Petkoff ataca a Chávez – respuesta de Alan Woods
Al igual que en el artículo en O Estado de Sao Paulo, el editorial de TalCual cita al editor de marxist.com, Alan Woods, como una de las principales influencias responsables del giro a la izquierda de Chávez. El artículo se publicó acompañado de una foto del presidente Chávez y mi persona, y estaba firmado Teodoro Petkoff, que es también uno de los principales dirigentes de la oposición.
El editor de TalCual, Petkoff, fue un guerrillero bajo Douglas Bravo en los años 60. Abandonó el Partido Comunista (PCV) en 1971, a raíz de Checoslovaquia, para abrazar la socialdemocracia y fundar el Movimiento al Socialismo (MAS). En las elecciones de 1994, el MAS apoyó al socialcristiano Caldera como presidente y Petkoff fue nombrado ministro en su gabinete. Petkoff estaba a cargo de la aplicación de la Agenda Venezuela, llevando a cabo todos los planes de privatización y propuestas neoliberales del FMI, además de ser la persona directamente encargada de recibir las instrucciones del FMI dentro del gobierno de Caldera. Cuando el MAS decidió apoyar a Chávez en 1998, él abandonó el partido.
Petkoff ahora defiende a la derecha y apoya abiertamente a la oposición contra-revolucionaria a Chávez. En las elecciones presidenciales del 2006 iba a presentarse, pero finalmente se retiró a favor de Manuel Rosales. Aunque ahora intenta distanciarse del golpe de abril del 2002, en aquel momento escribió un editorial lleno de saña en TalCual (“Chao Chávez”) en el que claramente celebraba el derrocamiento de Chávez.
El artículo intenta hacer uso de la ironía y la ridiculización. A Chávez se le llama “Chacumbele”, un personaje de una canción cubana, un policía mujeriego que muere asesinado por una amante celosa. A pesar del tono irónico, el hecho de que aparezca en la portada de un destacado periódico opositor y firmado por su editor indica que la contra-revolución venezolana se toma este asunto muy en serio. Un verso de la canción habla de cómo Chacumbule “él mismito se mató”, es decir que murió como consecuencia de sus propios actos. Petkoff ha usado ese término para referirse a Chávez, implicando que sus propias acciones llevarían a su asesinato. En el contexto venezolano eso no es ninguna broma.
Éste es el texto del editorial de TalCual:
LOC@DeMia “SOCIALISTA”
El más reciente asesor político de Chacumbele es un tal Alan Woods, inglés y trotskista. Desde los tiempos en que el Gran Ideólogo se inspiraba en el famoso Oráculo del Guerrero, que no mencionó más nunca después que Boris Izaguirre hizo público que se trataba de una suerte de breviario gay, Chacumbele ha contado con los más disparatados y contradictorios “asesores”.
Primero fue el argentino Norberto Ceresole, quien terminó botado del país cuando Miquilena alertó a Chávez acerca de las ideas nazifascistas y antisemitas de tal “teórico”. Pero Chacu le compró algo de su quincalla: la idea antidemocrática de la relación directa del líder con el pueblo, prescindiendo de cualquier mediación institucional que no fuera la Fuerza Armada. Líder, Pueblo, Ejército: eso le encantó. Luego fue un charlatán alemán, Heinz Dieterich, inventor del concepto “socialismo del siglo XXI”, que el tal Woods considera (y en eso habría que darle la razón) que “tiene una gran ventaja, ¡nadie tiene la más mínima idea de lo que eso significa!” Lanzado Dieterich al pote de la basura, no se sabe bien por qué, Chacumbele cogió un sarampión con el marxista húngaro Istvan Meszaros, traducido por Jorge Giordani.
No ha vuelto a mentar a Meszaros, porque ha acogido como nuevo mentor “espiritual” al trotsko Alan Woods, que lo ha obligado a “asumir el marxismo y el leninismo”. Woods, aparentemente, lo convenció de que en lugar de seguirse caletreando el pesado ladrillo de Meszaros le salía leerse el propio clásico de Karl Marx, El Capital, pero, de paso, en una traducción mejor que la que le regaló Alí Rodríguez.
Woods es un reivindicador del “marxismo-leninismo” y seguramente espera que muy pronto su pupilo se declare como tal y no como un mero “marxista”.El primer paso fue “asumir” el marxismo y recomendar la lectura de un folleto de Lenin, El Estado y la Revolución. Woods forma parte de ese puñado de náufragos que dejó el derrumbe de la URSS; unas ánimas solas, que andan buscando patrocinador, para seguir pontificando sobre el “marxismo-leninismo” y “la revolución” desde sus púlpitos polvorientos y cruzados de telarañas.
