La NUPES: Un grave error de la Francia insumisa
Tras las elecciones presidenciales de abril, la Francia Insumisa de Mélenchon ha alcanzado un acuerdo electoral amplio para las elecciones legislativas de junio con el Partido Socialista, el Partido Comunista y Los Verdes, que se ha quedado en llamar: Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES). Publicamos aquí la posición sobre esto de Révolution, la sección francesa de la Corriente Marxista Internacional.
Desde enero de 2021, Révolution, sección francesa de la Corriente Marxista Internacional, venimos apoyando la candidatura de Jean-Luc Mélenchon a las elecciones presidenciales. En aquel momento, la mayoría de nuestras críticas se centraban en el carácter reformista del programa de Francia Insumisa (FI). Ahora, ante las elecciones legislativas, nuestra crítica debe centrarse también en la estrategia que está aplicando la dirección de FI. Desde el punto de vista de la lucha contra la derecha y la clase dominante, la «Nueva Unión Popular Ecológica y Social» (NUPES) es un grave error.
Para empezar, descartemos el argumento de que la NUPES debe ser una buena idea solo porque la derecha lo critica violentamente. En realidad, la derecha no deja, en todas las circunstancias, de fustigar a la izquierda en general, y a la FI en particular. En la perspectiva de las elecciones legislativas, trata de explotar las contradicciones internas de la NUPES, para socavar su potencial electoral. Trata de asustar a los votantes de Jadot (Verdes), Hidalgo (PS) y Roussel (PCF), diciéndoles, en definitiva: «Vosotros, gente de bien, no debeis a apoyar esta alianza con el populismo, el putinismo y el islamo-izquierdismo de Mélenchon», etc. Para reforzar sus argumentos, los políticos de derechas se dan un aire serio y escandalizado. Esta pantomima se reproducirá una y otra vez en los platós de televisión durante las próximas seis semanas. No es serio deducir que la NUPES es una idea brillante que aterrorice a la burguesía francesa.
Contenido
«Rencores» y traiciones
Para defender a la NUPES, Mélenchon pide a sus partidarios que no guarden «rencor» a los dirigentes del PS, los Verdes y del PCF, que trabajaron para eliminar de la carrera presidencial al candidato de la FI el 10 de abril. Este argumento psicológico es muy débil, porque ignora totalmente las causas políticas profundas del descrédito masivo que ha golpeado a las direcciones del PS, los Verdes y del PCF. Este descrédito no sólo proviene de la actitud de estas direcciones durante la campaña presidencial; también y sobre todo proviene de una experiencia de varias décadas, hecha de renuncias y traiciones de «la izquierda». Es a la luz de esta experiencia y de la orientación actual del PS, de los Verdes y del PCF como hay que juzgar la NUPES, y no desde una psicología política barata.
Desde el «giro de la austeridad» de 1982-83, bajo la presidencia de François Mitterrand, el PS no ha dejado de desviarse hacia la derecha.[1] Llegados a este punto, ya no está claro qué distingue a los dirigentes del PS de los del LREM (Macron), en el plano ideológico. Además, un cierto número de dirigentes del PS se han adherido a la LREM, y otros se están preparando para hacerlo. Por su parte, la dirección del PCF ha secundado la deriva derechista del PS como un perro sigue a su dueño: la supervivencia de su «red de representantes electos» (tejida en alianzas con el PS) dependía de ello. Pero ya se sabe que la red de representantes electos pesa mucho más en el corazón de los dirigentes del PCF que las ideas de Marx y Lenin. Por último, los dirigentes de los Verdes se adaptaron sin dificultad a esta situación. Estos defensores incondicionales del «libre mercado» se aprovecharon cínicamente de la crisis medioambiental, no para salvar el planeta, sino para construir, alimentar y regar su propia red de cargos electos.
