Una alternativa marxista a la crisis global del capitalismo (3ª parte)

¡Que la crisis la paguen los ricos!
Manifiesto de la Corriente Marxista Internacional

Socialismo internacional

Otro mundo es posible: el socialismo

Algunas personas equivocadamente dicen que el problema radica en los avances de la ciencia. Creen que seríamos más felices agachados en una casa de barro trabajando deslomados desde el amanecer hasta el anochecer en los campos. Esto es una sandez. La manera de conseguir la verdadera libertad para desarrollar el potencial de hombres y mujeres hasta su plenitud está precisamente en el máximo desarrollo de la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología.

El problema es que estos instrumentos poderosos del progreso humano están en manos de individuos que los subordinan a la ganancia, distorsionando su propósito, limitando su aplicación y retrasando su desarrollo. Está claro que la ciencia habría descubierto hace mucho tiempo ya una cura contra el cáncer o encontrado una alternativa limpia y barata a los combustibles fósiles si no estuviese encadenada al carro de la ganancia.

La ciencia y la tecnología sólo podrán materializar su tremendo potencial cuando se libere del abrazo sofocante de la economía de mercado y se ponga al servicio de la humanidad en un sistema de producción democrático y racional, en el que primen las necesidades de la sociedad  y no las ganancias. Esto nos permitiría reducir las horas de trabajo al mínimo, liberando así a hombres y mujeres de las largas jornadas de esclavitud en el trabajo y permitirles desarrollar el potencial físico, intelectual o espiritual que puedan tener. Este es el salto de la humanidad «del reino de la necesidad al reino de la libertad».

Después de la caída de la Unión Soviética los defensores del viejo orden estaban exultantes. Hablaban del fin del socialismo e incluso del final de la historia. Nos prometieron una nueva era de paz, prosperidad y democracia, gracias a los milagros de la economía de libre mercado. Ahora, sólo quince años después, estos sueños se han reducido a un montón de cenizas. No queda piedra sobre piedra de estas ilusiones. Los problemas serios requieren medidas serias. ¡No es posible curar el cáncer con una aspirina! Lo que hace falta es un cambio real de la sociedad. El problema fundamental es el propio sistema. Aquellos expertos económicos que afirmaban que Marx no tenía razón y que las crisis capitalistas eran aguas pasadas (el «nuevo paradigma económico») han demostrado estar equivocados.

El último boom económico tuvo todas las características del ciclo económico descrito por Marx hace mucho tiempo. El proceso de la concentración de capital ha alcanzado niveles asombrosos. Hubo una orgía de fusiones y un aumento de la monopolización, alcanzando proporciones inimaginables. Este proceso no llevó como en el pasado al desarrollo de las fuerzas productivas. Cerraron fábricas como si fueran cajas de fósforos y miles de personas se quedaron sin empleo. Ahora este proceso se acelerará, a medida que el número de bancarrotas y cierres aumente según pasan los días.

¿Cuál es el significado de todo esto? Estamos presenciado la dolorosa agonía de un sistema social que no merece vivir, pero que se niega a morir. Eso no es sorprendente. Toda la historia nos demuestra que ninguna clase dominante renuncia a su poder y privilegios sin luchar. Esa es la explicación real de las guerras, el terrorismo, la violencia y la muerte que son las características de la época en la que vivimos. Pero también presenciamos los dolores de parto de una nueva sociedad, una sociedad justa, un mundo adecuado para que vivan hombres y mujeres. A través de estos acontecimientos sangrientos, en un país tras otro, está naciendo una nueva fuerza, la fuerza revolucionaria de los trabajadores, campesinos y jóvenes.

George Bush está borracho de poder e imagina que su poder no tiene límites. Desgraciadamente, hay algunos en la izquierda que creen lo mismo. Pero están equivocados. Una oleada revolucionaria recorre América Latina. La revolución venezolana fue un terremoto que provocó ondas sísmicas en todo el continente. El movimiento de las masas en América Latina es la respuesta final a todos los que dicen que la revolución ya no es posible. No sólo es posible, sino absolutamente necesaria, si se quiere evitar un desastre para el mundo en un futuro próximo.

Millones de personas comienzan a reaccionar. Las masivas manifestaciones contra la guerra de Iraq sacaron a millones de personas a las calles. Esa fue una señal del inicio de un despertar. Pero el movimiento carecía de un programa coherente para cambiar la sociedad. Se acabó el tiempo para los cínicos y escépticos. Es el momento de empujarlos a un costado y luchar. La nueva generación está dispuesta a luchar por su emancipación. Busca una bandera, una idea y un programa que pueda inspirarla y dirigirla hacia la victoria. Eso sólo puede ser la lucha por el socialismo a escala mundial. La elección que tiene ante sí la raza humana es socialismo o barbarie.

¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!

El potencial productivo de Europa es tremendo. Con una población de 497 millones y una renta per cápita de 32.300 dólares, es una fuerza formidable que podría desafiar potencialmente a los poderosos Estados Unidos. Pero este potencial nunca se materializará bajo el capitalismo. Todos los intentos de avanzar en la unificación de Europa han chocado contra la roca de los intereses nacionales enfrentados. El inicio de la recesión servirá para profundizar estas divisiones y poner un signo de interrogación sobre el futuro de la misma Unión Europea (UE).

La formación de la Unión Europea fue una admisión tácita del hecho de que es imposible resolver los problemas de la economía dentro de los límites estrechos del mercado nacional. Pero sobre bases capitalistas la unidad de Europa no se conseguirá jamás. En una crisis afloran las contradicciones entre los capitalistas de los distintos Estados nacionales. La crisis actual ha sacado a la luz las fisuras ocultas y demostrado el sinsentido que representa toda la demagogia sobre la unidad europea. A pesar de las afirmaciones de Sarkozy, las relaciones entre los líderes europeos son muy tensas, por no hablar de las relaciones entre los líderes de Francia y Alemania, los dos países clave de la UE.

La declaración unilateral del gobierno alemán de «garantizar» el billón de euros de los depósitos bancarios privados de ese país tomó desprevenidos a los demás gobiernos de la UE y representó una cachetada a la promesa de cooperación europea alcanzada previamente en la mini-cumbre de París a la que asistieron los líderes de Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia. La acción alemana representaba la amenaza de sacar los ahorros de los bancos en otros países para llevarlos a los bancos alemanes. Los otros países estaban furiosos. ¿Pero cuál es la diferencia entre esto y la declaración del gobierno irlandés de garantizar todos los depósitos de sus seis principales bancos durante dos años? ¿O la promesa frecuente del gobierno británico de que adoptaría «todas las medidas posibles» para proteger a los ahorradores? ¿O la promesa de Sarkozy de que los ahorradores privados franceses no perderían ni «un solo euro»?

