Lecciones de España

Los socialistas españoles consiguieron una victoria sensacional en las elecciones generales del 14 de marzo. Este resultado contradice todas las encuestas que pronosticaban una victoria del Partido Popular de Aznar. Este fue una transformación total y repentina de toda la situación. Representó un masivo cambio en el ambiente de las masas en sólo cuestión de días. Estos acontecimientos merecen la máxima atención porque reflejan los procesos fundamentales que están teniendo lugar a escala mundial.

Lo repentino de la transformación es un reflejo de la crisis general del capitalismo mundial que ahora afecta a todos los países del mundo.

El período actual de la historia mundial está caracterizado por una inestabilidad colosal y sin precedentes en todo el mundo. Se expresa en la gran volatilidad que existe a todos los niveles y que se manifiesta en giros repentinos y violentos en el ambiente, tanto de la clase dominante como de las masas. Sentimientos de desesperación se alternan con los de euforia. A los giros violentos a la derecha les siguen otros aún más violentos a la izquierda.

Tomado en su conjunto, este fenómeno es el reflejo de la crisis orgánica del capitalismo. Es mucho más que una simple crisis coyuntural de la economía. Tiene un carácter universal e incurable. En el fondo, expresa que las fuerzas productivas han superado los estrechos límites del estado nacional y de la propiedad privada.

La globalización era un intento de encontrar una solución a este callejón sin salida. Tuvo un efecto inicial, permitió a los capitalistas durante el último período eludir una recesión profunda, pero también ahora ha alcanzado sus límites. Todo esto lo único que ha conseguido es reproducir todas las contradicciones pero a una escala muy superior a la anterior. La globalización se manifiesta como la crisis global del capitalismo. Esto se expresa de muchas formas diferentes. Se expresa en crisis económica, financiera y monetaria, pero también en crisis políticas, diplomáticas y militares.

El terrorismo, que ha adquirido las características de una enfermedad crónica e incurable, es sólo otro síntoma de esta crisis. Concentrándose en el síntoma, mientras ignoran su causa raíz, la burguesía espera desviar la atención de las masas del callejón sin salida de su sistema. Intenta desesperadamente resolver con la fuerza bruta los problemas que plantea la crisis del capitalismo mundial.

Al intentar restaurar el «orden» con el uso de la aplastante fuerza militar, simplemente incrementan las convulsiones y las turbulencias, dotándolas de un carácter más violento y bárbaro. De este modo, la intervención militar en Iraq no ha solucionado nada y ha creado un caos aún mayor, y una inestabilidad que antes no existía.

El terrorismo y la guerra se alimentan entre sí y crean un ciclo infernal de acción y reacción. La barbarie en la que vive el Tercer Mundo desde hace décadas ahora se está extendiendo a los países capitalistas desarrollados. La masacre de Madrid es una terrible confirmación de esto y ha desencadenado inmediatamente una reacción en cadena que ha transformado toda la situación.

Una lección dialéctica

La dialéctica nos enseña que las cosas se convierten en su contrario, y lo hemos podido contemplar en el desastre electoral sufrido por la derecha del Partido Popular. José María Aznar tuvo una buena oportunidad para meditar sobre la corrección de la dialéctica el domingo 14 por la noche, cuando escuchó, pálido, las noticias de la derrota.
Incluso una semana antes el ambiente dominante entre la clase obrera era el pesimismo. ¡Ahora no! El ambiente de los trabajadores y los jóvenes españoles se ha transformado de la noche a la mañana. The Independent describe las escenas que siguieron al anuncio del resultado electoral:

“La calle que rodea la sede socialista en Madrid estaba llena de banderas rojas y blancas. ¡Zapatero presidente! gritaban sus seguidores. Los coches en la capital hasta primeras horas de la mañana tocaban las bocinas en señal de triunfo.”

¿Cómo explicamos este cambio tan importante? Sin duda el papel decisivo lo jugaron los atentados terroristas en los que murieron 200 personas y otras 1.500 resultaron heridas. Estos acontecimientos provocaron una enorme movilización del electorado. La participación fue muy alta, el 77%, 9 puntos por encima de las últimas elecciones generales de 2000 y que supusieron la mayoría absoluta del PP. Sin embargo, la previsión de que la masacre terrorista ayudaría al PP demostró ser completamente falsa. La población votó masivamente para echar al PP, esto demuestra una considerable madurez política y conciencia de clase.