Ni una sola palabra de las que dice contiene una idea nueva o renovadora; peor aún, se jacta de ser apenas un salmodiador de clichés, con la excusa de que la rueda ya fue inventada y él no va a crear nada nuevo, porque ya todo está dicho en el “marxismo-leninismo”. Este –alguien tendría que hacerle el favor a Chacumbele de enterarlo– es un invento de Stalin (quien, además, le agregó su propio nombre al engendro, “marxismo-leninismo-stalinismo”, suprimido después por sus herederos), que no tenía otro propósito que operar como el catecismo dogmático de esa suerte de religión laica en que se transformó el marxismo en la Unión Soviética y en todo el casi desaparecido movimiento comunista mundial.
El “marxismo-leninismo” terminó siendo una pesada guaratara ideológica que los supuestos dueños de la Verdad, los comunistas, lanzaban a las cabezas que se atrevían a pensar por cuenta propia. Con esas antiguallas de Alan Woods no se puede construir una nueva sociedad sino hacer aún más gorda la tremenda torta que está poniendo Chacumbele. Es como confundir la astronomía con la astrología o creer que la Tierra es plana.
Estimado Teodoro Petkoff,
Leí con gran sorpresa su artículo del 2 de marzo, en el que presenta un cuadro totalmente incorrecto tanto de las ideas que defiendo como de mi relación con el Presidente Chávez. Usted empieza su artículo diciendo: “El más reciente asesor político de Chacumbele es un tal Alan Woods, inglés y trotskista”.
En la primera frase usted comete dos errores. ¡No está mal para empezar! En primer lugar, Alan Woods no es inglés sino galés. En segundo lugar Alan Woods nunca ha sido requerido como asesor del Presidente Chávez. Sin embargo, según usted, no sólo soy asesor del Presidente, sino también su “nuevo mentor ‘espiritual’”, algo que ni siquiera sé lo que significa.
Quizás no se ha dado cuenta que vivo en Londres y no en Caracas. En las ocasiones en que he visitado esa ciudad, he tenido algunas conversaciones con el Presidente, pero ese es todo el contacto directo que ha habido entre nosotros. La última vez que le vi fue en Copenhagen en diciembre, pero literalmente sólo por unos minutos, ya que las “democráticas” autoridades danesas sabotearon la reunión que estaba prevista con sindicalistas daneses, en la que yo estaba presente.
Es cierto que el Presidente Chávez en más de una ocasión ha recomendado mis libros, específicamente Razón y Revolución y más recientemente Reformismo o Revolución, que, por las citas en su artículo, parece que también usted ha leído. Este segundo libro contiene una crítica a las ideas reformistas que defiende Heinz Dieterich. Usted también critica a Dieterich, pero está claro que lo hacemos desde dos extremos opuestos del espectro político y por razones totalmente diferentes.
Obviamente, me complace que mis libros hayan sido recomendados por el Presidente, que es uno de los pocos dirigentes políticos del mundo que tiene un interés por las ideas y la lectura. Creo que hubo un tiempo en el que incluso usted leía libros marxistas. Pero asumo que en el pasado más reciente se habrá sentido más cómodo en la compañía de George Bush, que sólo ha leído el Primer Libro del Génesis, y ni siquiera lo terminó.
Usted añade que el
“trotsko Alan Woods, […] le ha obligado [a Chávez] a ‘asumir el marxismo y el leninismo’. Woods, aparentemente, le convenció de que en lugar de seguirse caletreando el pesado ladrillo de Meszaros le salía leerse el propio clásico de Karl Marx, El Capital, pero, de paso, en una traducción mejor que la que le regaló Alí Rodríguez”.
Por supuesto que recomendaría la lectura de El Capital de Marx a cualquiera, pero nunca he tenido ocasión de recomendárselo al Presidente Chávez. Esta es una más de las invenciones de su creativa imaginación. Tampoco tiene ninguna base la afirmación de que yo obligué al Presidente de Venezuela a “asumir el marxismo y el leninismo”. Cualquier que sepa algo sobre Hugo Chávez, sabrá que no es fácil obligarle a hacer nada.
Usted dice que: “Woods es un reivindicador del ‘marxismo-leninismo’ y seguramente espera que muy pronto su pupilo se declare como tal y no como un mero ‘marxista’”. Presentar al Presidente Chávez como un pupilo mío, o de cualquier otro, es otro intento de implicar que es un hombre sin inteligencia ni opiniones propias. Es más, lo que se insinúa es que el Presidente está controlado por un extranjero. Yo podría responder que la oposición venezolana ciertamente está controlada por extranjeros… en Washington. Pero eso es totalmente falso en el caso del Presidente Chávez.
