Oleada de huelgas en Catalunya: la clase trabajadora se pone de pie
La semana del 25-30 de noviembre presenciamos uno de los ciclos de lucha económica y contra la austeridad más intensos de los últimos años. La clase obrera ha salido a la palestra marcando el curso de los acontecimientos políticos con su impronta y propiciando un cambio cualitativo en el humor social de Catalunya. Bomberos, profesores, estudiantes, funcionarios y, con un merecido protagonismo, los médicos y el personal de los Centros de Atención Primaria fueron a la huelga y se movilizaron masivamente, confluyendo en una gran manifestación la mañana del jueves 29 de noviembre en Plaça Universitat.
Este ciclo de movilizaciones ha dado impulso a nuevas convocatorias, como la del 12 de diciembre de los funcionarios de la Generalitat. También los trabajadores sociales se han estado moviendo, empezando por la concentración del día 30 de noviembre en Girona contra la inseguridad que aqueja al sector. La velocidad con la que el Govern se sentó a negociar con los médicos y las concesiones (aunque limitadas) que ha ofrecido al personal del Instituto Catalán de Salud para tratar de frenar la huelga muestran que la lucha paga, y darán un estímulo a las nuevas movilizaciones. La oleada de huelgas de Catalunya se enmarca en el reavivamiento de las luchas económicas por todo el Estado, con episodios notables como la huelga de los médicos residentes de los hospitales de Granada y del 12 de octubre de Madrid, en Amazon el Black Friday, en Ryanair y Air Nostrum o de los jueces, fiscales y funcionariado de justicia.
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Ocho años de lucha de clases
El durísimo choque que supuso la crisis mundial del capitalismo de 2008, que golpeó al Estado español con especial fuerza, y la sucesiva avalancha de contrarreformas y ataques a las condiciones de vida de la clase obrera, dieron pie a una respuesta defensiva en los lugares de trabajo, marcada por las tres huelgas generales de 2010 y 2012 y a movimientos como las mareas del sector público. Este primer ciclo de movilización económica perdió fuelle por la cobardía de las direcciones sindicales y su falta de una verdadera estrategia de combate, con el deterioro sin precedentes de las condiciones de vida y el cáncer del paro que minaron el ánimo y la capacidad de resistencia de los trabajadores y, aún más importante, el creciente cuestionamiento no de tal o cual ataque específico, sino del sistema en su conjunto. El péndulo giró hacia el frente político, inicialmente con las movilizaciones en la calle del 15M y las marchas de la dignidad y, a partir de mayo de 2014, en las urnas con el auge espectacular de Podemos, mientras que en Catalunya el movimiento por la autodeterminación fue adquiriendo cada vez más músculo. La traición de Tsipras en Grecia, el giro hacia el centro de Podemos en 2016 y la incapacidad de echar a Rajoy cambiaron la situación nuevamente. A nivel estatal, distintos sectores se orientaron al frente sindical y a los movimientos sociales y vecinales. La recuperación económica dio oxígeno a la clase obrera, pero sin resolver sus problemas; antes al contrario, las condiciones laborales no han dejado de degradarse a pesar de la caída del paro y de un crecimiento económico que sólo ha beneficiado a los ricos. En Catalunya, el alejamiento de las perspectivas de cambio político en Madrid dieron un empuje decisivo al movimiento por la autodeterminación, que desbordó los cauces del procesismo alcanzando un carácter insurreccional el 1 de octubre. En la medida en que la represión del Estado y las vacilaciones del Govern de Junts pel Sí condujeron a la derrota del movimiento, también en Catalunya hemos visto un relativo estancamiento político acompañado por un reavivamiento de las luchas sindicales.
Sin embargo, los últimos meses la relativa tranquilidad política se ha ido quebrando. La Huelga Feminista del 8M y el movimiento de los pensionistas sacudieron el tablero político. La ofensiva de la derecha españolista tras el aplastamiento del 1 de octubre fue puesta en entredicho por la movilización de las masas. Se generó el ambiente social para la caída de Rajoy en junio de 2017 y la formación del gobierno de Pedro Sánchez.
