¡Los jóvenes no somos los responsables de la pandemia!

Los jóvenes hemos sido duramente señalados como principales propagadores del Coronavirus, tanto por los políticos como por una parte importante de la sociedad. Cada día aparecen en los informativos noticias sobre botellones y fiestas. Sin embargo, no son tan frecuentes imágenes de metros llenos ni centros de trabajo sin distancia social, donde el virus campa a sus anchas.

No se puede negar la existencia de fiestas ilegales pero debemos poner sobre la mesa que la mayoría de las fiestas ilegales las han organizado los hijos de los ricos, que son quienes tienen a su disposición grandes viviendas o pueden pagar por alquilar espacios para celebrarlas. Son además, quienes tienen menor temor al virus, porque pueden acceder a la sanidad privada y porque sus padres pueden teletrabajar y asumen menos riesgos que los padres de la clase trabajadora.

La mayoría de los jóvenes de la clase trabajadora cumplimos con las recomendaciones sanitarias y somos de los sectores de la población a los que en mayor medida ha afectado las consecuencias de la pandemia. Los estudiantes de bachillerato y los universitarios están siendo muy perjudicados por los continuos cambios en el modo de impartición de las clases y por la sobresaturación de trabajos y tareas. De hecho, desde la llegada de la tercera ola, en el ámbito universitario se están reivindicando los exámenes online para evitar la exposición al virus en aulas repletas de alumnos durante un tiempo continuado de tiempo, sin necesidad. Además, los jóvenes trabajadores han sido los que más han sufrido las consecuencias de la actual crisis económica, afectados por ERTEs y despidos debido a las condiciones precarias de trabajo, y que como ya vimos en la crisis anterior, será muy difícil que vuelvan a recuperar sus puestos de trabajo.

A pesar de que el foco se pone en la juventud nunca se dice nada de las necesidades que tenemos. Los jóvenes poseemos más tiempo libre que otras capas de la población y tenemos la necesidad de buscar actividades para ocupar todo este tiempo, de forma que se potencien las relaciones sociales e impulsen el talento y la creatividad. Sin embargo, en ningún momento se han ofrecido alternativas de actividades de ocio seguras ante el riesgo de contagios, a la vez que constructivas y sanas.

Esta falta de actividades no solo es propia de la pandemia. El ocio sano ya estaba fuera del alcance de los jóvenes de la clase trabajadora. La red pública de lugares de ocio es muy escasa y en muchos casos, los espacios que existen están vacíos de una programación de actividades atractivas para la juventud, ya que no se cuenta con nosotros a la hora de ofertarlas ni se nos deja intervenir en la gestión de los mismos. Generalmente, acceder a planes de diversión sanos y constructivos requiere un desembolso de dinero que no nos podemos permitir.

De esta forma, los jóvenes nos enfrentamos a una gran cantidad de tiempo libre con una oferta cultural y de ocio extremadamente reducida y fuera de nuestro alcance, lo que provoca que nos veamos obligados a refugiarnos a diario en las superficiales y adictivas redes sociales.

Además, los medios de diversión están simplificados hasta el punto de que la única referencia del fin de semana es la diversión a través del alcohol y las drogas, a lo que en los últimos años se le ha sumado las apuestas online, un negocio al alza con el beneplácito de la administración pública, y que en muchas comunidades autónomas, cuentan con menos restricciones que la hostelería. Por ejemplo en Andalucía, donde actualmente en una mesa de un bar se pueden sentar un máximo de 4 personas, en una mesa de juego pueden hacerlo hasta 6. Ya al inicio del otoño, se denunció públicamente que en algunas comunidades autónomas el cierre de los salones de juego se estableció más tarde que para el de la hostelería.

Es por tanto fundamental que los jóvenes de la clase trabajadora contemos con cines, bibliotecas, locales juveniles, centros culturales y polideportivos en cada barrio bien dotados y gratuitos al que puedan acceder desde pequeños. Ya que solo si desde edades tempranas los hijos de la clase trabajadora podemos contar con espacios y actividades atractivas, la juventud empezará a desligarse de actividades destructivas como el alcohol, las drogas, la comida basura y las apuestas.

¡Cuánto disfruta la burguesía y sus representantes políticos de la demonización de la juventud! Ahora con la pandemia, se nos traslada la responsabilidad de los contagios  para desviar la atención de las políticas que han llevado a cabo los gobiernos, que han priorizado los beneficios empresariales por delante de la salud.

Pero no sólo es así con la pandemia. Al sistema capitalista le interesa una juventud alienada, que no desarrolle plenamente sus capacidades y que obvie quienes son los culpables de sus problemas. ¡No caigamos en el juego demagógico de la burguesía! Esta generación de jóvenes está llamada a jugar un papel fundamental en los próximos acontecimientos revolucionarios. Debemos señalar al sistema capitalista como el verdadero culpable de la pandemia e incorporarnos masivamente a la lucha por una transformación socialista de la sociedad.

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