Mel Zelaya vuelve a Honduras – ¿Reconciliación o lucha de clases?
El 28 de junio 2009, el ejército hondureño secuestró al presidente del país, Mel Zelaya, y lo llevó primero a la base militar de EE.UU. en Palmerola, y luego a Costa Rica. El disparador inmediato del golpe de Estado fue el intento de Zelaya de celebrar una consulta popular sobre la convocatoria de un referéndum sobre una Asamblea Constituyente. Elegido como presidente por el Partido Liberal, Zelaya se había ganado progresivamente la ira de la oligarquía del país (estrechamente vinculada al imperialismo de EE.UU.). En sus intentos de mejorar las condiciones de los pobres del país se había alineado con los países del ALBA (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, y otros).
Su intento de convocar una Asamblea Constituyente había capturado la imaginación de millones de trabajadores, campesinos y los pobres del país, como una oportunidad para cambiar radicalmente sus condiciones de vida. La clase dominante temía que esta medida podría desencadenar un movimiento revolucionario con la participación de las masas y decidió actuar contra Zelaya antes de que las cosas fueran demasiado lejos. Los Estados Unidos sabían todo acerca de los preparativos del golpe de Estado y su única objeción era que debía llevarse a cabo «institucionalmente», que debería haber algún tipo de cobertura «legal». Obviamente, las 12 familias de la oligarquía que han gobernado el país durante los últimos 200 años tenían otras ideas y no les preocupaba mucho la «legalidad», y aunque consiguieron que la Corte Suprema prohibiera la consulta popular de Zelaya, siguieron adelante con un golpe de Estado tradicional. Roberto Micheletti, un rico empresario del propio Partido Liberal de Zelaya, fue nombrado como nuevo presidente ilegítimo surgido del golpe.
Lejos de impedir que la ola revolucionaria de América Latina llegara a suelo hondureño, el golpe de Estado desencadenó un proceso de movilización de masas, resistencia, organización y desarrollo de la conciencia política de las masas sin precedentes. Cientos de miles de personas participaron en manifestaciones masivas, huelgas y protestas diarias, y se estableció el Frente Nacional de Resistencia Popular como una organización coordinadora de los distintos sectores implicados (sindicatos, organizaciones campesinas, la juventud, etc.)
Fue en el contexto de este movimiento masivo del pueblo hondureño que el país fue expulsado de la Organización de Estados Americanos, a iniciativa de Venezuela y de los países del ALBA. A pesar de todos los intentos de los EE.UU. y de sus agentes en la región de encontrar algún tipo de solución negociada (a través de los llamados Acuerdos de San José), la oligarquía hondureña se negó, obstinadamente, a hacer concesiones. En estas condiciones era difícil, incluso para Washington, reconocer la legitimidad del régimen de Micheletti.
A través de una combinación de represión brutal y maniobras diplomáticas, el régimen de Micheletti logró sobrevivir hasta noviembre de 2009, cuando se convocaron nuevas elecciones. Estas elecciones fueron fraudulentas, sin garantías democráticas, y tuvieron lugar en condiciones de represión brutal, el asesinato selectivo de activistas de la resistencia, la intimidación de los medios de oposición, etc. La Resistencia, correctamente, boicoteó las elecciones lo que se tradujo en una abstención masiva del 65%. Si bien los Estados Unidos y otros gobiernos de derecha en América Latina (Perú, Colombia, Panamá) reconocieron al nuevo gobierno de Porfirio Lobo salido de esas elecciones como legítimo y democrático, Venezuela y la mayoría de los demás países de América Latina se negaron a restablecer las relaciones con Honduras.
La lucha continua del pueblo hondureño contra el régimen de Lobo, que pasó por diferentes fases, pero que nunca fue completamente aplastada por la represión, puso a la clase dominante de Honduras en una posición difícil. El país depende en gran medida de las finanzas y de las inversiones internacionales, y a menos que su gobierno fuera reconocido plenamente no podía tener acceso completo a aquéllas. La readmisión en la Organización de Estados Americanos era crucial desde su punto de vista.
Mediación – ¿quién se beneficia?
En abril de 2011, se celebró una reunión entre el nuevo presidente colombiano Santos, el presidente venezolano Hugo Chávez y Porfirio Lobo en el que se acordó iniciar una «mediación», destinada a llevar de regreso a Honduras a la OEA, en su asamblea general prevista en junio. La imagen de los tres juntos causó sorpresa y consternación entre los activistas de la Resistencia hondureña. ¿Cómo era posible que Chávez se reuniera con Lobo, con lo que implícitamente lo reconocía como el legítimo presidente de Honduras?
