes.
Trotsky escribió en 1938:
«La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situación pre-revolucionaria de la sociedad. El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía».
«En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocrático, conservador de su propia dirección». (El programa de transición.)
¡Estas líneas podrían haber sido escritas ayer! Pero el poder del aparato burocrático no es absoluto. Las organizaciones de masas están sujetas a las presiones de la sociedad. Los trabajadores volverán repetidamente a las viejas organizaciones tradicionales, por la simple razón de que no hay alternativa. Las pondrán en periodo de examen y nuevamente irán desprendiendo una capa tras otra de la vieja dirección. Este inevitable proceso de aprendizaje mediante aproximaciones sucesivas se expresará mediante el ascenso y la caída de líderes y corrientes.
Las ideas que defendemos no representan la conciencia actual de las masas, que tienen sus raíces en un pasado que ya se ha convertido en historia. Nuestras ideas son un fiel reflejo del presente y del futuro. Bajo el martillo de los acontecimientos, las masas aprenderán a distinguir entre lo que es verdadadero y lo que es falso. Habrá una serie de crisis y divisiones, de las que surgirá en última instancia una genuina tendencia revolucionaria de masas.
Los marxistas, quienes aspiran al liderazgo de la clase obrera, no tendrán escasez de posibilidades en el próximo periodo. Pero debemos asegurarnos de que en el periodo en el que hemos entrado, un periodo de guerra, revolución y contrarrevolución, construimos las fuerzas del marxismo. Debemos encontrar el camino hacia los trabajadores y la juventud, ganar nuevos partidarios, educar a los cuadros y juntar las fuerzas necesarias para construir una genuina Internacional Marxista de masas. No hay atajos, no hay otra manera.
Londres, 9 de Junio de 2010
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