Esta acción demostró la hipocresía de la Comisión Europea, que considera un desafío la medida irlandesa pero más tarde no dice nada de la «promesa» de Berlín. ¿Cuál es la diferencia entre Irlanda y Alemania? Sólo que Irlanda es un país pequeño y Alemania grande, además de controlar los hilos de la UE. Una sucesión de gobiernos de la UE aprobó garantías similares, incluidos Suecia, Dinamarca, Austria y Portugal, para evitar que los ahorradores huyeran a los bancos alemanes (o irlandeses).

En realidad, cada gobierno nacional intenta poner en primer lugar sus propios intereses. Las suspicacias mutuas de los gobiernos de la UE salen a la superficie tan pronto como se han enfrentado a una crisis. Cada gobierno debe luchar para afrontar el pánico que se extiende desde el otro lado del Atlántico mediante instituciones financieras europeas. Washington, con un gobierno y un sistema político, tiene dificultades para hacer frente a la crisis global de crédito. La UE tiene una moneda única y un solo mercado pero tiene 27 gobiernos, sin un sistema global de supervisión bancaria o gobierno económico.

Es imposible unir economías que empujan en direcciones diferentes y los gobiernos europeos están pagando el precio de crear una moneda única sin las instituciones o el sistema regulador capaz de manejar una economía única. En el próximo período aparecerán, inevitablemente, tendencias proteccionistas. Los intentos de los gobiernos individuales de atraer miles de millones de euros de ahorros de otros países son un anticipo de la política de «fastidiar al vecino» que podemos esperar según se profundice la crisis.

Sylvester Eijffinger, de la Universidad de Tilburg, asesor monetario del Parlamento Europeo, dijo lo siguiente: «Esto es una llamada de atención. Primero tuvimos integración económica, después tuvimos integración monetaria. Pero nunca desarrollamos una integración política y reguladora paralela que nos permitiera afrontar una crisis como a la que hoy nos enfrentamos». Son tales las tensiones entre los Estados nacionales que en el próximo período incluso podría ponerse en cuestión la propia existencia del euro. No es inconcebible que la UE pudiera romperse o al menos salir con sus estructuras radicalmente alteradas y que la UE quedase reducida a poco más que una unión aduanera débil.

La UE en realidad es un club capitalista dominado por los bancos y grandes monopolios de los Estados miembros. Los nuevos Estados miembros de Europa del Este son utilizados como una fuente de mano de obra barata, con precios «europeos» y salarios «del Este». Por otro lado, la UE es un bloque imperialista que explota a las antiguas colonias de los países europeos en África, Oriente Medio, Asia y el Caribe. No hay nada progresista en eso. La única forma de conseguir el verdadero potencial de Europa es con el establecimiento de una federación socialista, que integraría las fuerzas productivas de Europa en un plan común. Esto se combinaría con la máxima autonomía para todos los pueblos de Europa, incluidos vascos, catalanes, escoceses, galeses y demás nacionalidades y minorías nacionales y lingüísticas. Pondría las bases para una solución pacífica y democrática del problema nacional en países como Irlanda o Chipre. La federación socialista se formaría estrictamente sobre bases voluntarias con total igualdad para todos los ciudadanos.

Nosotros exigimos:

1)   ¡No a la Europa de los burócratas, bancos y monopolios!

2)   Expropiación de los bancos y monopolios, creación de un plan socialista de producción integrado y democrático.

3)   Fin de toda discriminación contra los inmigrantes, mujeres y jóvenes. ¡A igual trabajo, igual salario!

4)   Desarrollo de vínculos entre los activistas sindicales de Europa y del resto del mundo. ¡Por un frente único de trabajadores combativos contra las grandes transnacionales!

5)   ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!

Europa del Este, Rusia y China

El comienzo de la recesión en Europa occidental está agravando los problemas de las llamadas economías emergentes de Europa del Este, donde los inversores están deshaciendose de sus activos de mayor riesgo huyendo hacia destinos más seguros. Las economías relativamente débiles de Europa del Este pagarán un precio caro por su enredo con la economía capitalista mundial. Ya se esperan caídas bruscas del crecimiento y un aumento de la pobreza en Rusia, Ucrania y Rumania. A pesar del crecimiento económico de algunas zonas de Europa del Este, el crecimiento per cápita del PIB para la región en general se espera que sea cero.

Hungría se prepara para la «realidad de la recesión» y se espera que el PIB se encoja el próximo año, según reconoce el primer ministro Ferenc Gyurcsany. Cuando elaboró el presupuesto para el próximo año, el gobierno esperaba que el PIB creciese un 3 por ciento. Ahora se enfrenta a grandes recortes y al aumento del desempleo. La crisis financiera llega sólo dos años después de que Gyurcsany aumentara los impuestos y redujese los empleos del sector público y las ayudas al consumo de energía para las familias, con la intención de reducir el gran déficit público que tenía respecto a la Unión Europea.

El gobierno húngaro se vio obligado a buscar un préstamo urgente de 5.000 millones de euros del Banco Central Europeo. Sofocado por el abrazo de los banqueros internacionales, Hungría tendrá que reducir el gasto público para intentar rebajar el déficit público. Como siempre, serán los trabajadores y campesinos quienes paguen la factura. El gobierno propone congelamiento salarial, supresión de las bonificaciones a los trabajadores públicos y reducción del déficit presupuestario a un 2,6 por ciento del PIB. Polonia y otros países de Europa del Este están sólo un paso por detrás de Hungría.

Los pueblos de Europa del Este se unieron a la UE con la idea de disfrutar del tipo de nivel de vida que veían en Alemania o Francia. Pero estas ilusiones pronto se comprobó que eran falsas. Una pequeña minoría de la población se enriqueció gracias al saqueo de la propiedad pública a través de las privatizaciones. Pero la mayoría de los polacos, checos, eslovacos y húngaros no han sacado ningún beneficio del regreso al capitalismo. Durante el boom fueron explotados como mano de obra barata en los países más ricos. Ahora Europa del Este se enfrenta a la bancarrota. Y el colapso económico en Europa del Este arrastrará a las economías de Austria y a otros países de la UE muy expuestos en esta región.

En ninguna otra parte de Europa las consecuencias de la restauración capitalista han sido tan serias como en los Balcanes. La ruptura de Yugoslavia fue un acto criminal que ha llevado a una serie de guerras fratricidas, terrorismo, asesinato de masas y genocidio. Esta monstruosa situación ha tenido consecuencias catastróficas para millones de personas que antes disfrutaban de un buen nivel de vida, de paz y pleno empleo. Ahora muchos echan la vista atrás y sienten nostalgia de la vieja Yugoslavia. El capitalismo no les ha traído otra cosa que guerra, miseria y sufrimiento.