El FNRP acababa de celebrar su Asamblea Nacional en febrero de 2011 en la que los partidarios de una estrategia electoral habían sido derrotados, y el Frente había acordado iniciar un proceso hacia la auto convocatoria de una Asamblea Constituyente, para la que había recogido 1,3 millones de firmas, en confrontación directa con la oligarquía y el régimen de Lobo. El inicio de la mediación se llevó a cabo cuando los docentes hondureños participaban en una dura huelga contra Lobo, en la que el régimen estaba empleando una represión brutal.
Es evidente que esas conversaciones habían comenzado a espaldas de los dirigentes electos del Frente de Resistencia, a iniciativa de Santos, y ni siquiera el propio Zelaya estaba al corriente de la reunión. Zelaya rápidamente declaró estar a favor de la mediación. Pero los líderes del Frente tuvieron que ser trasladado a Caracas donde se reunieron con Zelaya y Chávez, y plantearon cuatro demandas en las negociaciones: «el retorno seguro del Coordinador del FNRP, Manuel Zelaya, y de todos los exiliados, el respeto de los derechos humanos, la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, y el reconocimiento del FNRP como una fuerza política con la capacidad y la condición jurídica de participar en futuros procesos electorales”.
Muchos de los activistas del FNRP estaban extremadamente descontentos tanto con la forma en que las conversaciones habían comenzado, como con el contenido de lo que se estaba discutiendo. Uno de los principales líderes de la resistencia, el ex-miembro de la Asamblea Nacional Tomás Andino publicó una carta abierta expresando la opinión del ala izquierda del Frente. Andino, acertadamente, señalaba que toda la negociación y el proceso de reconciliación era una trampa que había sido puesta en marcha por el presidente colombiano Santos, con el único objetivo de conseguir que Honduras fuera readmitida en la OEA. Ademá, criticó el hecho de que las cuatro condiciones que los representantes FNRP habían establecido en Caracas estaban en contradicción con los objetivos decididos democráticamente por el Frente, que habían sido ratificados en la Asamblea Nacional de febrero. En concreto, no había ninguna mención del castigo para los golpistas y los responsables de abusos contra los derechos humanos bajo los gobiernos de Micheletti y Lobo. Y, por último, señaló que los representantes del Frente que viajaron a Caracas no habían sido elegidos o nombrados por nadie, y que las decisiones o propuestas debían ser sometidas a votación democrática en las estructuras del Frente, y consultadas con las bases de la Resistencia.
Las negociaciones sobre Honduras, por lo tanto, forman parte de la política exterior de Hugo Chávez de acercamiento a Colombia. El argumento de los reformistas en Venezuela es que Santos es, de alguna manera, diferente al ex-presidente colombiano Uribe, que no es un títere de Washington y que, a fin de reducir al mínimo la amenaza de provocaciones contrarrevolucionarias por parte de Colombia, es necesario llegar a un entendimiento amistoso con el gobierno de Santos. Esto se utiliza para justificar una política que incluye acuerdos de seguridad con Colombia, que lleva a la entrega del exiliado político colombiano Pérez Becerra a Bogotá, y más recientemente la detención del líder de las FARC Julián Conrado en Venezuela, en una operación llevada a cabo conjuntamente con las fuerzas de seguridad de Colombia.
Nosotros pensamos que esta política es errónea. La oligarquía venezolana, el imperialismo y sus títeres en Colombia son enemigos mortales de la revolución bolivariana. La única manera de evitar sus ataques sería que la revolución dejara de ser una revolución. Santos fue el ministro de Defensa de Uribe, que jugó un papel clave en todos y cada uno de los intentos contrarrevolucionarios contra la revolución venezolana y el gobierno de Hugo Chávez. Pensar que ha cambiado fundamentalmente es la mismo que tener ilusiones en que un tigre se vuelva vegetariano. En realidad, los cables de Wikileaks de la embajada de EE.UU. en Bogotá revelan la verdadera estrategia que ha seguido Uribe, y que ahora continúa Santos: dar la impresión de avanzar hacia relaciones diplomáticas amistosas con Venezuela con el fin de estar en mejores condiciones para preparar complots que socaven la revolución bolivariana y su influencia en todo el continente. La Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Holguín, aseguró a sus amos en Washington que en la recién descubierta «amistad» entre Santos y Chávez, su país estaba actuando de manera «estratégica».
