Rusia: el derrame de combustible en Siberia y las catástrofes climáticas del capitalismo

Rinat Ajmetchin, alcalde de Norilsk, una ciudad industrial de Rusia, ha sido acusado de negligencia tras un catastrófico derrame de combustible de una central eléctrica local. El derrame ha estado en curso desde el 29 de mayo, con más de 20.000 toneladas de diésel filtrándose en el suelo y por las vías fluviales circundantes. El 4 de junio, el Kremlin decretó el estado de emergencia en Norilsk.

La ciudad está situada en Siberia, dentro del Círculo Polar Ártico, donde la ecología local ya está gravemente amenazada debido a algunos síntomas extremadamente preocupantes del cambio climático: un producto del sistema capitalista irracional y podrido, que está poniendo en peligro el planeta.

Destrucción e incompetencia

Miles de toneladas de diésel han contaminado el río Ambarnaia, volviéndolo carmesí, y diezmando la vida silvestre del río y los animales y plantas que dependen de él en kilómetros a la redonda. La contaminación también ha llegado al lago de agua dulce Piasino. La operación de limpieza podría tomar un total de cinco a diez años para resolverse completamente, y costará más de 100 mil millones de rublos (1,2 mil millones de libras esterlinas).

El costo será pagado por la multimillonaria compañía minera, Nornickel, que es dueña de la planta. A pesar de ello, y aunque el alcalde de la ciudad ha sido acusado de negligencia, no se ha presentado ningún cargo penal contra la empresa responsable de lo que es claramente un caso delictivo de mala gestión. Una vez más, vemos la impunidad con la que la clase capitalista es libre de operar. Una y otra vez los mismos capitalistas y directores generales causan devastación ambiental y humana, burlándose de la regulación (limitada) que existe. Sólo cuando se les sorprende con las manos en la masa hay repercusiones, y éstas no son más que una amonestación menor y una orden para que se encarguen ellos mismos de la limpieza.

El accionista mayoritario de Nornickel, el multimillonario Vladamir Potanin, recibió una severa advertencia pública de Vladimir Putin, aunque en general éste mantiene una acogedora relación con los oligarcas de Rusia, y hasta ahora ha hecho la vista gorda ante las prácticas irresponsables de los grandes contaminadores de Rusia. Potanin trató de deslindarse a sí mismo y a su compañía de la responsabilidad total. Dio a entender que el derrame era una especie de desastre natural, ya que los cimientos y soportes de la central eléctrica comenzaron a hundirse debido al derretimiento del permafrost por el calentamiento global. Es cierto que Siberia ha estado experimentando un clima extremadamente cálido para la región, y que el permafrost se está derritiendo a un ritmo alarmante. Los investigadores creen que el deshielo del permafrost es la causa del derrame cuando el tanque de almacenamiento comenzó a hundirse, pero esto difícilmente absuelve a los propietarios privados de la responsabilidad de mantener y adaptar su infraestructura a un entorno cambiante. La Federación Mundial de la Vida Silvestre describió la respuesta de Nornickel como «un intento de descartar el fracaso de Nornickel en la gestión de riesgos y la seguridad ecológica amparándose en el tema de moda del cambio climático… El principal factor es la mala gestión».

Este no es un incidente aislado. En 2016, Norilsk Nickel (ahora Nornickel) fue responsable de otro derrame, volviendo rojo el río Daldikan con contaminantes. A menos que se tomen medidas serias, los científicos advierten que habrá muchos más desastres por venir. El 55% del territorio de Rusia se asienta sobre el permafrost. Gran parte de éste se encuentra en Siberia, que es también donde opera la mayor parte de la industria del petróleo y el gas de Rusia, así como la minería de níquel, e incluso varios reactores nucleares. Para evitar nuevas catástrofes, la escala de la transformación que será necesaria en el próximo período plantea claramente la necesidad de una economía planificada. El caos del mercado y la especulación irresponsable de los capitalistas no están claramente a la altura de las circunstancias. Por el contrario; Greenpeace Rusia lleva más de 10 años advirtiendo de los riesgos que el deshielo del permafrost suponía para la infraestructura de petróleo y gas del país y para el medio ambiente en general. Como un portavoz de la ONG observó correctamente; «En principio, los intereses de las empresas se ponen por encima de la ecología».