Lo cierto es que tiene opiniones propias bastante fuertes, y no es pupilo de nadie ni se subordina a nadie. Chávez es un hombre que escucha, lee y aprende. De las conversaciones con diferentes personas y de sus propias lecturas extensas se forma una opinión y decide. Rechaza unas ideas y abraza otras. Sus puntos de vista han evolucionado gradualmente sobre la base de la experiencia. Lo mismo se puede decir de millones de hombres y mujeres para quienes los últimos diez años han sido una amplia escuela en la que han aprendido más que en cualquier otro momento. Ha habido errores y giros equivocados, pero al final, los instintos revolucionarios de las masas han demostrado ser un compás firme que apunta en una sola dirección: la necesidad de un cambio fundamental. Esto es lo que preocupa a la clase que usted representa.
El tono irónico y jocoso de su artículo es una máscara que esconde una profunda preocupación por la evolución política tanto del Presidente Chávez como del movimiento que dirige. Lo que usted no puede entender o aceptar es que la evolución política de Hugo Chávez sea el resultado de conclusiones que ha sacado de su propia experiencia de la revolución misma. El motivo de sus quejas es que Hugo Chávez ha evolucionado políticamente, y que esa evolución ha sido hacia la izquierda, reflejando el movimiento hacia la izquierda de las propias masas. Este hecho se puede expresar en el auge y caída, no sólo de los asesores del Presidente, sino también de los partidos, dirigentes y tendencias en el movimiento bolivariano. Tales cambios se han observado siempre en cualquier revolución en la historia.
Permítame citar lo que el gran revolucionario ruso León Trotsky dijo al respecto:
“Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. El proceso político fundamental de una revolución consiste precisamente en que esa clase perciba los objetivos que se desprenden de la crisis social en que las masas se orientan de un modo activo por el método de las aproximaciones sucesivas. Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas pro el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión del indeferentismo y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las revoluciones tradicionales.” (Historia de la Revolución Rusa, prólogo)
Estas líneas expresan perfectamente el proceso que se ha desarrollado en Venezuela durante más de una década. En un primer momento, el movimiento bolivariano carecía de un programa revolucionario e ideología coherente. No avanzaba el objetivo de la transformación socialista de la sociedad, sino sólo un programa de revolución democrático-burguesa. Sin embargo, incluso eso era demasiado para la reaccionaria, corrupta y voraz oligarquía venezolana, que en abril del 2002 organizó un golpe contra el gobierno democráticamente elegido.
Usted dice: “Woods forma parte de ese puñado de náufragos que dejó el derrumbe de la URSS; unas ánimas solas que andan buscando patrocinador para seguir pontificando sobre el ‘marxismo-leninismo’ y ‘la revolución’ desde sus púlpitos polvorientos y cruzados de telarañas”. Y luego afirma que el marxismo y el leninismo son lo mismo que el estalinismo. Por lo tanto, asume que el sistema que yo defiendo es el que existió en la URSS antes de 1990. Eso es completamente falso.
Si se hubiera tomado la molestia de leer lo que he escrito en los últimos 50 años, estaría enterado de que nunca he defendido ese sistema, y que siempre me he opuesto al estalinismo. ¿Acaso usted puede decir lo mismo? El intento de asociar la idea de una democracia obrera defendida por Lenin y Trotsky con el régimen totalitario de Stalin y sus herederos es una distorsión que no tiene ninguna base, ni en la teoría marxista ni en los hechos.
El estalinismo y el bolchevismo son mutuamente excluyentes. Y eso se puede demostrar de manera simple con el siguiente hecho: para poder consolidar su dictadura, Stalin tuvo que exterminar a todos los viejos dirigentes bolcheviques, incluyendo a Trotsky. Un río de sangre separa el estalinismo del leninismo. Por lo tanto es bastante divertido leer que “ni una sola palabra de las que [Alan Woods] dice contiene una idea nueva o renovadora; peor aún, se jacta de ser apenas un salmodiador de clichés…”
Usted sabrá, por supuesto, que todo lo que ha escrito sobre la supuesta identidad entre el leninismo y el estalinismo es simplemente una repetición de un cliché repetido ya mil veces anteriormente. Ciertamente no hay una sola palabra de las que usted profiere que contenga una idea nueva o renovadora. Es más, lo que dice es falso.