Los revolucionarios no se niegan a participar en negociaciones como una cuestión de principios. Cualquier trabajador que haya estado involucrado en una huelga sabe que muchas veces una huelga no puede ser ganada y se debe alcanzar un acuerdo; que equivale, en el mejor de los casos, a una victoria parcial. A veces, una retirada parcial es mejor que una derrota completa. A través de estas experiencias, los trabajadores implicados en una lucha pueden aprender lecciones importantes y preparar el terreno para las batallas renovadas en el futuro. Pero la condición fundamental es que la dirección tiene que explicar las cosas como son y ser sincera con la base. Una retirada parcial o una victoria parcial no deben presentarse como un éxito total, y el patrón nunca debe ser presentado como un amigo con el que tenemos que llegar a la reconciliación, como si fuera un hermano con el que acabamos de pelearnos.
¿Reconciliación con la oligarquía?
Y este es quizás el elemento más peligroso de esta nueva estrategia diplomática de la revolución bolivariana que ha implicado ahora a la Resistencia hondureña. Todos los discursos de Hugo Chávez y de Mel Zelaya hablan acerca de la reconciliación, la paz y la unidad nacional, de la resolución pacífica de los problemas. Esto es, a nuestro juicio, muy peligroso y un error grave.
Debemos aprender de la experiencia reciente de la revolución venezolana. El 11 de abril de 2002, la clase capitalista venezolana, apoyada por el imperialismo, llevó a cabo un golpe de Estado militar contra el gobierno democráticamente elegido de Hugo Chávez. El 12 y 13 de abril, el pueblo venezolano, los trabajadores, los campesinos, los pobres, los jóvenes, las mujeres, bajaron de los cerros y los barrios, y mediante la acción revolucionaria de masas derrotaron al golpe de Estado. Decenas de personas fueron asesinadas por los golpistas, y el propio Chávez sólo salvó la vida a causa de la rápida acción del pueblo revolucionario y de los sectores revolucionarios de las Fuerzas Armadas. Luego, después de haber sido devuelto al poder, Chávez se dirigió a la multitud victoriosa desde el balcón del Palacio de Miraflores y llamó al pueblo a volver a casa e hizo un llamamiento a la reconciliación nacional con los que acababan de llevar a cabo un golpe de Estado. Nadie fue llevado a juicio y, hasta la fecha, los principales dirigentes de la «oposición» son personas que participaron directamente en la realización de ese golpe.
¿Cuál fue la respuesta de la oligarquía? ¿Se aceptó el llamado a la reconciliación? No, en absoluto. De inmediato comenzó a preparar un nuevo golpe de Estado que se materializó en la insubordinación de los oficiales militares en la Plaza Altamira, y en el cierre patronal y el sabotaje de la industria petrolera de diciembre de 2002, apenas siete meses más tarde. Después se han intentado otra serie de provocaciones contrarrevolucionarias (la guarimba, la infiltración de 200 paramilitares colombianos en Venezuela, los disturbios callejeros en torno a la no renovación de la licencia de RCTV, etc.)
La clase dominante de Venezuela no puede reconciliarse con Chávez y con la revolución bolivariana, a menos de que dejen de ser por completo lo que son, revolucionarios. Lo mismo ocurre en Honduras.
Vamos a examinar los términos del acuerdo al que se ha llegado:
- el retorno de Zelaya ahora que los casos judiciales en su contra se han anulado,
- respeto y la protección de los derechos humanos,
- el hecho de que un referéndum de la Asamblea Constituyente ya pueda ser iniciado como consecuencia de una enmienda a la Constitución
- que al FNRP se le permita el registro como partido político legal
A cambio de esto, Honduras es readmitida en la OEA y es reconocida por la «comunidad internacional». Hay que destacar favorablemente que Ecuador votó en contra de la readmisión de Honduras, señalando que el acuerdo legalizaba la impunidad a quienes llevaron a cabo el golpe de Estado. Fue el único país que lo hizo. La posición del ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Nicolás Maduro, quien dijo que iban a votar a favor, pero «con reservas», fue lamentable. Venezuela ha jugado un papel clave en la negociación del acuerdo, si no estaban contentos con él, ¿por qué lo aceptan? Después de todo, fue el propio Nicolás Maduro, quien firmó el acuerdo en Cartagena de Indias, que es la razón por la cual Honduras es readmitida en la OEA. Uno puede estar a favor o en contra de algo. Pero no es lógico firmar un acuerdo y luego expresar «reservas» al respecto.