Entre 1997 y 2002, todas estas personas se encontraron en el gobierno de la «izquierda plural», dirigido por Lionel Jospin, y llevaron a cabo una política de privatizaciones masivas, entre otras medidas reaccionarias. Las elecciones presidenciales de abril de 2002 fueron el último golpe político: eliminación del PS en la primera vuelta; debacle del PCF (3,4%); clasificación de Jean-Marie Le Pen para la segunda vuelta; reelección de Jacques Chirac. Diez años más tarde, bajo la presidencia de François Hollande, un nuevo gobierno «de izquierdas» (PS y Verdes) reforzó aún más las renuncias y las traiciones. En el contexto de una profunda crisis económica, Hollande lanzó varias ofensivas contra la juventud y los trabajadores, como la primera Ley del Trabajo. En cuanto a la dirección del PCF, a pesar de no participar en este gobierno, se mostró incapaz de romper con el aparato «socialista». En las elecciones locales, multiplicó las alianzas con el PS, pese al enorme descrédito que éste sufría.
Este fue el contexto general de la aparición y el éxito de la FI en 2017. A los ojos de millones de jóvenes y trabajadores radicalizados por la crisis del capitalismo, la FI ofrecía la perspectiva de una ruptura con las políticas de austeridad que la «vieja izquierda» había decidido aplicar. El propio Mélenchon no dejó de fustigar a esta «vieja izquierda», y en particular al PS. A pesar de los titubeos y errores hacia la derecha, en los últimos cinco años la FI ha conservado una base social masiva, y Mélenchon cuenta con el apoyo de una mayoría muy amplia de las capas más conscientes de la juventud y de los trabajadores.[2] Con un 22% de los votos el 10 de abril, la FI consolidó su abrumador dominio en la izquierda. El PCF ha intentado «contabilizarse»: 2,3%. El «centro-izquierda» fue aplastado: 4,6% para los Verdes, 1,7% para el PS.
Pesca de los náufragos
Esta es la contradicción central de la NUPES: mientras que la elección presidencial marcó una nueva etapa de polarización política (hacia la derecha y hacia la izquierda), la dirección de FI optó por ir a contracorriente (que la llevó al 22%) y «tender la mano» no sólo al PCF, sino también al PS y a los Verdes. Sin ella, y sin el acuerdo al que se llegó, todos se veían amenazados con desaparecer de la Asamblea Nacional, lo que habría supuesto su quiebra total, en todos los sentidos de la palabra (incluido el financiero).
Observando el historial político del Partido Socialista y de los Verdes en las últimas dos décadas, cabe preguntarse cómo afectaría su quiebra a los intereses de la clase trabajadora. La misma cuestión se plantea, por desgracia, con respecto al PCF.[3] La realidad es que los tres grandes náufragos se han «salvado» temporalmente. El FI los rescató y les dio un número impresionante de circunscripciones: 220 en total, de las cuales más de 60 se consideraban «factibles de ganar». En el aparato de dirección de la NUPES están descorchando el champán, levantando una copa por el emotivo reencuentro de «toda la izquierda«, e invitando a la gente de bien a hacer lo mismo, a liquidar los viejos «rencores» y a celebrar este acontecimiento «histórico«.
Esta tragicomedia suscita el apoyo de una parte de los militantes y simpatizantes de la FI. Ven en ella una posibilidad de vencer a la derecha. Esperan que si no pueden ocupar el Elíseo, Mélenchon ocupe Matignon (la residencia del primer ministro). Podemos entenderlo. Pero hay que abrir los ojos: dado el descrédito masivo que han sufrido el PS, los Verdes y el PCF, es probable que la NUPES no despierte mucho entusiasmo entre los millones de votantes abstencionistas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, ni entre los millones de trabajadores, pobres y desempleados que, como reacción a las traiciones de la «izquierda tradicional», pasaron a constituir una clara mayoría de los votantes de RN de Le Pen. Finalmente, incluso entre los 7,7 millones de votantes de Mélenchon el 10 de abril, la NUPES no despertará el entusiasmo general, especialmente en las 220 circunscripciones cedidas a los tres náufragos de las elecciones presidenciales.