La situación a la que se enfrenta Rusia no es mucho mejor. Aquí la contradicción es aún más manifiesta que en Europa del Este. La restauración del capitalismo no ha beneficiado a la aplastante mayoría de los ciudadanos de la ex-Unión Soviética. Ha creado una oligarquía obscenamente rica, que está estrechamente vinculada a los elementos criminales. Pero es una ínfima minoría. Para millones de rusos las dos décadas pasadas sólo han significado miseria, hambre, sufrimiento y humillación. Ha supuesto el colapso de los servicios de salud y de educación, que eran gratuitos para todos los ciudadanos en los tiempos soviéticos, así como el colapso de la cultura, el empobrecimiento general y la desigualdad.

Durante algún tiempo, la gente pensó que lo peor había pasado y que la economía se recuperaba de la profunda recesión que siguió al colapso de la URSS. Pero ahora Rusia se enfrenta a la peor crisis financiera desde el colapso de 1998. La caída del precio del petróleo, un reflejo de la recesión mundial de la demanda, ha empujado la economía a la crisis. El anterior ambiente de optimismo en Moscú se ha evaporado después de las abruptas caídas de la bolsa, que se ha tenido que cerrar debido a la intensa turbulencia. Como el cuento de hadas de la bruja Baba Yaga, el capitalismo ruso es una cabaña construida sobre patas de gallina. La crisis se revela en el reducido volumen de la construcción, el desempleo y las restricciones a abrir nuevas líneas de crédito para empresas privadas.

La crisis ha obligado al gobierno a seguir el camino de Washington y Londres, gastando miles de millones de dólares de dinero público para rescatar empresas privadas. Se han destinado más de 200.000 millones de dólares a préstamos, reducciones de impuestos y otras medidas. Pero los ciudadanos rusos corrientes se preguntarán por qué el dinero público se debe utilizar para el rescate de los oligarcas que se han enriquecido saqueando el Estado durante el último período. Si la empresa privada y el mercado se supone que son superiores a la economía nacionalizada y planificada, ¿por qué el sector privado ahora necesita el apoyo del Estado?

La situación es aún peor en otras ex-repúblicas soviéticas, como es el caso de Ucrania, donde la pobreza va acompañada de inestabilidad política, corrupción y caos. Para los pueblos del Cáucaso y Asia Central ha sido una absoluta calamidad. Georgia, Armenia y Azerbaiyán están en una situación de guerra constante y las masas, además, soportan la pesada carga del gasto militar. El terrorismo se extiende desde la ocupada Chechenia a otras repúblicas. La guerra en Afganistán amenaza con desestabilizar no sólo Pakistán sino también toda Asia Central.

Hay un viejo refrán que dice: «La vida enseña». Mucha gente en Rusia, Ucrania y Europa del Este ahora dicen: teníamos problemas antes, pero al menos teníamos pleno empleo, una casa, salud y educación gratis. Ahora estos países se enfrentan a la ruina y el desempleo de masas. Los pueblos del Cáucaso anhelan el regreso a la paz y la estabilidad. Nadie quiere un regreso a la burocracia o la dictadura totalitaria. Pero un régimen genuinamente socialista, como el régimen de democracia obrera establecido por Lenin y Trotsky después de la Revolución de Octubre, no tiene nada en común con la grotesca caricatura estalinista que surgió tras la muerte de Lenin.

Eso fue el resultado del aislamiento de la revolución en unas condiciones de atraso extremo. Pero ahora, sobre la base del avance de la industria, la ciencia y la tecnología conseguida durante los últimos noventa años, se han creado las condiciones objetivas para un avance rápido hacia el socialismo. Lo que hace falta es el establecimiento de una federación socialista voluntaria donde la economía esté en manos del Estado, y el Estado esté bajo el control democrático de los trabajadores y campesinos. Pero la condición previa para esto es la expropiación de los oligarcas, banqueros y capitalistas.

La crisis mundial está teniendo un impacto importante en la economía china. El crecimiento económico chino depende mucho de las exportaciones y en el pico de este reciente boom la tasa anual de crecimiento de las exportaciones alcanzó la cifra del 38 por ciento (en el tercer trimestre de 2003). Ahora la cifra del último trimestre ha revelado una caída aproximada del 2 por ciento y con ella hemos visto también una importante desaceleración de los pedidos manufactureros en los últimos meses. Los comentaristas burgueses serios discuten ahora si la producción china sufrirá una «desaceleración gradual» o una «caída abrupta».

Stephen Green, experto en economía china de Standard Chartered, ha pronosticado que las exportaciones podrían caer hasta «cero o incluso tener un crecimiento negativo» el próximo año. Lo estrechamente unida que está China a la economía mundial se vio en un reciente cálculo de JP Morgan Chase que prevé una caída del 5,7 por ciento de las exportaciones chinas por cada porcentaje de punto que caiga el crecimiento económico global. Esto supondrá cierres de fábricas masivos en toda China con millones de trabajadores enfrentándose al desempleo.

En 2007 el crecimiento fue del 12 por ciento y en 2008 ya se ha desacelerado hasta el 9 por ciento, pero la caída podría ser aún mayor. En la zona que rodea Hong Kong más de dos millones de trabajadores podrían perder sus empleos en los próximos meses. Esto viene acompañado del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y una caida brusca de los precios inmobiliarios, dejando a muchas familias chinas con un valor negativo, es decir, una hipoteca que supera el valor del precio de sus viviendas. Esto está teniendo un impacto en el mercado interior. La respuesta del gobierno chino ha sido recurrir a un paquete económico para estimular el crecimiento.

Necesitan mantener un crecimiento superior al ocho por ciento para conseguir cierto grado de estabilidad social. Es verdad que China ha acumulado enormes reservas. Pero éstas no compensarán la pérdida de mercados exteriores cuando la economía mundial se hunda más en la recesión. Como resultado de esta situación se está extendiendo el malestar laboral y ya ha habido una oleada de protestas para exigir el pago de los salarios, con corte de rutas y piquetes en las fábricas. Como en Rusia y Europa del Este, igual en China, habrá una violenta reacción contra el capitalismo. Las ideas del marxismo ganarán terreno y preparará el camino para un movimiento nuevo e irresistible hacia el socialismo.

Nosotros exigimos:

1)   ¡No a la privatización. Por el abandono de la economía de mercado!

2)   ¡Abajo los oligarcas y los nuevos ricos! ¡Por la renacionalización de las empresas privatizadas sin compensación!

3)   ¡Por la democracia obrera!

4)   ¡Abajo la burocracia y la corrupción! ¡Los sindicatos deben defender los derechos de los trabajadores!