En los últimos 20 años, los enemigos del socialismo no se han cansado de repetir la misma mentira: que el colapso de la Unión Soviética representa el fin del socialismo (e incluso el fin de la historia). Pero lo que fracasó en la URSS no era en absoluto el socialismo tal y como Marx o Lenin lo hubieran entendido. Lo que fracasó fue una caricatura totalitaria y burocrática del socialismo.
El socialismo es democrático o no es nada. Nosotros defendemos la democracia: una auténtica democracia en la que los millones de obreros y campesinos, que son la aplastante mayoría en Venezuela y otros países, tomen control de la gestión de la sociedad a todos los niveles: de las fábricas, la tierra y el Estado. Este es precisamente el mensaje en el libro de Lenin El estado y la revolución, que Chávez citó en la apertura del congreso extraordinario del PSUV (sin necesidad de que yo le obligara).
“Con esas antiguallas de Alan Woods no se puede construir una nueva sociedad sino hacer aún más gorda la tremenda torta que está poniendo Chacumbele. Es como confundir la astronomía con la astrología o creer que la Tierra es plana”.
Las ideas del marxismo son “antiguallas”. Disculpe, pero esto no es precisamente una idea nueva ni renovadora. Ha sido repetida insistentemente en los últimos 150 años, y todavía se sigue repitiendo. Uno se pregunta, ¿¡por qué se molestan!? Si el marxismo realmente está muerto, ¿por qué no dejarle que descanse en paz? ¿Por qué tanta preocupación por una idea que es una antigualla?
Lo que es realmente una antigualla, señor Petkoff, es el sistema capitalista, la llamada “economía de libre mercado” que se encuentra en una crisis sin precedentes a escala mundial. Es suficiente señalar que en este momento los grandes bancos y las grandes empresas en los EE.UU. y en los demás países capitalistas sólo sobreviven porque se aguantan en las muletas del Estado. Se han entregado billones de dinero de los contribuyentes a los bancos, mientras se afirma que no hay dinero para las pensiones, hospitales o escuelas.
Por cierto, veinte años después de la caída del Muro de Berlín, El Capital de Marx es de nuevo un éxito de ventas en Alemania. Evidentemente Alan Woods y Hugo Chávez no son los únicos en todo el mundo en interesarse por estas “antiguallas”. Y la verdad es que estas ideas ofrecen una explicación mejor del mundo moderno que las de todos los economistas y políticos burgueses juntos.
Muy gentilmente nos da lecciones sobre cómo construir una nueva sociedad. Pero la oposición a la que pertenece no está en absoluto a favor de construir una nueva sociedad. Al contrario, quiere arrastrar a Venezuela al pasado, desmantelar todas las reformas sociales y democráticas de los últimos diez años que han dado esperanza a millones de ciudadanos venezolanos que estaban excluidos, marginados, engañados y explotados bajo el viejo régimen.
Bajo la falsa “democracia” de la IV República, el pueblo tenía el derecho a votar por los candidatos de dos partidos que tenían nombres diferentes pero representaban los mismos intereses de clase –los intereses de un puñado de familias ricas que consideraban a Venezuela como su propiedad privada–. ¿Acaso hemos olvidado el Caracazo, cuando el gran “demócrata” Carlos Andrés Pérez ordenó al ejército disparar sobre hombres y mujeres desarmados en las calles de Caracas? ¿Es esa la nueva sociedad que ofrecen?
Si hay problemas en Venezuela no es porque la revolución haya ido demasiado lejos, sino porque no ha avanzado todavía suficientemente. Para poner fin al desempleo, la inflación y el caos hay que expropiar a la oligarquía, nacionalizar la tierra, la banca y las grandes industrias, para crear una economía socialista planificada democráticamente.
Es irónico leer hoy las protestas “democráticas” de la oposición venezolana. Ustedes son los mismos que organizaron el golpe contrarrevolucionario en abril del 2002. Si hubieran triunfado, ¿cuál hubiera sido el resultado? Usted habla de las supuestas ideas “nazi-fascistas” de uno de los supuestos asesores de Chávez. No conozco las ideas de la persona a la que se refiere, pero sí estoy familiarizado con los objetivos de los organizadores del golpe del 2002 para llegar a la conclusión de que su descripción sería más adecuada si se la aplicara a ellos. Pero eso no lo va a hacer, porque, hasta la fecha, usted está en un bloque político con ellos. Como dice el proverbio: dime con quién andas y te diré quién eres.