El actual resurgimiento de la lucha sindical por todo el Estado después de años de declive se produce en un clima de polarización y crispación política. Efectivamente, el jueves, mientras las huelgas sacudían Barcelona, el primero de los numerosos referéndums estudiantiles y barriales sobre la monarquía tenía lugar en la Universidad Autónoma de Madrid, con una participación notoria de 7.300 personas, que se han pronunciado de manera abrumadora por la república. La protesta política contra el régimen del 78 y, en particular, contra la monarquía y la represión, junto con el resurgimiento de las luchas obreras, son los dos ejes de radicalización social que han marcado el último periodo y que se mueven en una misma dirección. Las elecciones andaluzas muestran que los grandes desplazamientos políticos en el Estado no son unidireccionales, sino que se expresan en una polarización escalonada hacia la izquierda y (de manera dramática en esta ocasión en Andalucía) hacia la derecha.
Los altibajos, avances y derrotas, la diversidad de formas de lucha de los últimos años, del frente económico al político y viceversa, no son sino parte del lento proceso de aprendizaje de la clase trabajadora, que, a través de su experiencia, a trompicones, poniendo a prueba los diferentes métodos de combate, los distintos programas y dirigentes, parándose ante la derrota para reanudar su marcha en un nivel superior, busca una salida a la crisis económica del capitalismo y a la crisis política del Estado español. El despertar política de la mujer el 8M, cuando se rebeló masivamente contra el yugo paralizante y sofocante del machismo, la entrada en combate de sectores antaño pasivos o conservadores, como los pensionistas o jueces y fiscales (que hicieron huelga en noviembre), son sintomáticos de la profundidad de las pulsiones revolucionarias que recorren el Estado. Decía La Vanguardia (30/11/2018), y decía bien:
Es pronto aún para decir si Catalunya ha iniciado un ciclo de protestas que entronca con las del 2011, lideradas por los mismos actores que hoy protagonizan las huelgas. Fue entonces cuando se desencadenaron sucesos tan relevantes como la acampada de indignados en mayo en la plaza de Catalunya y el cerco de junio en el Parlament. Incidentes, estos, sin los que no se entiende la evolución de los acontecimientos políticos en Catalunya.
Las ilusiones hacia el gobierno de Pedro Sánchez, la pasividad y seguidismo de Unidos Podemos hacia éste, y la desmoralización producida por las elecciones andaluzas y el auge de Vox, retrasan pero no paran un proceso que lleva hacia un nuevo 15M en un nivel más alto: con un carácter de clase proletario y un carácter político nítidamente de izquierdas, antifascista y republicano, y con métodos de lucha muy superiores a los de 2011 y más cercanos a los del octubre catalán, la huelga general y los comités de defensa. Pero para llegar a este punto todavía se necesitan nuevas sacudidas políticas y económicas.
El procés contra las cuerdas: hacia una diferenciación de clase
Durante varios años, el procés, dirigido políticamente por Convergència y sus sucedáneos, trataron de contener la lucha de clases con el señuelo de la independencia. “Esperad, ¡contened vuestro malestar un poco hasta que hayamos alcanzado la república!”, nos decían. El portavoz de Metges de Catalunya, Josep Puig, hablaba de un largo “stand by” en las cuestiones sociales propiciado por el procés. Esta historia interminable se vio desbordada durante los sucesos extraordinarios del otoño pasado. Pero en la medida en que el movimiento fue temporalmente derrotado, las cuestione de clase se han vuelto a poner sobre la meas, en un nivel superior. “Nos pedisteis contención en nombre de la independencia, el 1 de octubre lo dimos todo por la república, pero vosotros os rendisteis; ahora ¡ya no cuela! ¡Es hora de hacer cuentas!”, así razona gran parte de la clase trabajadora, incluidos muchos votantes de Junts per Catalunya.