Aznar y las encuestas no eran los únicos que suponían que el PP ganaría fácilmente las elecciones generales. Era la opinión general compartida por la mayor parte de la izquierda. Durante años la clase obrera española ha padecido un gobierno reaccionario de derecha que parecía no tener final. Había ambiente de pesimismo, incluso de fatalismo. Ahora todo ha cambiado y ha ocurrido en el espacio de un par de días.

La razón para este asombroso cambio de la situación es atribuible a una cosa y sólo a una cosa: la repentina erupción en escena de la clase obrera. Después de los ataques terroristas del jueves, el ambiente de la sociedad española atravesó una amplia gama de sentimientos -conmoción, tristeza, confusión, frustración y finalmente rabia-. La indignación de las masas finalmente se dirigió al propio gobierno.

El gobierno del PP tenía a su disposición el control de casi todos los medios de comunicación, utilizó este control con un asombroso cinismo para manipular la información. Realizaron una campaña sin precedentes de mentiras y distorsiones, diseñada para sembrar el pánico y poner a la opinión pública detrás del gobierno. Contrariamente a la opinión común de los intelectuales de izquierda que piensan que el control de los medios de comunicación representa un obstáculo insalvable para la transformación socialista de la sociedad, en el momento de la verdad, toda la propaganda de la prensa se quedó en nada. En realidad demostró ser completamente contraproducente.

Aznar cínicamente utilizó la masacre para intentar fomentar un ambiente de pánico y situar al electorado detrás de su partido basándose en la llamada «guerra contra el terrorismo». Las autoridades dijeron mentiras flagrantes y ocultaron los hechos, su intención era convencer a la opinión pública de que ETA era la responsable de la matanza. No querían que la población conociera la implicación de al Qaeda porque sabían que eso cuestionaría la decisión del PP de apoyar la guerra de Bush en Iraq.

Los dirigentes del Partido Socialista (PSOE) e Izquierda Unida (IU) neciamente se posicionaron detrás del gobierno y apoyaron el llamado a la «unidad nacional». Las manifestaciones de masas celebradas en el Estado español el viernes 15 reunieron a 11 millones de personas, sólo en Madrid se manifestaron más de dos millones. Pero incluso en estas manifestaciones, que se suponía que eran una expresión de la unidad nacional, había síntomas cada vez más evidentes de la desunión. Cuando Aznar apareció en la cabecera de la manifestación de Madrid junto con el Príncipe de Asturias, hubo silbidos de desaprobación en un sector de la multitud.

Según pasaban las horas se conocía que la versión del gobierno, que insistía en que ETA era la responsable, no era la única hipótesis. En la medida que la población comprendía que el ataque probablemente era obra de al Qaeda, la conmoción inicial se convirtió en indignación. En todas partes se podía escuchar: «¿Quién ha sido?»

La intervención de las masas

Las diferencias que ya se podían ver en las manifestaciones del viernes continuaron creciendo y cada vez eran más profundas. En las numerosas manifestaciones y vigilias del fin de semana se produjeron altercados entre diferentes sectores. La forma usual que tomaron estos enfrentamientos fue entre los jóvenes y los viejos, entre la clase obrera y la clase media. Se empezaba a revelar el principio de una diferenciación de clase en el movimiento de masas.

Los ataques del 11 de marzo golpearon directamente a la clase obrera. Los barrios afectados no eran el barrio burgués de Salamanca en Madrid, sino lugares como Vallecas y el Pozo del Tío Raimundo. Los muertos no eran banqueros o especuladores de bolsa, eran trabajadores que iban a trabajar y jóvenes de familias obreras que iban a sus lugares de estudio.

En los funerales no había corbatas y lazos. Las caras de dolor eran las caras de trabajadores normales, consumidos por la pena y sufrimiento. Eran personas a las que se obligó a pagar un precio terrible por acciones que van más allá de su control o comprensión.

En tiempos normales estas personas prestan poca o ninguna atención a la política. No prestan interés a los acontecimientos que se desarrollan en la escena mundial, porque éstos parecen remotos y distantes. No parecen afectar a su vida cotidiana o a la de sus familias. Pero ahora, como un rayo que cae desde un cielo azul, la crisis mundial ha irrumpido en la vida de hombres y mujeres normales, transformando su vida de arriba a abajo.