Londres, 10 de marzo 2010
Hace unas semanas el destacado periódico burgués brasileño O Estado de São Paulo, publicó un artículo atacando a Chávez y a Alan Woods. Alan Wodos respondió a estos ataques y su respuesta fue publicada y circulada ampliamente en Venezuela, donde provocó bastantes comentarios y controversia. Esto llevó a la publicación de un editorial en la portada de TalCual, uno de los principales periódicos de la oposición venezolana.
Al igual que en el artículo en O Estado de Sao Paulo, el editorial de TalCual cita al editor de marxist.com, Alan Woods, como una de las principales influencias responsables del giro a la izquierda de Chávez. El artículo se publicó acompañado de una foto del presidente Chávez y mi persona, y estaba firmado Teodoro Petkoff, que es también uno de los principales dirigentes de la oposición.
El editor de TalCual, Petkoff, fue un guerrillero bajo Douglas Bravo en los años 60. Abandonó el Partido Comunista (PCV) en 1971, a raíz de Checoslovaquia, para abrazar la socialdemocracia y fundar el Movimiento al Socialismo (MAS). En las elecciones de 1994, el MAS apoyó al socialcristiano Caldera como presidente y Petkoff fue nombrado ministro en su gabinete. Petkoff estaba a cargo de la aplicación de la Agenda Venezuela, llevando a cabo todos los planes de privatización y propuestas neoliberales del FMI, además de ser la persona directamente encargada de recibir las instrucciones del FMI dentro del gobierno de Caldera. Cuando el MAS decidió apoyar a Chávez en 1998, él abandonó el partido.
Petkoff ahora defiende a la derecha y apoya abiertamente a la oposición contra-revolucionaria a Chávez. En las elecciones presidenciales del 2006 iba a presentarse, pero finalmente se retiró a favor de Manuel Rosales. Aunque ahora intenta distanciarse del golpe de abril del 2002, en aquel momento escribió un editorial lleno de saña en TalCual (“Chao Chávez”) en el que claramente celebraba el derrocamiento de Chávez.
El artículo intenta hacer uso de la ironía y la ridiculización. A Chávez se le llama “Chacumbele”, un personaje de una canción cubana, un policía mujeriego que muere asesinado por una amante celosa. A pesar del tono irónico, el hecho de que aparezca en la portada de un destacado periódico opositor y firmado por su editor indica que la contra-revolución venezolana se toma este asunto muy en serio. Un verso de la canción habla de cómo Chacumbule “él mismito se mató”, es decir que murió como consecuencia de sus propios actos. Petkoff ha usado ese término para referirse a Chávez, implicando que sus propias acciones llevarían a su asesinato. En el contexto venezolano eso no es ninguna broma.
Éste es el texto del editorial de TalCual:
LOC@DeMia “SOCIALISTA”
El más reciente asesor político de Chacumbele es un tal Alan Woods, inglés y trotskista. Desde los tiempos en que el Gran Ideólogo se inspiraba en el famoso Oráculo del Guerrero, que no mencionó más nunca después que Boris Izaguirre hizo público que se trataba de una suerte de breviario gay, Chacumbele ha contado con los más disparatados y contradictorios “asesores”.
Primero fue el argentino Norberto Ceresole, quien terminó botado del país cuando Miquilena alertó a Chávez acerca de las ideas nazifascistas y antisemitas de tal “teórico”. Pero Chacu le compró algo de su quincalla: la idea antidemocrática de la relación directa del líder con el pueblo, prescindiendo de cualquier mediación institucional que no fuera la Fuerza Armada. Líder, Pueblo, Ejército: eso le encantó. Luego fue un charlatán alemán, Heinz Dieterich, inventor del concepto “socialismo del siglo XXI”, que el tal Woods considera (y en eso habría que darle la razón) que “tiene una gran ventaja, ¡nadie tiene la más mínima idea de lo que eso significa!” Lanzado Dieterich al pote de la basura, no se sabe bien por qué, Chacumbele cogió un sarampión con el marxista húngaro Istvan Meszaros, traducido por Jorge Giordani.
No ha vuelto a mentar a Meszaros, porque ha acogido como nuevo mentor “espiritual” al trotsko Alan Woods, que lo ha obligado a “asumir el marxismo y el leninismo”. Woods, aparentemente, lo convenció de que en lugar de seguirse caletreando el pesado ladrillo de Meszaros le salía leerse el propio clásico de Karl Marx, El Capital, pero, de paso, en una traducción mejor que la que le regaló Alí Rodríguez.