La respuesta del Govern fue previsible, expresar una supuesta simpatía por las huelgas, echarle la pelota a Madrid y azuzar la cuestión nacional. “Ahora lo que toca es hacer República”, decía el portavoz Eduard Pujol. ¡Doblemente falso! La sanidad es competencia de la Generalitat, así como la educación superior y las condiciones del funcionariado autonómico. Durante años, bajo el conceller Boi Ruiz, Convergència promovió el actual modelo neoliberal semiprivado de sanidad contra el que ahora se rebelan los médicos. Y, ¿qué simpatía siente hacia los huelguistas el Govern que envía a los Mossos d’Esquadra a aporrearlos en el parque de la Ciutadella? Y asimismo ha quedado bien claro que el Govern no “hace República”, todo lo contrario, se ajusta lealmente a los límites del autonomismo. Aun así, hay que señalar que la respuesta del Govern muestra las débiles bases políticas del capitalismo catalán, que no cuenta con ningún representante político sólido y fiable, que pueda capear una tormenta social. En 2010-11, Convergència respondió a la oleada de movilizaciones de frente, con represión y sin ceder en nada. Ahora, el Govern de JxCat-ERC no puede hacer esto, tiene que hacer concesiones y tratar de desviar el movimiento (mientras emplea selectivamente la represión). Muchos médicos, bomberos y funcionarios que hoy salen a la calle son votantes suyos, y estuvieron en primera línea el 1 y el 3 de octubre. Muchos se curtieron políticamente en aquellos acontecimientos y ahora aplican a las huelgas lo que entonces aprendieron.
Esta oleada de huelgas prepara el terreno para una diferenciación en líneas de clase en el campo independentista. Los juicios y la huelga de hambre de Sànchez, Turull, Forn y Rull puede desacelerar pero no parar este cambio. Quim Torra, Eduard Pujol, Pere Aragonès y compañía no luchan por la república, y en la medida en que la usan retóricamente, ¡es una república de austeridad, desigualdad y precariedad! Como ahora explicaremos, le toca a la CUP incidir políticamente para profundizar esta diferenciación de clase.
Una mayor diferenciación en líneas de clase en el campo independentista hará más fácil para los republicanos el romper las divisiones nacionales que existen en el seno de la clase obrera catalana. En la medida en que los médicos, bomberos, profesores y funcionarios se alcen para defender sus intereses, en la medida en que se enfrenten a los odiados políticos de la antigua Convergència, se convertirán en un polo de atracción para los barrios con identidad nacional española que en los últimos años han caído bajo el yugo de Ciudadanos, disipando el rencor y el escepticismo sembrados por el procés. También contribuirían a disolver el veneno españolista anti-catalán que la derecha ha podido extender entre las capas más atrasadas del resto del Estado.
Mientras Torra saca la carta nacional para escapar de sus responsabilidades, Pedro Sánchez y todo el espectro político en Madrid hacen lo mismo para acosar y presionar a la Generalitat y quitarse de encima cualquier tipo de responsabilidad. Las huelgas son culpa del procés, dicen el PP y Ciudadanos. Dejad a un lado la autodeterminación, olvidaos de los presos y aprobadnos los presupuestos para apaciguar a los huelguistas, dice el PSOE, que ahora, ante la debacle andaluza, necesita los votos de ERC y del PDECAT más que nunca. La clase trabajadora se tiene que expresar con independencia en Catalunya y en todo el Estado para acabar con este odioso fútbol político.
Terremotos en los sindicatos
La huelga de los médicos está llena de enseñanzas sobre el mundo sindical. Que Metges de Catalunya, tradicionalmente un sindicato corporativo, haya ido a la huelga durante cuatro días muestra la presión irresistible a la que estaban sometidos por las bases. Hay que señalar el papel de Rebel·lió Atenció Primària, una asamblea del sector que empezó a agitar por la huelga y a poner en común las reivindicaciones. Vemos que en muchos sectores las luchas no comienzan con maniobras por parte de los grandes sindicatos, sino con asambleas combativas organizadas desde abajo que presionan a las cúpulas a actuar. La CGT está jugando un papel importante como instrumento para Rebel·lió Atenció Primària, convocando una huelga de cinco días y haciendo un llamamiento a todo el sector, no sólo a los médicos, con una serie de reivindicaciones muy audaces. Las convocatorias de la CGT siguen en pie aunque Metges de Catalunya haya desconvocado las huelgas del ICS con un acuerdo de mínimos. En cualquier caso, la presión sigue ahí. Su portavoz, Josep Puig, avisaba: “si el acuerdo queda en papel mojado, la revuelta puede ser espectacular”.