La población española votó masivamente para echar al PP principalmente porque llegó a la conclusión correcta de que la actitud servil de Aznar ante George Bush y su llamada «guerra contra el terrorismo», había puesto al Estado español en primera línea de fuego como objetivo de los radicales islámicos, y provocó directamente los devastadores ataques terroristas de Madrid. Sin embargo, nada de esto habría ocurrido sin la intervención directa de las masas.

Las manifestaciones convocadas por el PP se transformaron en manifestaciones anti-PP. El sábado, el movimiento empezó a tomar forma en ataques contra el propio PP. La población veía que Aznar y su gobierno estaban ocultando la información que apuntaba a la posible implicación de al Qaeda, por temor a que esto influyera en las elecciones. Esto provocó una explosión de indignación que se manifestó el sábado en manifestaciones delante de las sedes del PP.

Las imágenes de televisión mostraban escenas increíbles de personas -algunas de avanzada edad- enfrentándose a las fuerzas del orden público, discutiendo con policías armados. Estos últimos, claramente nerviosos, respondieron golpeando con las porras e incluso apuntando con armas a los manifestantes. Parecía existir el peligro de un enfrentamiento serio. Pero el elevado número de manifestantes, más de 10.000, finalmente obligó a la policía a contenerse.

Los portavoces del gobierno hicieron declaraciones diciendo que las manifestaciones eran «ilegales» porque se producían durante la jornada de reflexión (el día previo a las elecciones donde están prohibidas por ley todas las manifestaciones políticas). Esto demuestra cómo son realmente los dirigentes de la derecha. En estas circunstancias imaginar que las masas se sentarían con los brazos cruzados era algo absurdo. Estamos hablando del Estado español y cualquiera que esté familiarizado con las tradiciones de la clase obrera española no se sorprendería con lo ocurrido el sábado.

El intento de criminalizar a los manifestantes fue como boomerang. Los manifestantes gritaron en tono desafiante: ¡El pueblo no es ilegal! ¡Ilegalizar al Partido Popular! Se gritaron otras consignas que demostraban el enojo de la población: ¡Mentirosos! ¡Asesinos! ¡Decidnos la verdad! y siempre: ¡No a la guerra!

El ambiente de cólera de las masas se pudo ver en Barcelona donde los dirigentes del PP, Rato y Piqué, tuvieron que irse de la manifestación del Viernes 12 a la noche ante la hostilidad de la multitud. Acontecimientos similares se produjeron por toda España. El ambiente de pánico en el partido del gobierno se pudo ver en que éste recurrió a la Comisión Electoral, culpando a los partidos de la oposición de fomentar deliberadamente los ataques a las sedes del PP.

La comisión rechazó pronunciarse y remitió el caso a la fiscalía. Nadie había organizado las manifestaciones. Los trabajadores y los jóvenes que se congregaron frente a las sedes del PP lo hicieron espontáneamente, siguiendo las mejores tradiciones de la clase obrera española. Los dirigentes de la oposición no se veían por ninguna parte.

Fue este movimiento espontáneo de las masas lo que provocó la victoria histórica de los socialistas en las elecciones, ninguna otra cosa.

El papel decisivo de la juventud

Otro elemento importante en la ecuación fue la juventud que jugó un papel decisivo tanto en las manifestaciones como en el comicio. En estas elecciones había unos dos millones de personas que por primera vez podían votar. La juventud española se suponía que era apolítica y apática, pero participó masivamente en las elecciones y votó aplastantemente a favor de los socialistas.

El despertar de la juventud ha sido un factor vital en la situación. El Sindicato de Estudiantes (SE), dirigido por los marxistas, jugó también un papel clave en la organización, movilización y politización de la juventud. Reaccionó rápida y decididamente ante los acontecimientos y estuvo en la primera línea de las movilizaciones.

El día después de la masacre el SE convocó huelgas y manifestaciones en todo el país en las que participaron miles de jóvenes. Fue la única fuerza política que comprendió el potencial revolucionario de la juventud. Sin la intervención decisiva del SE, es posible que elementos de derecha e incluso fascistas pudieran haber tenido influencia entre los jóvenes, al menos en sus primeras etapas.