El «acuerdo programático»
En la medida en que contradice la dinámica política más profunda del electorado popular, la NUPES probablemente no tendrá mayoría en la Asamblea Nacional el próximo mes de junio. Además, conviene ir más allá: incluso si la NUPES gane las elecciones legislativas, Mélenchon no podrá apoyarse en esta mayoría para aplicar su programa, porque la mayoría de los diputados verdes y socialistas no resistirán 48 horas a la presión de la clase dirigente, que se opondrá firmemente a la aplicación de este programa.
Se nos dirá que los Verdes y el PS han firmado un «acuerdo programático» con el FI, no sólo un reparto de circunscripciones. Pero, de nuevo, si los Verdes y el PS han firmado muchas cosas que nunca habrían firmado hace un mes, es sólo porque se vieron amenazados por la quiebra total. El llamado «acuerdo programático» no se basa en las convicciones de los dirigentes del PS y de los Verdes; se basa únicamente en su miedo a desaparecer, políticamente. Una vez elegidos, los diputados verdes y socialistas recuperarán su «libertad». Inventarán razones de peso para romper el acuerdo programático. Hay que ser muy ingenuo para no entenderlo, y para conceder el más mínimo crédito a las declaraciones de los «negociadores» de la FI que, para disimular lo evidente, dicen estar muy impresionados por el deslumbrante giro a la izquierda de los Verdes y los Socialistas en las últimas semanas. Estas declaraciones de los dirigentes de FI completan la transformación de esta tragicomedia en una mala farsa.
En realidad, no son los Verdes y el PS los que están girando a la izquierda; es la dirección de FI la que está girando a la derecha. Los dirigentes de la FI pueden declarar lo que quieran; incluso pueden tatuar el retrato del Che Guevara en el hombro de Olivier Faure (dirigente del PS), si quieren; el hecho es que los textos de los «acuerdos» reflejan no sólo las «concesiones» de los Verdes y del PS, sino también las concesiones (a la derecha) de los dirigentes de la FI.[4] Al salvar a los Verdes y al PS del ahogamiento, la FI se ha desplazado hacia la derecha: ese es el balance de este hecho.
La NUPES sólo puede socavar el capital político acumulado por la FI en las capas más radicalizadas de la juventud y de nuestra clase. Además, complica seriamente la posibilidad de que la FI gane un mayor apoyo entre los millones de trabajadores, desempleados y pobres que, ante las sucesivas traiciones del PS, los Verdes y el PCF, se han refugiado en la abstención o en el voto a RN. En definitiva, este error sitúa a la FI en la misma trayectoria que Podemos y Syriza; si no se corrige a tiempo, la FI correrá la misma suerte.
Consecuencias
El argumento es el siguiente: «sin la NUPES, la derrota de la FI era prácticamente segura, en las elecciones legislativas». No afirmamos lo contrario. Dado el resultado de las elecciones presidenciales, una victoria de la FI, bajo su propia bandera, era muy poco probable. Y por una buena razón: en las elecciones presidenciales, la «izquierda radical» (FI, PCF, LO y NPA) obtuvo un total de 1,3 millones de votos más entre 2017 y 2022, pero la extrema derecha obtuvo 2 millones de votos más. En otras palabras, la polarización a la derecha fue más rápida que la polarización hacia la izquierda. Además, hubo 2,3 millones más de abstencionistas que en 2017.