5)   ¡Los partidos comunistas deben defender una política comunista! ¡Regreso al programa de Marx y Lenin!

6)   ¡Por la reintroducción del monopolio estatal del comercio exterior!

La crisis del «Tercer Mundo»

La crisis actual sin duda golpeará más duramente a los países pobres de África, Oriente Medio, Asia y América Latina. Incluso en el boom, la aplastante mayoría sacó poco o ningún beneficio. En todos los países se ha producido una extrema polarización entre ricos y pobres. El dos por ciento de la población del planeta ahora tiene más de la mitad de la riqueza mundial. 1.200 millones de hombres, mujeres y niños viven en condiciones de absoluta pobreza. Ocho millones mueren cada año como consecuencia de la pobreza. Esto es lo mejor que el capitalismo puede ofrecer. ¿Qué ocurrirá ahora?

Además del colapso de las exportaciones, que afectará a todas las mercancías (excepto el oro y la plata), incluido el petróleo, ahora se enfrentan al aumento del costo de los alimentos, que en gran medida es el resultado de la especulación. Un informe reciente del Banco Interamericano avisaba de que el costo de los alimentos empujará a 26 millones de personas en América Latina a la absoluta pobreza. El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha avisado de que los más pobres del mundo se enfrentan al «triple peligro» de: alimentos, combustible y finanzas. «No se puede pedir a los más pobres que paguen el precio más alto. Calculamos que 44 millones de personas más sufrirán este año de malnutrición debido a los altos precios de los alimentos. No podemos permitir que la crisis financiera se convierta en una crisis humanitaria». Son palabras hermosas, pero las cosas no se arreglan con palabras elocuentes.

La pobreza y el hambre mundial aumentarán debido a la crisis financiera global y las medidas de «ajuste estructural» de libre mercado dictadas por el FMI. Esta es una conclusión ineludible del último informe sobre la pobreza global publicado por el Banco Mundial. El Banco reveló que el número de personas obligadas a vivir con menos de un dólar diario estaba aumentando y podría alcanzar los 1.500 millones para finales de este año. Aproximadamente 200 millones de personas han caído en la abyecta pobreza desde los últimos cálculos de 1993. Se espera un crecimiento negativo del PIB per capita en Oriente Medio y el norte de África. Resumiendo la situación, el World Bank Director of Poverty Reduction and Economic Management, Michael Walton, dijo: «La imagen global que emergió a finales de los años noventa era de atasco del progreso debido a la crisis del Sudeste Asiático, aumentó el número de pobres en India, continuó el incremento en el África sub-sahariana y un profundo empeoramiento en Europa y Asia Central».

Sólo en Indonesia, la proporción de gente obligada a vivir con menos de un dólar diario aumentó del 11 por ciento en 1997 al 19,9 por ciento en 1998, con 20 millones más de gente en las filas de los «nuevos pobres», equivalente a una nación de tamaño medio como Australia. En Corea del Sur, la incidencia de la pobreza urbana pasó del 8,6 por ciento en 1997 al 19,2 por ciento en 2007. El número de personas que viven con menos de un dólar al día en India ha aumentado a 340 millones, de una estimación de 300 millones a finales de los años ochenta. Los últimos datos sobre estancamiento salarial en las zonas rurales sugerían un nuevo incremento de las tasas de pobreza en ese país. Y esta era la situación con una auge económico con tasas de crecimiento próximas al 10 por ciento anuales. Las cifras oficiales calculan que el crecimiento económico ya comienza a desacelerarse. En agosto de 2008 el crecimiento industrial fue del 1,3 por ciento anual, un resultado miserable comparado con un crecimiento superior al 10 por ciento el año anterior.

El FMI exige a los países pobres que abran sus mercados para la penetración del capital internacional. Exige recortes del gasto gubernamental, eliminación de los subsidios a los alimentos y otros productos de consumo popular y la privatización de las empresas públicas. El objetivo declarado es conseguir un «crecimiento económico sostenible». En realidad, significa la destrucción de sus industrias nacionales, la agricultura y un abrupto aumento del desempleo y la pobreza.

Un estudio reciente revelaba la existencia de una transferencia neta de pagos superior a los 1.000 millones de dólares de los gobiernos africanos al FMI en 1997 y 1998. Sin embargo, a pesar del aumento de estas devoluciones, la deuda total africana continuó aumentando en 3 por ciento. A pesar de que los países africanos necesitan urgentemente aumentar el gasto en sanidad, educación y cuidado sanitario, las medidas de ajuste estructural del FMI les obligan a recortar este gasto, el gasto per cápita en educación entre 1986 y 1996 cayó.

La catástrofe del «Tercer Mundo» es artificial. No hay nada automático en ello. De hecho, en la primera década del siglo XXI nadie tendría que pasar hambre por necesidad. El dinero que se ha entregado a los bancos podría haber solucionado el problema del hambre mundial, salvando millones de vidas. En junio de 2008 la FAO pidió 30.000 millones de dólares para estimular la agricultura y evitar futuras escaseces alimenticias. Sólo recibió 7.500 millones de dólares, pagables en cuatro años, lo que supone aproximadamente 1.800 millones de dólares al año. Este es el equivalente a dos dólares diarios por persona que pasa hambre.

Es habitual en occidente plantear la «solución» de los problemas de estos países en términos de ayuda. Se pide a los países «ricos» que den más dinero a los países «pobres». Pero en primer lugar, las cantidades mezquinas de la supuesta ayuda representan sólo una parte minúscula de la riqueza que se saquea de Asia, África, Oriente Medio y América Latina. En segundo lugar, esta ayuda con frecuencia está vinculada a intereses comerciales, militares o diplomáticos de los países donantes y, por tanto, significa una manera de incrementar la subordinación de las antiguas naciones coloniales a sus antiguos amos.

En cualquier caso, es inaceptable que países con enormes recursos queden reducidos a buscar la caridad como mendigos peleando por las migajas de la mesa del rico. La condición previa es romper el dominio del imperialismo y derrocar el dominio de los gobernantes corruptos locales que no son más que los chicos de los mandados del imperialismo y de las grandes empresas transnacionales. Ni la ayuda ni la caridad, sino un cambio radical de sociedad es la respuesta a la pobreza global.