En Madrid, al principio de la manifestación convocada el viernes 12 por la mañana por el SE, algunos fascistas quisieron blandir sus banderas españolas, rápidamente los militantes del SE tomaron el micrófono y comenzaron a corear: «¡Unidad de obreros y estudiantes!» La declaración del SE se escuchó en un absoluto silencio y después los jóvenes rompieron en un estruendoso aplauso.

Las manifestaciones del SE se celebraron por toda España: 50.000 en Barcelona, 20.000 en Madrid, 10.000 en Salamanca, 10.000 en Gijón, 8.000 en Bilbao… La actitud combativa de los estudiantes marxistas estaba en sintonía con el ambiente combativo que existía en las calles. En todas partes los jóvenes aplaudieron con entusiasmo los comunicados del SE, y muchos eran la primera vez que asistían a una manifestación.

El papel del reformismo

Es una ley que cuando las masas entran en movimiento inevitablemente se expresan primero a través de las organizaciones tradicionales de masas. Si alguien tiene dudas sobre esto sólo tiene que mirar lo ocurrido en España. A pesar de que los dirigentes del PSOE no jugaron ningún papel en el movimiento de masas contra el PP, cuando los trabajadores buscaron una alternativa votaron en masa al PSOE. Incluso en Euskadi el PSOE ha aumentado el número de votos y parlamentarios, convirtiéndose en la segunda fuerza política después de los nacionalistas vascos del PNV.

José Luis Rodríguez Zapatero, que se convertirá en primer ministro, consiguió el 43% de los votos, con 164 de los 350 parlamentarios. Los socialistas cuentan con el apoyo de otros partidos de izquierda y de nacionalistas de izquierda que les permitirá formar gobierno aunque no tenga mayoría absoluta.

En realidad, el apoyo a los socialistas es mucho más grande de lo que sugieren los resultados. Los resultados electorales sólo dan una idea parcial de la situación real de las masas. Son sólo una fotografía de un ambiente que cambia continuamente. En el caso del Estado español, el ambiente de la población cambiaba por horas y cada vez estaba más en contra del gobierno.

Estas elecciones se celebraron tres días después de los atentados. El ambiente todavía era confuso. Los medios de comunicación, manipulados escandalosamente por el gobierno, todavía intentaban sembrar dudas sobre la verdadera autoría del atentado. Cuando se comprobó la participación de al Qaeda y quedó desenmascarada la manipulación informativa del PP, la indignación aumentó.

Sin embargo, para decir la verdad, los dirigentes socialistas son los más asombrados por el resultado electoral. ¡Siempre ocurre así! Los dirigentes reformistas no confían en la clase obrera y siempre se asombran cuando las masas les entregan el poder. De la misma forma, los dirigentes sindicales españoles se asombraron cuando los trabajadores respondieron masivamente a su convocatoria de huelga general de 15 minutos el viernes 12.

Hablemos claramente: la derrota del PP no tiene nada que ver con las acciones de la dirección del PSOE. Todo lo contrario, ésta última aceptó inmediatamente el llamado a la «unidad nacional» realizado por Aznar después de los atentados. Los dirigentes del PSOE hicieron el juego al PP. Si hubiera sido por ellos el PP todavía estaría en el poder. Lo que cambió todo fue el movimiento espontáneo desde abajo de la clase obrera.

Con las manos temblorosas Zapatero ha aceptado el poder que inesperadamente le ha entregado la clase obrera. En la noche del domingo dijo: «Hoy los españoles han hablado masivamente. Han dicho que quieren un gobierno de cambio. Gracias por esta confianza». Esto es correcto. La clase obrera le ha dado su voto y confianza a Zapatero. Pero esta confianza se basa en la idea de un gobierno socialista que rompa con el imperialismo norteamericano y retire a las tropas españolas de Iraq.

La juventud se congregó alrededor de la causa socialista. Además, los socialistas que se quedaron en casa la última vez, desilusionados con la política y el comportamiento de la dirección, salieron a votar para dar un lección al gobierno. Por lo tanto, no fue un voto de confianza a la dirección socialista, como imagina Zapatero, sino sobre todo un voto de protesta contra un gobierno de derecha odiado por su colaboración con el imperialismo norteamericano en la criminal guerra de Iraq.

Uno de los principales puntos del programa electoral de Zapatero es la retirada de los 1.300 soldados españoles de Iraq. Esta postura es apoyada por los otros partidos de la oposición al PP. Ahora es una cuestión candente y que se convertirá en un punto central para los jóvenes y trabajadores que, después de echar abajo al gobierno del PP, exigirán que el PSOE cumpla con lo prometido.