Woods es un reivindicador del “marxismo-leninismo” y seguramente espera que muy pronto su pupilo se declare como tal y no como un mero “marxista”.El primer paso fue “asumir” el marxismo y recomendar la lectura de un folleto de Lenin, El Estado y la Revolución. Woods forma parte de ese puñado de náufragos que dejó el derrumbe de la URSS; unas ánimas solas, que andan buscando patrocinador, para seguir pontificando sobre el “marxismo-leninismo” y “la revolución” desde sus púlpitos polvorientos y cruzados de telarañas.
Ni una sola palabra de las que dice contiene una idea nueva o renovadora; peor aún, se jacta de ser apenas un salmodiador de clichés, con la excusa de que la rueda ya fue inventada y él no va a crear nada nuevo, porque ya todo está dicho en el “marxismo-leninismo”. Este –alguien tendría que hacerle el favor a Chacumbele de enterarlo– es un invento de Stalin (quien, además, le agregó su propio nombre al engendro, “marxismo-leninismo-stalinismo”, suprimido después por sus herederos), que no tenía otro propósito que operar como el catecismo dogmático de esa suerte de religión laica en que se transformó el marxismo en la Unión Soviética y en todo el casi desaparecido movimiento comunista mundial.
El “marxismo-leninismo” terminó siendo una pesada guaratara ideológica que los supuestos dueños de la Verdad, los comunistas, lanzaban a las cabezas que se atrevían a pensar por cuenta propia. Con esas antiguallas de Alan Woods no se puede construir una nueva sociedad sino hacer aún más gorda la tremenda torta que está poniendo Chacumbele. Es como confundir la astronomía con la astrología o creer que la Tierra es plana.
Estimado Teodoro Petkoff,
Leí con gran sorpresa su artículo del 2 de marzo, en el que presenta un cuadro totalmente incorrecto tanto de las ideas que defiendo como de mi relación con el Presidente Chávez. Usted empieza su artículo diciendo: “El más reciente asesor político de Chacumbele es un tal Alan Woods, inglés y trotskista”.
En la primera frase usted comete dos errores. ¡No está mal para empezar! En primer lugar, Alan Woods no es inglés sino galés. En segundo lugar Alan Woods nunca ha sido requerido como asesor del Presidente Chávez. Sin embargo, según usted, no sólo soy asesor del Presidente, sino también su “nuevo mentor ‘espiritual’”, algo que ni siquiera sé lo que significa.
Quizás no se ha dado cuenta que vivo en Londres y no en Caracas. En las ocasiones en que he visitado esa ciudad, he tenido algunas conversaciones con el Presidente, pero ese es todo el contacto directo que ha habido entre nosotros. La última vez que le vi fue en Copenhagen en diciembre, pero literalmente sólo por unos minutos, ya que las “democráticas” autoridades danesas sabotearon la reunión que estaba prevista con sindicalistas daneses, en la que yo estaba presente.
Es cierto que el Presidente Chávez en más de una ocasión ha recomendado mis libros, específicamente Razón y Revolución y más recientemente Reformismo o Revolución, que, por las citas en su artículo, parece que también usted ha leído. Este segundo libro contiene una crítica a las ideas reformistas que defiende Heinz Dieterich. Usted también critica a Dieterich, pero está claro que lo hacemos desde dos extremos opuestos del espectro político y por razones totalmente diferentes.
Obviamente, me complace que mis libros hayan sido recomendados por el Presidente, que es uno de los pocos dirigentes políticos del mundo que tiene un interés por las ideas y la lectura. Creo que hubo un tiempo en el que incluso usted leía libros marxistas. Pero asumo que en el pasado más reciente se habrá sentido más cómodo en la compañía de George Bush, que sólo ha leído el Primer Libro del Génesis, y ni siquiera lo terminó.
Usted añade que el
“trotsko Alan Woods, […] le ha obligado [a Chávez] a ‘asumir el marxismo y el leninismo’. Woods, aparentemente, le convenció de que en lugar de seguirse caletreando el pesado ladrillo de Meszaros le salía leerse el propio clásico de Karl Marx, El Capital, pero, de paso, en una traducción mejor que la que le regaló Alí Rodríguez”.
Por supuesto que recomendaría la lectura de El Capital de Marx a cualquiera, pero nunca he tenido ocasión de recomendárselo al Presidente Chávez. Esta es una más de las invenciones de su creativa imaginación. Tampoco tiene ninguna base la afirmación de que yo obligué al Presidente de Venezuela a “asumir el marxismo y el leninismo”. Cualquier que sepa algo sobre Hugo Chávez, sabrá que no es fácil obligarle a hacer nada.