En realidad, el único punto que se ha logrado es el regreso de Zelaya. El objetivo de la clase dominante de Honduras es tratar de poner fin a una situación en la que se había convertido en un paria en la escena internacional, con el impacto negativo que esto tenía sobre la economía del país. Al mismo tiempo, quieren alejar a la Resistencia de la lucha revolucionaria y hacia los canales más seguros de la democracia burguesa, y desactivar la demanda de una Asamblea Constituyente (que para las masas significa un cambio fundamental en la estructura social y económica del país) convirtiéndola en un ejercicio restringido legalmente de reforma constitucional.
La impunidad permanece
Los activistas de la Resistencia y el ala izquierda del Frente tienen toda la razón en sus críticas hacia este acuerdo. Muchas organizaciones de la resistencia han hecho declaraciones criticando el hecho de que el acuerdo le dé impunidad de facto a los golpistas y a los responsables de violaciones de los derechos humanos en los últimos dos años, así como una legitimación de un régimen que fue el resultado de elecciones fraudulentas. Este es el caso del Consejo Cívico de los Pueblos y Organizaciones Indígenas de Honduras (COPIHN) y de una declaración firmada por 21 organizaciones de derechos humanos de Honduras contra la readmisión del país en la Organización de Estados Americanos.
En un artículo muy duro, Tomás Andino señala que la verdadera naturaleza del régimen de Lobo se pone de manifiesto en el hecho de que incluso después de la firma del Acuerdo de Cartagena, que incluye «el respeto y la protección de los derechos humanos», se dio la represión brutal de la policía contra los estudiantes en lucha del Instituto Técnico «Luis Bográn» y asesinatos de activistas campesinos en la región del Bajo Aguán.
Los puntos que señala son correctos. En realidad, a todos los que participaron directamente en el golpe de Estado se les ha dado puestos de responsabilidad en la Administración Lobo, y algunos de ellos forman parte del propio gobierno. Sin embargo, una cosa es lo que un sector de la clase gobernante de Honduras desee, la canalización del movimiento revolucionario hacia los canales controlados de la democracia burguesa, y otra muy distinta es lo que pueda suceder.
Se estima que un millón y medio de personas (en un país de 8 millones de habitantes) se hicieron presentes en el acto de masas que dio la bienvenida a Mel Zelaya en su regreso a Honduras el 28 de mayo. El ambiente era electrizante y de victoria. Finalmente, después de casi dos años de lucha, al presidente que habían elegido se le permitió regresar al país. Las masas se reunían allí para celebrar lo que, correctamente, consideraban una victoria, aunque esta es sólo una victoria muy parcial. Es evidente que el retorno de Zelaya no hubiera sido posible sin la movilización constante de los trabajadores, los campesinos y los pobres hondureños.
Las masas no leen la letra pequeña de los acuerdos y documentos oficiales. Para ellas, el regreso de Zelaya significa una Asamblea Constituyente, la democracia y el cambio radical. No debemos olvidar que el Frente ha adoptado el lema de «hacia el socialismo». Un compañero presente en el mitin de masas comentó que «la gente está convencida de que el regreso de Zelaya va a resolver todos sus problemas, y que los asesinos acabarán en la cárcel».
La clave de toda la ecuación es que las aspiraciones de las masas de educación, salud, vivienda digna, empleo y un futuro mejor, que se resumen en la idea de una Asamblea Constituyente, chocan frontalmente con los intereses, el poder y los privilegios de las 12 familias de la oligarquía.
Como explicamos en el momento del golpe de Estado:
«Honduras es uno de los países más pobres de América Latina, con más del 50 por ciento de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza y una tasa de analfabetismo que supera el 20 por ciento. Más de un millón de sus 7,8 millones de habitantes han tenido que emigrar a EEUU en busca de empleo. En estas condiciones, incluso las medidas más moderadas y razonables a favor de la mayoría de la población se encuentran con una oposición brutal por parte de la clase dominante, los capitalistas, los terratenientes, los propietarios de los medios de comunicación y la oligarquía local.» (Hay que derrotar el golpe militar reaccionario en Honduras – ¡Movilizaciones de masas en las calles y huelga general!)
Esta contradicción no ha desaparecido, en todo caso se ha hecho más aguda. Las masas han pasado por la experiencia del golpe y la represión brutal de los últimos dos años, que provocó el asesinato de 200 activistas y dirigentes. Han pasado por la experiencia de lucha y su nivel de organización y conciencia política ha avanzado a pasos agigantados.