¿Cumplirán los dirigentes socialistas sus promesas? El discurso de Zapatero después de conocer la victoria del PSOE no parecía muy prometedor. Su estilo no era el de alguien que acaba de conseguir una asombrosa victoria. Más bien parecía un hombre que teme el poder que le han dado y quiere conjurar los espíritus de sus seguidores y reducir sus expectativas. Dijo que quería un «cambio tranquilo», lo que suena a nada de cambio.

El artículo de hoy del periódico The Independent: «Zapatero fue conciliador con su oponente, Mariano Rajoy, a quien describió como un «digno rival». El próximo primer ministro dijo que el resultado era «una victoria para todos»». Zapatero dijo que estaba decidido a luchar contra el terrorismo como hizo Aznar. Dijo que quería la «máxima unidad de todas las fuerzas políticas para continuar esa lucha». ¡Eso no es lo que millones de trabajadores que votaron al PSOE querían escuchar! En la manifestación de Barcelona, los políticos del PP fueron apabullados con el grito de: “¡Asesinos!”.

Implicaciones internacionales

La causa del resultado electoral hay que buscarla no en España, sino en la turbulenta arena de la política mundial. Las repercusiones de los acontecimientos en España no se limitarán a las fronteras españolas y tendrán consecuencias internacionales profundas.

Los resultados electorales fueron una aplastante derrota, no sólo para la derecha del PP y su dirigente, también para Bush y Blair. Aznar esperaba entregar el poder su sucesor, Rajoy. Igual que hizo Franco cuando pensaba que «todo estaba atado y bien atado». Pero estaba equivocado. Bush y Blair están muy preocupados porque puedan verse afectados por procesos similares. Y no están equivocados. Las masas en Gran Bretaña y EEUU siguen con gran interés los acontecimientos españoles.

Las masas han asestado un duro castigo al gobierno del PP por apoyar la guerra en Iraq. Esto ha encendido las señales de alarma en Londres y Washington. Bush y Blair han perdido a su aliado europeo de más confianza. Ahora aislado en Europa, excepto por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, Blair contempla la perspectiva de perder su mayoría absoluta, como le ha ocurrido a Aznar. La lección no ha pasado desapercibida para Tony Blair y su amigo de la Casa Blanca.

La administración Bush tiene más razones para estar alarmada. Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, el ambiente de la opinión pública estadounidense también es contraria a una guerra que parece no tener final. Temen que la derrota del PP suponga la retirada de España de Iraq. Eso incrementará las demandas de retiro de las tropas dentro de EEUU.

Esta mañana Zapatero ha dicho que la guerra en Iraq fue un desastre y avisó que España retiraría sus tropas en junio «si no cambian las cosas». Esta declaración sugiere que quiere cumplir su promesa, pero también tiene algunas cláusulas que podrían afectar al resultado. Ya Tony Blair dice que «las cosas están cambiando» en Iraq y que España no tendrá que retirarse.

También existe la posibilidad de alguna nueva maniobra de las Naciones Unidas, alguna resolución diseñada para «legalizar» la ocupación de Iraq y así tener una excusa para que las tropas españolas continúen allí. Los trabajadores y jóvenes españoles deben estar en guardia. Ante la más mínima señal de marcha atrás por parte del nuevo gobierno socialista deben movilizarse.

En las próximas semanas Washington y Londres van a ejercer una enorme presión sobre el gobierno de Madrid. Incluso antes de que se forme el gobierno los dirigentes del PSOE están sufriendo la presión de la clase dominante y del imperialismo. Zapatero recibirá llamadas telefónicas desde Londres y Washington, felicitándole por su éxito y recordándole sus «obligaciones internacionales». Con asombrosa arrogancia, incluso antes del anuncio de los resultados electorales, Powell y Rumsfeld advertían a los socialistas españoles que no debían retirar las tropas de Iraq y que debían continuar apoyando la «guerra contra el terrorismo».

Los imperialistas estadounidenses imaginan que tienen el derecho (un «destino manifiesto») para dictar lo que quieran a cualquier gobierno del mundo. A los estados débiles que no pueden luchar les dicen: «¡O lo hacen, o los bombardeamos!» «¡O lo hacen o los ocupamos!» Amenazan a Cuba y Venezuela. Ahora quieren hacerlo con España. Pero esto sólo servirá para aumentar el enojo del pueblo español.