Muchas de las luchas que se han desatado en los últimos meses (en Catalunya y más allá), sobre todo entre los trabajadores más jóvenes, han dado un nuevo protagonismo al sindicalismo más combativo (CGT, CNT, COS, IAC, USTEC, etc.). ¿Esto quiere decir que los sindicatos mayoritarios son irrelevantes? ¡No! La presión de los sindicatos más radicales y, sobre todo, de las bases, está obligando a las grandes centrales a moverse. La huelga de funcionarios del 12 de diciembre la han convocado CCOO y UGT, que se están viendo obligados a hacer algo. El ejemplo de Francia es significativo. La dirección de la CGT, el sindicato más grande del país, le ha dado la espalda al movimiento de los chalecos amarillos contra el aumento del precio del combustible (pero que se está convirtiendo en una ofensiva general para echar a Macron). Sin embargo, vemos que las bases de la CGT están saliendo al paso juntando sus chalecos rojos con los amarillos sin pensárselo dos veces, y están empujando al sindicato a la acción en muchos lugares. La dirección se está viendo obligada a cambiar su actitud hacia el movimiento. En la medida en que CCOO y UGT siguen agrupando a la mayoría de los trabajadores organizados de Catalunya y el Estado, bajo la presión de los acontecimientos, pueden verse obligados a convocar o a sufrir escisiones y verse superados por el movimiento.
Hay que extender las luchas por todo el Estado
La tarea actual es unificar las luchas. Una movilización exitosa de los funcionarios el 12 de diciembre pondría sobre la mesa una huelga general en Catalunya, al menos del sector público. Para eso, hay que hacer un llamamiento a los demás sectores a que salgan a la calle también el día 12. Los gobiernos en Sant Jaume y en la Moncloa tratarán de contener el descontento agitando con los presupuestos. Pero el ejemplo de los médicos, con las concesiones que les han sido prometidas, y poniendo sus reivindicaciones en el centro del debate presupuestario, muestra que hay que movilizarse antes de que se aprueben los presupuestos. Asimismo, hay que hacer un llamamiento a la clase trabajadora del resto del Estado para solidarizarse con estas huelgas, y, en la medida en que sea posible, arrastrarla a la lucha. Por ejemplo, la convocatoria de un encuentro estatal del sector sanitario para establecer un listado básico de reivindicaciones y organizar un ciclo de protestas a nivel estatal tendría un gran eco (el sector ya se ha estado movilizando en Andalucía, Galicia y Madrid y las quejas son parecidas en todo el Estado). Ciertamente, ¡los médicos de Catalunya se han ganado la autoridad para convocar un encuentro de este tipo!
Extender la oleada de huelgas de Catalunya conseguiría dos cosas. Socavaría el uso pernicioso de la carta nacional tanto en Madrid como en Barcelona, poniendo las reivindicaciones de la clase trabajadora en el centro del debate político y presupuestario. Asimismo, ayudaría a superar las suspicacias que separan a los trabajadores de identidad nacional catalana y española, dentro y fuera de Catalunya. Esto es un problema importante también de cara a las movilizaciones anti-represivas que tendremos que poner en marcha durante el juicio a los presos políticos, ayudando a ganarnos aliados por todo el Estado y acercando a las masas del sur del Ebro a la lucha republicana y por la autodeterminación. La decisión de Jordi Sànchez y Turull de iniciar una huelga de hambre, a la que ahora se han sumado Rull y Forn, hace aún más urgente la unificación del movimiento político contra la represión y contra la deriva neo-franquista del Estado, con el movimiento económico contra la precariedad y la austeridad del sistema capitalista sobre el que se sostiene el régimen. La experiencia de represión y violencia policial que han sufrido muchos huelguistas y sindicalistas (como los médicos en el Parlament el día 28) está haciendo ver a golpe de porra y de multas el verdadero carácter de clase del Estado y el vínculo entre la lucha política y económica.