En muchos países la clase obrera, después de años de abatimiento y agotamiento, está tomando el camino de la lucha. La lucha del pueblo palestino contra la opresión israelí continúa. Pero es la poderosa clase obrera de países como Sudáfrica, Nigeria y Egipto la que representa la clave del futuro. En Egipto hemos presenciado una oleada de huelgas y ocupaciones de fábrica contra la privatización y en defensa del empleo, incluido la victoriosa huelga con ocupación de fábricas de los más de 20.000 trabajadores del complejo textil Mahalla. Los trabajadores iraníes también están en marcha. Ha habido una importante oleada de huelgas, en la que han participado muchos sectores de la clase obrera: colectiveros, astilleros, ferroviarios, textil, trabajadores de la caña de azúcar de Haft-Tapeh, petróleo y otros sectores. Estas huelgas comienzan con reivindicaciones económicas, pero dada la naturaleza del régimen inevitablemente adquieren un carácter cada vez mas político y revolucionario.

En Nigeria, los trabajadores han protagonizado una serie de huelgas generales (¡8 en los últimos 8 años!), paralizando el país y planteando la cuestión del poder, sólo para ser defraudados por los dirigentes sindicales una y otra vez. En Sudáfrica también, el poderoso movimiento obrero ha organizado una huelga general tras otra, la más reciente en junio de 2007 y agosto de 2008. Hemos visto impresionantes movimientos de los trabajadores en Marruecos, Jordania, Líbano y también en Israel, ese bastión de la reacción en Oriente Medio. También ha habido movimientos de masas de trabajadores y campesinos en Pakistán, India, Bangladesh y Nepal, donde ha llevado al derrocamiento de la monarquía.

América Latina está sumida en un movimiento revolucionario desde Tierra del Fuego hasta Río Grande, con Venezuela a la vanguardia. Los llamamientos de Hugo Chávez a favor del socialismo no han caído en oídos sordos. La idea del socialismo ha regresado al orden del día. En Bolivia y Ecuador el movimiento de masas contra el capitalismo y el imperialismo está avanzando a pesar de la resistencia de los oligarcas apoyados por Washington. Es necesario poner en el orden del día la lucha por la política de la clase obrera, la solidaridad proletaria internacional y la lucha por el socialismo como la única solución duradera a los problemas de las masas.

Nosotros exigimos:

1)   ¡Cancelación inmediata de todas las deudas del Tercer Mundo!

2)   ¡Abajo el latifundismo y el capitalismo!

3)   ¡Expropiación de la propiedad de los grandes terratenientes y por la reforma agraria! Allí donde sea posible, las grandes haciendas se deberían administrar de forma colectiva, utilizando métodos modernos de agricultura para impulsar la producción.

4)   ¡Liberación del dominio imperialista! ¡Nacionalización de la propiedad de las grandes transnacionales!

5)   Programa urgente para acabar con el analfabetismo y crear una mano de obra calificada y formada.

6)   Libre acceso al servicio de salud para todos.

7)   ¡No a la opresión de la mujer! ¡Plena igualdad legal, social y económica para la mujer!

8)   ¡No a la corrupción y la opresión! ¡Plenos derechos democráticos y derrocamiento de los chicos de los mandados locales del imperialismo!

¡No al imperialismo!

El aspecto más destacable de la situación actual es el caos y la turbulencia que afecta a todo el planeta. Existe inestabilidad a todos los niveles: económico, social, político, diplomático y militar. En todas partes hay guerra o la amenaza de guerra: la invasión de Afganistán fue seguida por la ocupación aún más sangrienta y criminal de Iraq. En todas partes ha habido guerras: en los Balcanes, en Líbano y Gaza, la guerra de Darfur, en Somalia, en Uganda. En el Congo unos cinco millones de personas han sido masacradas en los últimos años, la ONU y la llamada comunidad internacional no movieron un dedo.

Consciente de su enorme poder, Washington sustituye la diplomacia «normal» por la bravuconería más vergonzosa. Su mensaje es brutalmente claro: «hagan lo que os decimos o de lo contrario los bombardearemos e invadiremos». El ex-presidente de Pakistán, el general Pervez Musharraf, reveló que poco después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, EEUU amenazó con bombardear su país hasta «devolverlo a la Edad de Piedra» si no ofrecía su cooperación en la lucha contra el terrorismo y los talibán. Ahora Musharraf se ha ido y la fuerza aérea norteamericana bombardea el territorio pakistaní.

El imperialismo norteamericano invadió Iraq con el falso pretexto de que tenía armas de destrucción masiva. Dijeron que Sadam Hussein era un dictador brutal que asesinó y torturó a su propio pueblo. Ahora la ONU ha tenido que admitir que en el Iraq ocupado el asesinato y la tortura masiva son algo endémico. Según una reciente encuesta, el 70 por ciento de los iraquíes piensan que viven peor que con Sadam.

La «guerra contra el terrorismo» ha provocado más terrorismo a escala mundial que nunca. Allí donde ponen el pie los imperialistas norteamericanos causan la destrucción y el sufrimiento más terribles. Las espantosas escenas de muerte y destrucción en Iraq y Afganistán recuerdan las palabras del historiador romano Tácito: «Crearon un desierto y lo llamaron paz». Pero, comparado con el poder del imperialismo norteamericano, el poder del Imperio Romano era un juego de niños. No contento con saquear Iraq, Washington amenaza a Siria e Irán. Ha conseguido desestabilizar Asia Central. Constantemente intenta derrocar al gobierno elegido democráticamente de Venezuela y asesinar al presidente Chávez. Conspira para reducir a Cuba de nuevo al status de semicolonia y organizar atentados terroristas contra ella.

La mayoría de la gente rechaza estas barbaridades con repugnancia. Parece que el mundo de repente se ha vuelto loco. Sin embargo, esta respuesta es inútil y contraproducente. La situación actual a la que se enfrenta la raza humana no se puede explicar como una expresión de la locura o la crueldad inherente a hombres y mujeres. El gran filósofo Spinoza dijo en cierta ocasión: «ni reír ni llorar, sino comprender». Es un consejo serio: si no somos capaces de comprender el mundo en el que vivimos, nunca seremos capaces de cambiarlo. La historia no es un sinsentido. Se puede explicar, y el marxismo da una explicación científica.

No tiene sentido aproximarse a la guerra desde un punto de vista sentimental. Clausewitz dijo hace tiempo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Este caos sangriento refleja algo. Es un reflejo de las contradicciones irresolubles a las que se enfrenta el imperialismo a escala mundial. Son las convulsiones de un sistema socio-económico que se encuentra en un callejón sin salida. Hemos visto situaciones similares antes en la historia del mundo, como en el largo declive del Imperio Romano o en el período de agonía del feudalismo. La actual inestabilidad global es sólo un reflejo del hecho de que el sistema capitalista ha agotado su potencial histórico y no es ya capaz de desarrollar las fuerzas productivas como hizo en el pasado.