Usted dice que: “Woods es un reivindicador del ‘marxismo-leninismo’ y seguramente espera que muy pronto su pupilo se declare como tal y no como un mero ‘marxista’”. Presentar al Presidente Chávez como un pupilo mío, o de cualquier otro, es otro intento de implicar que es un hombre sin inteligencia ni opiniones propias. Es más, lo que se insinúa es que el Presidente está controlado por un extranjero. Yo podría responder que la oposición venezolana ciertamente está controlada por extranjeros… en Washington. Pero eso es totalmente falso en el caso del Presidente Chávez.
Lo cierto es que tiene opiniones propias bastante fuertes, y no es pupilo de nadie ni se subordina a nadie. Chávez es un hombre que escucha, lee y aprende. De las conversaciones con diferentes personas y de sus propias lecturas extensas se forma una opinión y decide. Rechaza unas ideas y abraza otras. Sus puntos de vista han evolucionado gradualmente sobre la base de la experiencia. Lo mismo se puede decir de millones de hombres y mujeres para quienes los últimos diez años han sido una amplia escuela en la que han aprendido más que en cualquier otro momento. Ha habido errores y giros equivocados, pero al final, los instintos revolucionarios de las masas han demostrado ser un compás firme que apunta en una sola dirección: la necesidad de un cambio fundamental. Esto es lo que preocupa a la clase que usted representa.
El tono irónico y jocoso de su artículo es una máscara que esconde una profunda preocupación por la evolución política tanto del Presidente Chávez como del movimiento que dirige. Lo que usted no puede entender o aceptar es que la evolución política de Hugo Chávez sea el resultado de conclusiones que ha sacado de su propia experiencia de la revolución misma. El motivo de sus quejas es que Hugo Chávez ha evolucionado políticamente, y que esa evolución ha sido hacia la izquierda, reflejando el movimiento hacia la izquierda de las propias masas. Este hecho se puede expresar en el auge y caída, no sólo de los asesores del Presidente, sino también de los partidos, dirigentes y tendencias en el movimiento bolivariano. Tales cambios se han observado siempre en cualquier revolución en la historia.
Permítame citar lo que el gran revolucionario ruso León Trotsky dijo al respecto:
“Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. El proceso político fundamental de una revolución consiste precisamente en que esa clase perciba los objetivos que se desprenden de la crisis social en que las masas se orientan de un modo activo por el método de las aproximaciones sucesivas. Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas pro el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión del indeferentismo y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las revoluciones tradicionales.” (Historia de la Revolución Rusa, prólogo)
Estas líneas expresan perfectamente el proceso que se ha desarrollado en Venezuela durante más de una década. En un primer momento, el movimiento bolivariano carecía de un programa revolucionario e ideología coherente. No avanzaba el objetivo de la transformación socialista de la sociedad, sino sólo un programa de revolución democrático-burguesa. Sin embargo, incluso eso era demasiado para la reaccionaria, corrupta y voraz oligarquía venezolana, que en abril del 2002 organizó un golpe contra el gobierno democráticamente elegido.
Usted dice: “Woods forma parte de ese puñado de náufragos que dejó el derrumbe de la URSS; unas ánimas solas que andan buscando patrocinador para seguir pontificando sobre el ‘marxismo-leninismo’ y ‘la revolución’ desde sus púlpitos polvorientos y cruzados de telarañas”. Y luego afirma que el marxismo y el leninismo son lo mismo que el estalinismo. Por lo tanto, asume que el sistema que yo defiendo es el que existió en la URSS antes de 1990. Eso es completamente falso.
Si se hubiera tomado la molestia de leer lo que he escrito en los últimos 50 años, estaría enterado de que nunca he defendido ese sistema, y que siempre me he opuesto al estalinismo. ¿Acaso usted puede decir lo mismo? El intento de asociar la idea de una democracia obrera defendida por Lenin y Trotsky con el régimen totalitario de Stalin y sus herederos es una distorsión que no tiene ninguna base, ni en la teoría marxista ni en los hechos.
El estalinismo y el bolchevismo son mutuamente excluyentes. Y eso se puede demostrar de manera simple con el siguiente hecho: para poder consolidar su dictadura, Stalin tuvo que exterminar a todos los viejos dirigentes bolcheviques, incluyendo a Trotsky. Un río de sangre separa el estalinismo del leninismo. Por lo tanto es bastante divertido leer que “ni una sola palabra de las que [Alan Woods] dice contiene una idea nueva o renovadora; peor aún, se jacta de ser apenas un salmodiador de clichés…”
Usted sabrá, por supuesto, que todo lo que ha escrito sobre la supuesta identidad entre el leninismo y el estalinismo es simplemente una repetición de un cliché repetido ya mil veces anteriormente. Ciertamente no hay una sola palabra de las que usted profiere que contenga una idea nueva o renovadora. Es más, lo que dice es falso.