La Izquierda Independentista ante nuevos retos
El campo republicano se está agrietando en líneas de clase. La Izquierda Independentista está llamada a ampliar esa brecha. El bloque ERC-PDECAT se ha comprometido doblemente, abandonando de facto la perspectiva republicana y con una política continuista de austeridad light. La CUP, que es el único partido que defiende de verdad la autodeterminación y al mismo tiempo busca una ruptura con la austeridad capitalista ha de hacer frente ahora a un reto importante. Correctamente, la CUP se ha negado a implicarse en los presupuestos del Govern, que parece que serán aprobados con el apoyo de los Comuns. La mejor forma de conseguir unos presupuestos dignos es codo a codo con los huelguistas en la calle y no en los corrillos del Parlament. La CUP tiene el oído de los médicos, de los bomberos, de los profesores, de los estudiantes, de los republicanos frustrados y decepcionados. Tiene que hacer oír su voz en un lenguaje que puedan entender.
El objetivo fundamental es vincular la lucha contra el régimen del 78 y para la liberación nacional con la lucha contra la austeridad y los recortes. Hay que explicar que el derecho a la autodeterminación es una tarea revolucionaria que los dirigentes de ERC y del PDECAT no pueden llevar a cabo. Tenemos que explicar que el régimen autoritario que encarcela y niega el derecho a la autodeterminación es el mismo que reprime la protesta social, recorta y legisla en interés de los bancos y de las multinacionales, que los magistrados, los altos funcionarios de los ministerios y conselleries, los administradores de las grandes institutos y empresas publiques, los políticos del PP, del PSOE, del PDECAT y Ciudadanos están más cerca a los grandes empresarios explotadores que a la “ciudadanía” que dicen representar. Hay que canalizar la experiencia de frustración y malestar que sufren millones de personas en Catalunya y dirigirla contra el sistema capitalista y el régimen, entusiasmándolas con un horizonte socialista de transformación social. Para llevar estas ideas a la clase trabajadora hace falta una herramienta muy afilada. La extraordinaria militancia de la Izquierda Independentista se ha implicado en todas las luchas a lo largo y ancho del territorio; en cada movimiento vecinal u obrero están nuestros militantes, concejales y diputados. Las organizaciones de la Izquierda Independentista han estado creciendo mucho en los últimos meses, con la formación de nuevos núcleos de la CUP, de Endavant, de la COS o de Arran por todo el país y la expansión de los ya existentes.
Pero para pasar de ser una minoría fundida en el movimiento general a una dirección de masas, no basta con dinamizar, hacerse eco o echar una mano en las luchas. Se tiene que intervenir con personalidad propia, llevando a cada movilización consignas, perspectivas, análisis y alternativas, que la gente vea nuestra siglas en octavillas y pancartas, que ayuden a elevar su nivel, a alzar la comprensión de las masas y a empujarlas hacia adelante, dando a la CUP al mismo tiempo la autoridad de una verdadera dirección política y ganándonos a los mejores elementos de cada huelga y movilización. ¡Fortalezcamos las ideas del marxismo en la CUP para afilar este programa y estas perspectivas! Para dar un puñetazo sobre la mesa, la CUP podría impulsar la organización de una gran manifestación en Madrid junto con la izquierda combativa del resto del Estado, contra la represión y el régimen del 78 y vinculando los problemas sociales y económicos a una perspectiva política republicana. Esto enviaría un mensaje poderoso a la vanguardia de la clase obrera y la juventud de todo el Estado, la acercaría a las banderas del republicanismo revolucionario catalán, contribuiría a romper con el cordón sanitario al que la clase dominante quiere someter a la lucha de clases del Principado, y, dentro de Catalunya, ayudaría a superar las suspicacias que separan a la clase obrera de identidad nacional española del movimiento republicano. Compañeros, ¡a las masas!
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