El capitalismo senil, asediado por contradicciones irresolubles por todos lados, encuentra su contrapartida en el imperialismo más brutal que el mundo haya visto jamás. La galopante carrera armamentística está consumiendo una porción cada vez mayor de la riqueza creada por la clase obrera. EEUU, que ahora es la única superpotencia mundial, gasta cada año, aproximadamente, 600.000 millones de dólares en armas. Cuenta con casi el 40 por ciento del gasto militar mundial. En cambio, Gran Bretaña, Francia y Alemania representan sólo un cinco por ciento cada uno, mientras que Rusia, increíblemente, sólo cuenta con aproximadamente el 6 por ciento. La situación representa una amenaza para el futuro de la humanidad.

Las enormes sumas de dinero gastadas en armas serían, por sí solas, suficientes para resolver el problema de la pobreza mundial. Según algunos cálculos, sólo el costo total de la guerra de Irak le insume 3 billones de dólares a EEUU. Todo el mundo sabe que esto es una locura. Pero el desarme sólo se puede conseguir con un cambio fundamental de la sociedad. La liquidación del imperialismo sólo se puede conseguir liquidando el capitalismo y el dominio de los bancos y monopolios, estableciendo un orden mundial racional, basado en las necesidades de la población y no en la lucha voraz por los mercados, materias primas y esferas de influencia, que es la causa real de la guerra.

Nosotros exigimos:

1)   Oposición a las guerras reaccionarias del imperialismo.

2)   Retirada inmediata de todas las tropas extranjeras de Irak y Afganistán.

3)   Recorte drástico del gasto inútil en armas y aumento masivo del gasto social.

4)   Plenos derechos civiles para los soldados, incluido el derecho a afiliarse a un sindicato y el derecho a huelga.

5)   Defensa de Venezuela, Cuba y Bolivia contra los planes agresivos de Washington.

6)   ¡Contra el racismo! ¡Defensa de los derechos de todos los pueblos oprimidos y explotados! ¡Por la unidad de todos los trabajadores, independientemente de la raza, color, nacionalidad o religión!

7)   ¡Por el internacionalismo proletario! ¡Trabajadores del mundo, uníos!

¡Por un mundo socialista!

El mercado no se puede planificar o regular. No responde a las medidas tomadas por los gobiernos nacionales. El presidente del Banco Mundial lo admitió cuando dijo: «El G7 no funciona. Necesitamos un grupo mejor para un tiempo mejor». Pero los tiempos mejores no están a la vista. El FMI no puede solventar la situación de todo el mundo. Y la crisis a la que nos enfrentamos ahora, es mundial. Ningún país puede escapar. La crisis es global y exige una solución global. Ésta sólo puede llegar con el socialismo.

En la Edad Media la producción se limitaba al mercado local. Incluso para transportar mercancías de una ciudad a otra se debían pagar impuestos, peajes y otros derechos. La eliminación de estas restricciones feudales, el establecimiento de un mercado nacional y un Estado nacional fueron las condiciones previas para el desarrollo del capitalismo moderno. En el siglo XXI, no obstante, los Estados nacionales y el mercado nacional son demasiado estrechos como para contener el fabuloso desarrollo de la industria, agricultura, ciencia y tecnología. En lugar de una serie de economías nacionales, surgió el mercado mundial. Carlos Marx ya previó esta situación en el brillante pronóstico que hizo en El Manifiesto Comunista hace más de 150 años. El aplastante dominio del mercado mundial ahora es la característica más importante de la época moderna.

En su primer periodo, el capitalismo jugó un papel progresista derribando las viejas barreras y restricciones feudales, creando el mercado mundial. Más tarde, la expansión del capitalismo creó el mercado mundial, y el dominio de éste es la característica más importante de la época moderna. La llegada de la globalización es una expresión del hecho de que el crecimiento de las fuerzas productivas ha superado los estrechos límites del Estado nacional. Sin embargo, la globalización no elimina las contradicciones del capitalismo. Sólo las reproduce a una escala mucho mayor. Durante un tiempo, el capitalismo consiguió superar sus contradicciones aumentando el comercio mundial (globalización). Por primera vez en la historia, todo el mundo ha sido arrastrado al mercado mundial. Los capitalistas encontraron nuevos mercados y lugares para la inversión en China y otros países. Pero ahora este proceso ha alcanzado sus límites.

La crisis actual es, en última instancia, una expresión de la rebelión de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza de la propiedad privada y el Estado nacional. La crisis actual tiene un carácter global. La globalización se revela como una crisis global del capitalismo. Es imposible resolverla sobre bases nacionales. Todos los expertos están de acuerdo en que los problemas a los que se enfrenta el planeta no se pueden resolver sobre bases nacionales. El problema del hambre mundial en gran medida se ha exacerbado con la producción de biocombustibles en EEUU. Todo esto va en interés de las grandes empresas agrarias y de nadie más. Sólo una economía global planificada puede poner freno a esta locura.

En su sed insaciable de ganancias, el sistema capitalista puso en peligro a todo el planeta. Un sistema económico que destroza el planeta en busca de botín, que destruye el medio ambiente, que asola los bosques tropicales, que envenena el aire que respiramos, el agua que bebemos y la comida que comemos no merece vivir. Las rutas de nuestras grandes ciudades están atascadas con vehículos privados. La congestión de tráfico supuso que sólo en 2003 la gente dedicase 7.000 millones de horas y desperdiciase 22.500 millones de litros de combustible en atascos de tráfico. La ausencia de planificación lleva al colapso de la infraestructura del transporte y al deterioro del medioambiente provocado por la emisión de gases invernadero y a la contaminación atmosférica, el 60-70 por ciento de la cual es provocada por los vehículos.

Dejamos a un lado el tremendo costo humano de esta locura: los accidentes, la gente muerta y mutilada en las rutas, la tensión insoportable, las condiciones inhumanas, el ruido y el caos. La pérdida de productividad es colosal. Y no obstante, todo esto se podría resolver fácilmente con un buen sistema integrado de transporte público gratuito o casi gratuito de calidad. El transporte aéreo, por carretera, ferrocarril y marítimo deberían ser de propiedad pública e integrados racionalmente para servir a las necesidades humanas.

La continuación del capitalismo no sólo es una amenaza para los empleos y niveles de vida; es una amenaza para el futuro del planeta y la vida sobre la tierra.

¿Es una utopía?

Mediante el aumento de la participación en los mercados mundiales, los banqueros y capitalistas consiguieron fabulosas ganancias durante el último período. Pero este proceso ahora alcanzó su límite. Todos los factores que sirvieron para empujar hacia arriba a la economía mundial durante el último período, ahora se combinan para provocar una espiral descendente. La demanda, que se expandió artificialmente gracias a los tipos de interés bajos, ahora se ha contraído abruptamente. La severidad de la «corrección» refleja la exagerada confianza y la «exuberancia irracional» del período anterior.