Se necesitan medidas drásticas para evitar la catástrofe climática

La tendencia general es aterradora y es evidente que se requiere una acción drástica. La ciudad siberiana de Játanga, normalmente uno de los lugares más fríos de la Tierra, ha tenido un verano sorprendentemente cálido, alcanzando temperaturas de 38ºC. El climatólogo Martin Stendel declaró que, si no fuera por el calentamiento global provocado por el hombre, tal temperatura sólo se vería una vez cada 100.000 años. El permafrost en proceso de descongelación está provocando un aumento del nivel del mar, la perturbación de las corrientes oceánicas y la aceleración del calentamiento global en un bucle de retroalimentación; porque cuanto menos hielo haya, y cuanto más abierto sea el océano, más calor absorbe la tierra del sol en lugar de reflejarlo.

No sólo el permafrost se está derritiendo con una rapidez alarmante, sino que los incendios forestales han estado causando estragos en Siberia y en todo el Círculo Polar Ártico durante mucho más tiempo de lo normal debido a las inusuales temperaturas y condiciones meteorológicas. La Taiga (bosque boreal) que cubre gran parte de Siberia y que de hecho rodea el globo justo al sur del Círculo Polar Ártico, desde Canadá hasta Kamchatka, es un almacén de carbono inestimable y es tan importante como el Amazonas en la regulación de la temperatura y las pautas climáticas de la Tierra. Según el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, algunos científicos estiman que el 44% del «carbono terrestre» del planeta está almacenado en los bosques boreales.

Su continua reducción catastrófica por los incendios forestales debe evitarse mediante una operación planificada a través del continente. Sin embargo, como dijo Marx hace más de 150 años, una vez que el capitalismo haya superado su papel progresista, la propiedad privada y el Estado nacional se convertirán en los principales obstáculos para el progreso humano. Y en este caso, los beneficios privados de los capitalistas y el antagonismo entre las naciones capitalistas impiden esta cooperación esencial. Así, la cuestión del cambio climático demuestra, más claramente que nada, la corrección del análisis de Marx.

El callejón sin salida del capitalismo

El climatólogo Kevin Anderson llega a conclusiones similares, aunque carece de una perspectiva revolucionaria. Como se cita en The Guardian:

«Muchos académicos y responsables políticos de alto nivel, básicamente la flor y nata del mundo del clima, han decidido que no es útil hacer encallar el barco del status quo y por lo tanto deciden trabajar dentro de ese paradigma político – tirarán de él tanto como puedan, pero repetidamente evitan cuestionar el paradigma mismo…

«En cuanto a la mitigación del cambio climático, la comunidad académica y la CCC han fracasado colectivamente en el ámbito político y la sociedad civil al adaptar nuestras conclusiones a lo que consideramos políticamente aceptable, todo ello a expensas de la integridad científica».

En otras palabras: el capitalismo, las relaciones de propiedad privada, y el Estado nacional establecen ciertos parámetros sobre lo que es posible y realista hacer o no. Los intereses políticos de la clase dominante levantan barreras que no sólo frenan nuestra capacidad de producir y distribuir racionalmente, sino que incluso contaminan y paralizan el campo de la ciencia.

Anderson continúa:

«Muchos dicen que un cambio tan rápido y profundo no es realista – pero es mucho más realista que creer que una sociedad justa y progresista puede sobrevivir con 3, 4 o incluso 5ºC más de calentamiento.»

Como marxistas estamos de acuerdo con este sentimiento. Un futuro brillante bajo el capitalismo es una ilusión utópica. Sin embargo, tendríamos que desafiar la afirmación de Anderson de que actualmente tenemos una «sociedad justa y progresista». La clase obrera y los pobres del mundo aún no han experimentado tal justicia. La transformación socialista de la sociedad es el único camino realista hacia un futuro digno para la humanidad. La capacidad tecnológica y productiva de la humanidad, la fuerza de la clase obrera y el callejón sin salida del capitalismo proporcionan las condiciones materiales para su derrocamiento y para la construcción de una economía planificada racional. Esto sentaría las bases para liberar el campo de la ciencia, para abordar el cambio climático y los demás males sociales de la pobreza, el hambre y sus perjuicios.

Como se ha visto en el fenómeno global de los movimientos de huelga climática, la catástrofe climática está radicalizando a la juventud en particular: en Rusia y en todo el mundo. Estos jóvenes estudiantes y trabajadores deben ser educados en la filosofía revolucionaria del marxismo y conectarse con la clase obrera para llevar a cabo la tarea histórica a la que nos enfrentamos. El hielo se está derritiendo, el tiempo sigue pasando y la clase obrera se está preparando para una poderosa lucha.

Puedes enviarnos tus comentarios y opiniones sobre este u otro artículo a: [email protected]

Para conocer más de la OCR, entra en este enlace

Si puedes hacer una donación para ayudarnos a mantener nuestra actividad pulsa aquí