Semejante dinámica política (vinculada, en parte, a los errores de la dirección de FI desde 2017) difícilmente podrá revertirse en los dos meses que separan las elecciones presidenciales de las legislativas. Pero no es cierto que la NUPES resuelva este problema. Por el contrario, lo agrava, porque empeora y amplifica los errores hacia la derecha cometidos por la FI en los últimos años. A pesar del rechazo masivo a Macron, en el país, la NUPES tendrá la mayor dificultad para revertir la dinámica electoral vista en las urnas, el 10 de abril. Los beneficios electorales de la «unidad» probablemente se verán compensados por los efectos negativos (electoralmente hablando) del giro a la derecha de la FI. Sobre todo, más allá de su devenir electoral, la NUPES menoscaba la capacidad de avance de la FI entre los sectores más explotados y oprimidos de la población.
En cambio, una campaña ofensiva de la FI, con un programa radical y bajo su propia bandera, le habría permitido sin duda aumentar significativamente su grupo parlamentario, y esto sin comprometerse en una alianza nacional con partidos desacreditados. La FI habría reforzado su condición de oposición de izquierdas negándose a comprometerse con la orientación de derechas de los Verdes, el PS y el PCF. Esta era (y sigue siendo) una de las condiciones para que la FI pueda desempeñar un papel positivo, en los próximos años, en la lucha contra la derecha y la extrema derecha.
Nota final sobre el NPA:
Estábamos a punto de publicar este artículo cuando nos enteramos de que el Nuevo Partido Anticapitalista no se uniría a la NUPES. De hecho, la participación de la dirección del NPA en las negociaciones con la FI, desde el principio, supuso un descarado oportunismo. Para justificar el fracaso de estas negociaciones, la dirección del NPA pretende que se descubra, al final del proceso, que la composición política y el contenido programático de la NUPES marcan un giro a la derecha con respecto a la campaña de Jean-Luc Mélenchon. La realidad es más sencilla: la FI no propuso ninguna circunscripción «viable» al NPA. Como siempre, el NPA combina espectacularmente errores ultraizquierdistas (la candidatura de Poutou) y errores oportunistas («frente republicano contra la RN» y «negociaciones» con la FI para integrarse en la NUPES).
[1] En realidad, la deriva derechista del PS comenzó unos años antes del «giro de austeridad» de 1982-83. Pero esto marcó una etapa decisiva, a los ojos de las masas, porque ya no era una cuestión de documentos programáticos, sino de política gubernamental.
[2] Apoyo más o menos crítico, pero apoyo, al fin y al cabo, en relación con el descrédito de los demás partidos de izquierda.
[3] El programa oficial del PCF es claramente más de izquierdas que el de los Verdes y el PS. Pero en términos concretos, la campaña electoral de Fabien Roussel supuso un salto cualitativo en la larga deriva derechista del PCF. Roussel coqueteó a sabiendas con la retórica reaccionaria, bajo el pretexto de hablar «al pueblo». Muchos jóvenes y trabajadores estaban disgustados (y con razón) por esta lamentable campaña electoral, que corrobora la actual orientación de la dirección del PCF: hacia la derecha.
[4] Para hacerse una idea, basta con comparar el acuerdo firmado con el PCF y el acuerdo firmado con el PS. En la primera, se incluye la revalorización «inmediata» del SMIC a 1400 euros netos; en la segunda, ha desaparecido la palabra «inmediata«, lo que sitúa la revalorización en una fecha indeterminada. En la primera, tenemos «la recuperación de la jubilación a los 60 años para todos«; en la segunda, sólo tenemos «el derecho a la jubilación a los 60 años para todos, con especial atención a las carreras largas y discontinuas y a los trabajos laboriosos«: una formulación deliberadamente vaga, que sugiere que este «derecho» podría estar subordinado a la duración de las carreras, a la laboriosidad del trabajo, etc. En el primero, tenemos una «auténtica planificación ecológica y democrática«; en el segundo, sólo tenemos «un enfoque de planificación«. Y así sucesivamente. Se intuye que los «negociadores» han sopesado minuciosamente cada una de las fórmulas, con la esperanza de enmascarar los giros a la derecha que contiene el acuerdo firmado con el PS.
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