Así como en el período de decadencia feudal las viejas barreras, los peajes de las rutas, los impuestos y las monedas locales se convirtieron en obstáculos intolerables para el desarrollo de las fuerzas productivas, los actuales Estados nacionales con sus fronteras nacionales, pasaportes, controles a la importación, restricciones de la inmigración y aranceles proteccionistas se han convertido en barreras que impiden el libre movimiento de mercancías y personas. El libre desarrollo de las fuerzas productivas, la única garantía real para el desarrollo de la civilización humana y la cultura, exige la supresión de todas las fronteras y el establecimiento de una mancomunidad mundial.

Tal desarrollo sólo será posible bajo el socialismo. La condición previa es la abolición de la propiedad privada de los puntos clave de la economía: la propiedad común de la tierra, los bancos y las principales industrias. Un plan de producción común es la única manera de movilizar el colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica. Eso significaría un sistema económico basado en la producción para las necesidades de muchos, no para el beneficio de unos pocos.

Una federación socialista de Europa, América Latina o de Oriente Medio, abriría un tremendo y nuevo panorama para el desarrollo humano. El objetivo final es la Federación Socialista Mundial, donde los recursos de todo el planeta se dediquen al beneficio de toda la humanidad. Las guerras, el desempleo, el hambre y la privación se convertirían sólo en un mal recuerdo del pasado, como una pesadilla ya medio olvidada.

Algunos dirán que se trata de una utopía, es decir, algo que no se puede conseguir. Pero si a un campesino medieval le hubiéramos explicado la perspectiva de una economía mundial con computadoras y viajes al espacio, habría reaccionado exactamente de la misma manera. Y si bien se mira, ¿es realmente tan difícil? El potencial de las fuerzas productivas permitiría solucionar fácilmente todos los problemas que atormentan a la raza humana: pobreza, falta de vivienda, hambre, enfermedad y analfabetismo. Los recursos están ahí. Lo que hace falta es un sistema económico racional que pueda ponerlos en funcionamiento.

Las condiciones objetivas para el socialismo ya existen. ¿Es realmente una utopía? Sólo los escépticos más miopes, sin un conocimiento de la historia o visión del futuro, podrían decir eso. La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿es aceptable que en la primera década del siglo XXI las vidas, los empleos y las viviendas de todo el mundo se decidan de la misma manera que un jugador lanza los dados en un casino? ¿Realmente creemos que la humanidad no se merece un sistema mejor que el juego ciego de las fuerzas del mercado?

Los defensores del llamado libre mercado no pueden dar un argumento racional que pueda justificar esta absurda suposición. En lugar del argumento lógico, ellos afirman simplemente que ésta es la situación natural e inevitable de las cosas y que, en cualquier caso, no hay alternativa. No es un argumento coherente, sino sólo un prejuicio ciego. Esperan que, repitiendo constantemente el mismo mantra, finalmente la gente se lo crea. Pero la vida en sí misma ha demostrado la mentira de que «la economía de libre mercado funciona». Nuestra propia experiencia y las pruebas que nos dan nuestros ojos nos dicen que no funciona, que es un sistema despilfarrador, caótico, bárbaro e irracional que destroza la vida de millones para el beneficio de unos pocos.

El sistema capitalista está condenado porque ni siquiera es capaz de alimentar a la población mundial. Su continuación amenaza el futuro de la civilización y la cultura, e incluso amenaza la continuidad de la vida misma. El sistema capitalista debe morir para que la raza humana pueda vivir. En la futura sociedad socialista, los hombres y las mujeres libres echarán la vista atrás a nuestro mundo actual con el mismo sentido de incredulidad con el que nosotros contemplamos el mundo de los caníbales. Y para los caníbales, un mundo donde hombres y mujeres no se devoraran mutuamente también parecería una utopía.

La crisis de dirección

En 1938, León Trotsky escribía: «Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía ‘maduras’ para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria».

La clase obrera hace tiempo que creó partidos para defender sus intereses y cambiar la sociedad. Algunos se llamaron socialistas, otros laboristas, comunistas o de izquierda. Pero ninguno de ellos defiende una política comunista o socialista. El largo período de auge capitalista después de la Segunda Guerra Mundial puso el sello final a la degeneración burocrática y reformista de las organizaciones de masas del proletariado. Los dirigentes de los sindicatos, así como de los partidos socialistas y comunistas, han cedido a la presión de la burguesía, y la mayoría de ellos hace tiempo que abandonaron cualquier pretensión de defender un cambio de sociedad.

Los dirigentes de los partidos obreros tradicionales están totalmente entrampados con los capitalistas y su Estado. En contra de sus deseos, los capitalistas han tenido que nacionalizar bancos, pero lo han hecho de manera que dedican ingentes subvenciones a los banqueros y no en beneficio de la población. Nosotros exigimos la nacionalización de todo el sector bancario y financiero, con un mínimo de compensación sólo en caso de necesidad comprobada.

Los dirigentes de los ex partidos comunistas de Rusia, Europa del Este y de muchos otros países han abandonado totalmente el programa revolucionario de Marx y Lenin. Nos enfrentamos a la contradicción manifiesta de que precisamente en un momento en que el capitalismo está en crisis en todas partes, cuando millones de hombres y mujeres buscan un cambio fundamental en la sociedad, los dirigentes de las organizaciones de masas se aferran cada vez más tenazmente al orden existente. Como Trotsky dijo hace tiempo: la situación política mundial en general se caracteriza principalmente por la crisis histórica de la dirección del proletariado.

Es intolerable que los dirigentes que hablan en nombre del socialismo y la clase obrera, o incluso de la «democracia», aprueben enormes planes de rescate para bancos privados, lo que significa un aumento importante de la deuda pública, que será pagada con años de recortes y austeridad. Lo hacen en nombre del «interés general», pero en realidad es una medida que va en interés de los ricos y en contra de los intereses de la mayoría. Esta situación no puede durar.

No hay alternativa para la clase obrera fuera del movimiento obrero o sindical. En condiciones de crisis capitalista, las organizaciones de masas sufrirán una tremenda sacudida. Comenzando por los sindicatos, los dirigentes del ala derecha sufrirán la presión de la base. O ceden a esa presión y comienzan a reflejar la presión desde abajo o serán echados a un lado y sustituidos por personas que estén más en contacto con las ideas y aspiraciones de los trabajadores. Nuestra tarea es llevar las ideas del marxismo al movimiento obrero y ganar a la clase obrera para las ideas del socialismo científico. Hace más de 150 años Marx y Engels proclamaron lo siguiente en El Manifiesto Comunista:

«¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?

«Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

«No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

«Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones proletarias nacionales, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

«Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario».