Ahora exigirán lo que con todo derecho consideran que es suyo, y eso provocará un enfrentamiento renovado con la oligarquía y una agudización de la lucha de clases. En realidad, la clase gobernante hondureña está dividida sobre el tema de los acuerdos. Hay un sector poderoso de los terratenientes, los banqueros y los capitalistas que piensan que la única manera de lidiar con la «chusma» que está pidiendo demasiado es dándoles una lección brutal.
El partido de derecha, UCD, ha denunciado los acuerdos y acusó a Lobo de «¡haber adoptado la agenda de Chávez!». En una conferencia dada en Nicaragua, Roberto Micheletti, el primer presidente instalado inmediatamente después del golpe de Estado que destituyó a Zelaya, dijo en términos inequívocos: «No debemos tener miedo del Socialismo del Siglo XXI, … cualquier cosa que suceda, los demócratas estamos listos para enfrentar cualquier situación de cualquier naturaleza… Los demócratas vamos a pelear contra los comunistas, contra los socialistas. No vamos a permitir que un mal discípulo de Chávez impere en este país «. En otras palabras, los «demócratas» (léase «los golpistas») están listos para llevar a cabo otro golpe de Estado si hay algún indicio de que Zelaya y «los comunistas» lleguen al poder.
Esta es la verdadera voz de la clase dominante de Honduras. Micheletti es un extremista de derechas loco, pero no está al margen de la política hondureña, sino que es un personaje central. Fue, después de todo, el presidente de la Asamblea Nacional elegido por el Partido Liberal, uno de los dos principales partidos políticos del país, y refleja fielmente las opiniones de un sector clave de la oligarquía hondureña.
Su portavoz en Washington es Roger Noriega, quien fue el representante permanente de EE.UU. en la OEA y Secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental de Bush. En un artículo de «opinión» en Fox News habla de un «pacto secreto con Chávez» de Lobo, con el fin de instalar un «gobierno de minoría … para impulsar drásticos cambios económicos y sociales.» Todo esto, por supuesto, para poder utilizar a Honduras como base de «tráfico de drogas desde América del Sur a los mercados en el norte», en colaboración con el Cartel de Sinaloa mexicano y organizaciones terroristas como Hezbollah (la versión española fue publicada por El Heraldo en Honduras: http://www.elheraldo.hn/content/view/full/493082). Esta es la vista distorsionada de alguien que en la práctica era el ejecutor de la política de EE.UU. para América Latina hasta hace poco.
Las tareas de los socialistas revolucionarios
¿Qué tipo de reconciliación puede haber con gente así? El escenario está abierto para un nuevo enfrentamiento entre las clases. El peligro es que los activistas más avanzados de la Resistencia, que pueden ver la verdadera naturaleza del acuerdo y lo han criticado correctamente, pueden aislarse de las masas que no lo entienden de la misma manera. Eso sería fatal.
Las masas tienen confianza, están envalentonadas, y sienten que han logrado una victoria. La tarea de los socialistas revolucionarios en Honduras es la de explicar pacientemente que la única solución a las demandas más apremiantes de las masas es a través del derrocamiento del capitalismo y de la oligarquía, y la llegada al poder del pueblo trabajador. Tienen que participar y ser parte del movimiento en torno a Zelaya y la Resistencia, cualquiera que sea la forma que adopte, y dentro del mismo plantear reivindicaciones que ayuden a elevar el nivel de organización y comprensión de las masas.
Las masas van a aprender a través de sus luchas concretas del día a día, por la reforma agraria, por mejores salarios, para defender la educación pública, por los derechos humanos, contra la impunidad. Los socialistas revolucionarios deben impulsar estas luchas hacia adelante, participar en ellas y ayudar a las masas a sacar las conclusiones necesarias de las mismas. El propio Zelaya será puesto a prueba a los ojos de las masas a través de estos acontecimientos.
Una de las razones por las que las masas no salieron victoriosas en la impresionante lucha que se desarrolló inmediatamente después del golpe de Estado de 2009 fueron las vacilaciones de los dirigentes que no plantearon las consignas necesarias en el momento adecuado, y que se dejaron confundir por la cortina de humo de la diplomacia y las negociaciones. La tarea ahora es construir una tendencia socialista revolucionaria en el movimiento de masas de la Resistencia que pueda señalar el camino a seguir, y a través de la experiencia concreta gane la confianza y la dirección de las masas.
Las masas de Honduras han dado un ejemplo de coraje, valentía y determinación en su lucha. Hay que forjar una dirección que esté a la altura. Esta es una tarea urgentísima. El terreno nunca ha sido tan fértil.
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