Pero no será fácil para los dirigentes socialistas ignorar los deseos de sus seguidores. Estas elecciones han tenido lugar en el momento en que las masas entraban en acción. El genio ha salido de la botella. No será fácil que vuelva a entrar. Las masas darán al nuevo gobierno un margen de tiempo, pero Zapatero no tiene un cheque en blanco. Si no retira al ejército español de Iraq el escenario estará preparado para movilizaciones de masas.

Cualquier muestra de que el nuevo gobierno doble las rodillas ante Washington y Londres se encontrará con una explosión de oposición de los jóvenes y trabajadores, y también de la base del PSOE. Los dirigentes del PSOE se encuentran atrapados entre dos ruedas de molino. Han vuelto a aparecer las pancartas de ¡No a la guerra!. Cualquier intento del PSOE de romper su promesa provocará un gran furor.

¡Hace falta una política revolucionaria!

En estas circunstancias el Partido Comunista e Izquierda Unida (IU) deberían crecer. Pero en estas elecciones IU ha perdido terreno. Aunque el electorado de IU permanece más o menos estable, han perdido cuatro escaños y han conseguido sólo cinco. Han perdido sus escaños en feudos tradicionales como Andalucía y Asturias, es un serio revés.

En parte esto se puede atribuir al «voto útil», es decir, aquel que quiere echar al PP vota a los socialistas para no dividir el voto de la izquierda. Pero esto no explica todo. Es una ley que cuando la clase obrera tiene ante sí a dos partidos obreros, uno más grande y otro más pequeño, con un programa y política similar, los trabajadores votarán al más grande y el más pequeño tiende a desaparecer.

Si el PC defendiera una verdadera política comunista, radicalmente diferente a la política del PSOE, por lo menos, una capa de jóvenes y trabajadores más avanzados verían la diferencia y lo votarían. Pero en el momento actual, la diferencia no está en absoluto clara. Los dirigentes de IU han girado continuamente a la derecha y han abandonado el marxismo, adoptando un programa reformista.

En la reciente crisis que precedió a las elecciones, la posición de los dirigentes de IU apenas se distinguió de la adoptada por el PSOE. Inmediatamente apoyaron la «unidad nacional» reclamada por el PP. No mantuvieron una posición independiente y han pagado el precio de su oportunismo.

En las filas de IU y el PCE hay muchos comunistas honestos que quieren luchar por una política comunista. Deben exigir un cambio de rumbo. Si hay un momento adecuado para las ideas del marxismo es precisamente éste. La reivindicación de una política revolucionaria crecerá en los próximos meses y años, cada vez más gente comprenderá que sobre bases capitalistas no hay solución posible.

El escenario está preparado para nuevas explosiones, nacional e internacionalmente. Las masas están aprendiendo lecciones muy duras, pero lo hacen rápidamente. El deber de la tendencia marxista es caminar hombro con hombro con las masas, impulsar el movimiento hacia adelante, defender activamente una política y tácticas combativas. Sobre todo, es necesario ganar a la clase obrera, comenzando con los elementos más avanzados y los jóvenes, para el programa de la revolución socialista.

Ocurra lo que ocurra, no será un período tranquilo. El escenario está preparado para un movimiento a la izquierda aún más grande. Las ideas que hoy escucha una minoría, mañana encontrarán eco en un número cada vez mayor de personas.

Lenin en cierta ocasión dijo que el capitalismo es horror sin fin. Vimos la cara del horror en Madrid el pasado jueves. Pero hoy vemos otra cara: la cara de la clase obrera triunfante que ha asestado un duro golpe a sus enemigos, nacional e internacionalmente. En lugar de pesimismo ahora hay optimismo. En lugar de derrota hay nueva confianza en que podemos ganar. Armados con una política e ideas correctas, podemos ganar, no sólo en España, también en el resto del mundo.

Las lecciones de los últimos días en España deben estudiarlas cuidadosamente todos aquellos que desean comprender la naturaleza del período que estamos atravesando. Lo que ha ocurrido en España, mañana ocurrirá en Gran Bretaña, EEUU y en todos los demás países. ¡Debemos estar preparados!

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