Los marxistas comprendemos el papel de las organizaciones de masas. No confundimos la dirección con la masa de trabajadores que están detrás de ella. Hay un abismo entre los oportunistas y arribistas que están en la dirección y la clase que los vota. La crisis actual sacará a la luz este abismo y lo ampliará hasta alcanzar un punto de ruptura. Sin embargo, la clase obrera se aferra a las organizaciones de masas, a pesar de la política de los dirigentes, porque no hay alternativa. La clase obrera no entiende de pequeñas organizaciones. Todos los intentos de las sectas de crear «partidos revolucionarios de masas» al margen de las organizaciones de masas han fracaso miserablemente y están destinados a fracasar en el futuro.

Lucharemos contra la política de bancarrota y nos enfrentaremos a la vieja dirección. Exigimos la ruptura con los banqueros y los capitalistas, exigimos que apliquen una política en interés de los trabajadores y la clase media. En 1917, Lenin y los bolcheviques les dijeron a los dirigentes mencheviques y social-revolucionarios: «¡Rompan con la burguesía, tomen el poder!» Pero los mencheviques y social-revolucionarios se negaron obstinadamente a tomar el poder. Se aferraron a la burguesía y de esta manera prepararon la victoria de los bolcheviques. De la misma manera, decimos a esos partidos y organizaciones que se basan en los trabajadores y que hablan en su nombre que rompan políticamente con la burguesía y  que luchen por un gobierno socialista con un programa socialista.

Daremos apoyo crítico a los partidos obreros de masas contra los partidos de los banqueros y capitalistas, pero exigimos que pongan en práctica una política en interés de la clase obrera. No hay manera de que la crisis se solucione con medidas paliativas de los gobiernos y banqueros. Las medidas parciales no proporcionarán una salida. El problema es que las direcciones de las organizaciones obreras de masas en todos los países no tienen una perspectiva de cambio fundamental de la sociedad. Pero eso es precisamente lo que hace falta.

El ser social determina la conciencia. La clase obrera en general aprende de la experiencia, y la experiencia de la crisis capitalista implica que aprenderá rápido. Ayudaremos a los trabajadores a sacar las conclusiones necesarias no con denuncias estridentes sino con la explicación paciente, con el trabajo sistemático en las organizaciones de masas. La gente se hace preguntas y busca respuestas. La tarea de los marxistas sólo es hacer consciente el deseo inconsciente o semi-consciente de la clase obrera de cambiar la sociedad.

1)   ¡Contra el sectarismo!

2)   ¡Por la transformación de las organizaciones de masas de la clase obrera!

3)   ¡Luchemos por la transformación de los sindicatos!

4)   ¡Luchemos por un programa marxista!

¡Ayudanos a construir la Corriente Marxista Internacional!

No basta con lamentar la situación en la que se encuentra el mundo. ¡Es necesario actuar! Aquellos que dicen: «no estoy interesado en política» deberían haber nacido en otra época. Hoy no es posible escapar de la política. ¡Intentalo! Encerrate en tu casa, cerrá la puerta y escondete debajo de la cama. Pero la política llamará a tu puerta y entrará en tu casa. La política afecta a cada uno de los aspectos de nuestra vida. El problema es que mucha gente identifica la política con los partidos políticos existentes y con sus dirigentes. Echan una mirada a los salones del parlamento, el arribismo, los discursos vacíos, las promesas incumplidas, y se alejan.

Los anarquistas sacan la conclusión de que no necesitamos un partido. Esto es un error. Si mi casa se derrumba no puedo llegar a la conclusión de que debo dormir en la calle, sino que debo empezar a reconstruirla urgentemente. Si no estoy satisfecho con la dirección actual de los sindicatos y los partidos obreros, debo luchar por una dirección alternativa, con un programa y una política adecuadas a mis necesidades.

La Corriente Marxista Internacional lucha por el socialismo en cuarenta países y cinco continentes. Defendemos enérgicamente los fundamentos del marxismo. Defendemos las ideas básicas, tradiciones,  política y principios elaborados por Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Actualmente nuestra voz es aún débil. Durante mucho tiempo los marxistas se vieron obligados a nadar contra corriente. La Corriente Marxista Internacional ha demostrado su capacidad de mantenerse firme en condiciones adversas. Ahora nadamos a favor de la marea de la historia. Los acontecimientos han confirmado todas nuestras perspectivas. Esto nos da una confianza inquebrantable en las ideas y métodos del marxismo, en la clase obrera y en el futuro socialista de la humanidad.

Empezando por los trabajadores y jóvenes más avanzados, nuestra voz llegará a la masa de trabajadores en cada fábrica, sindicato, comisión interna, escuela y universidad, a cada barrio obrero. Para llevar a cabo este trabajo necesitamos tu ayuda. Necesitamos colaboradores que escriban artículos, vendan periódicos, recauden dinero y trabajen en los sindicatos y en el movimiento obrero. Queremos que vos también formes parte de esto. No piensen: «Yo no puedo contribuir a nada importante». Juntos, una vez estemos organizados, podremos conseguir cosas realmente importantes.

La clase obrera tiene en sus manos un poder colosal. Sin el permiso de los trabajadores no se enciende una sola lámpara, no se mueve una rueda ni suena un teléfono. El problema es que los trabajadores no son conscientes de este poder. Nuestra tarea es hacerlos conscientes de ello. Lucharemos a favor de toda reforma, de todo avance, por pequeños que éstos sean, porque sólo a través de la lucha cotidiana bajo el sistema capitalista los trabajadores adquirirán la confianza necesaria en sus fuerzas para cambiar la sociedad.

Por todas partes el ambiente de las masas está cambiando. En América Latina existe fermento revolucionario, que se intensificará y extenderá a otros continentes. En Europa, en EEUU y otras naciones industrializadas, muchos que antes no cuestionaban el orden social existente, ahora se hacen preguntas. Ideas que antes escuchaba sólo un número reducido de personas, encontrarán eco entre un auditorio mucho más amplio. Se está preparando el terreno para un auge sin precedentes de la lucha de clases en todo el mundo.

Cuando colapsó la URSS nos dijeron que la historia había terminado. Por el contrario, la historia aún no ha empezado. En el espacio de sólo veinte años el capitalismo ha demostrado ser un sistema en total bancarrota. ¡Es necesario luchar por una alternativa socialista! Nuestro objetivo es conseguir un cambio fundamental de la sociedad y luchar por el socialismo a escala nacional e internacional. Luchamos por la causa más importante: la emancipación de la clase obrera y el establecimiento de una forma de sociedad humana nueva y superior. Ésa es la única causa realmente digna por la que luchar en la primera década del siglo XXI.

¡Únete a nosotros!

<<Segunda parte

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