En los últimos 20 años, los enemigos del socialismo no se han cansado de repetir la misma mentira: que el colapso de la Unión Soviética representa el fin del socialismo (e incluso el fin de la historia). Pero lo que fracasó en la URSS no era en absoluto el socialismo tal y como Marx o Lenin lo hubieran entendido. Lo que fracasó fue una caricatura totalitaria y burocrática del socialismo.
El socialismo es democrático o no es nada. Nosotros defendemos la democracia: una auténtica democracia en la que los millones de obreros y campesinos, que son la aplastante mayoría en Venezuela y otros países, tomen control de la gestión de la sociedad a todos los niveles: de las fábricas, la tierra y el Estado. Este es precisamente el mensaje en el libro de Lenin El estado y la revolución, que Chávez citó en la apertura del congreso extraordinario del PSUV (sin necesidad de que yo le obligara).
“Con esas antiguallas de Alan Woods no se puede construir una nueva sociedad sino hacer aún más gorda la tremenda torta que está poniendo Chacumbele. Es como confundir la astronomía con la astrología o creer que la Tierra es plana”.
Las ideas del marxismo son “antiguallas”. Disculpe, pero esto no es precisamente una idea nueva ni renovadora. Ha sido repetida insistentemente en los últimos 150 años, y todavía se sigue repitiendo. Uno se pregunta, ¿¡por qué se molestan!? Si el marxismo realmente está muerto, ¿por qué no dejarle que descanse en paz? ¿Por qué tanta preocupación por una idea que es una antigualla?
Lo que es realmente una antigualla, señor Petkoff, es el sistema capitalista, la llamada “economía de libre mercado” que se encuentra en una crisis sin precedentes a escala mundial. Es suficiente señalar que en este momento los grandes bancos y las grandes empresas en los EE.UU. y en los demás países capitalistas sólo sobreviven porque se aguantan en las muletas del Estado. Se han entregado billones de dinero de los contribuyentes a los bancos, mientras se afirma que no hay dinero para las pensiones, hospitales o escuelas.
Por cierto, veinte años después de la caída del Muro de Berlín, El Capital de Marx es de nuevo un éxito de ventas en Alemania. Evidentemente Alan Woods y Hugo Chávez no son los únicos en todo el mundo en interesarse por estas “antiguallas”. Y la verdad es que estas ideas ofrecen una explicación mejor del mundo moderno que las de todos los economistas y políticos burgueses juntos.
Muy gentilmente nos da lecciones sobre cómo construir una nueva sociedad. Pero la oposición a la que pertenece no está en absoluto a favor de construir una nueva sociedad. Al contrario, quiere arrastrar a Venezuela al pasado, desmantelar todas las reformas sociales y democráticas de los últimos diez años que han dado esperanza a millones de ciudadanos venezolanos que estaban excluidos, marginados, engañados y explotados bajo el viejo régimen.
Bajo la falsa “democracia” de la IV República, el pueblo tenía el derecho a votar por los candidatos de dos partidos que tenían nombres diferentes pero representaban los mismos intereses de clase –los intereses de un puñado de familias ricas que consideraban a Venezuela como su propiedad privada–. ¿Acaso hemos olvidado el Caracazo, cuando el gran “demócrata” Carlos Andrés Pérez ordenó al ejército disparar sobre hombres y mujeres desarmados en las calles de Caracas? ¿Es esa la nueva sociedad que ofrecen?
Si hay problemas en Venezuela no es porque la revolución haya ido demasiado lejos, sino porque no ha avanzado todavía suficientemente. Para poner fin al desempleo, la inflación y el caos hay que expropiar a la oligarquía, nacionalizar la tierra, la banca y las grandes industrias, para crear una economía socialista planificada democráticamente.
Es irónico leer hoy las protestas “democráticas” de la oposición venezolana. Ustedes son los mismos que organizaron el golpe contrarrevolucionario en abril del 2002. Si hubieran triunfado, ¿cuál hubiera sido el resultado? Usted habla de las supuestas ideas “nazi-fascistas” de uno de los supuestos asesores de Chávez. No conozco las ideas de la persona a la que se refiere, pero sí estoy familiarizado con los objetivos de los organizadores del golpe del 2002 para llegar a la conclusión de que su descripción sería más adecuada si se la aplicara a ellos. Pero eso no lo va a hacer, porque, hasta la fecha, usted está en un bloque político con ellos. Como dice el proverbio: dime con quién andas y te diré quién eres.
Londres, 10 de marzo 2010
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