¡Mubarak ha caído! – ¡Revolución hasta la victoria!
Este es el resultado del movimiento maravilloso de las masas, que se ha enfrentado a las armas y a las porras de la policía y valientemente ha resistido cada ataque de las fuerzas de la reacción. Es la culminación de dos semanas de lucha revolucionaria que ha sido una inspiración para todos nosotros.
Ayer, la masa de los manifestantes pensaba que había ganado. Pero las últimas 24 horas convencieron a las masas que todas las negociaciones y compromisos no llevaban a ninguna parte. Eso explica por qué hoy vino más gente que nunca a la protesta: porque se extendía la idea de que nada excepto un levantamiento popular llevaría a la caída de un odiado y despreciado autócrata. Anoche, antes de que Mubarak hablara en la televisión, un manifestante en la plaza Tahrir dijo a la BBC:
- «Me quedaré aquí hasta que él vaya. Si no se va, mañana será un día muy difícil para Mubarak».
Mañana ya ha llegado.
Ya en la madrugada, miles de personas convergían en la plaza Tahrir, listas para una confrontación decisiva con el régimen. Los acontecimientos se han movido con la velocidad de la luz. El movimiento se estaba radicalizando hora a hora. Los manifestantes estaban «más envalentonados y más decididos de un día para otro», Ahmad Salah, un activista egipcio, dijo a Al Jazeera. «Este es un movimiento creciente, no está reduciéndose». Los presos políticos están siendo puestos en libertad. Pero todavía hay un número indeterminado de personas desaparecidas, incluyendo activistas detenidos durante los recientes disturbios. Grupos de derechos humanos afirman que el ejército egipcio ha estado involucrado en la detención ilegal y, a veces, en la tortura de manifestantes.
El estado de ánimo era una mezcla de enojo y desafío. Ayman Mohyeldin de Al Jazeera en El Cairo informó ayer que en la ciudad noreste de Port Said al menos cinco edificios gubernamentales, entre ellos la oficina del gobernador y la oficina de la vivienda pública, fueron incendiados en dos días consecutivos de disturbios. La gente ha estado bloqueando las carreteras, ha habido enfrentamientos, y un gran número de personas fueron a la plaza de la Liberación. Nadie sabe el número real de los que participan hoy, pero los manifestantes han estado en las calles de todo Egipto en millones.
En las provincias, las cosas fueron más lejos incluso que en El Cairo. En Suez, donde el movimiento ha sido particularmente radical, y donde las víctimas han sido particularmente numerosas, la gente ocupó todos los edificios oficiales. En Asyut, donde decenas de miles de personas han salido a las calles, se han hecho cargo de la sede del partido del gobierno y otros edificios oficiales.
En El Arish, en el norte de Sinaí, donde decenas de miles se manifestaron, una multitud de cerca de mil jóvenes se separó de la manifestación y entabló batallas campales con la policía, atacando las comisarías con cócteles molotov.
En Alejandría, una multitud de por lo menos 200.000 personas se congregó frente al Palacio Ras-el-Tin y confraternizaron con los que distribuyeron alimentos entre los manifestantes. Damietta, una ciudad situada en el lugar donde el Nilo se encuentra con el mar, tiene una población de alrededor de un millón. De estos, 150.000 estaban en las calles el día de hoy, cercando las comisarías de policía y asediando edificios gubernamentales. Informes similares vienen de todo Egipto.
Había furia en las calles contra la propaganda mentirosa de los medios de comunicación. Anoche en el programa de la BBC Newsnight, el director adjunto del órgano oficial del régimen, Al Ahram, se disculpó al pueblo y se comprometió a imprimir informes veraces de las manifestaciones:
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«La gente está enojada con nosotros», admitió. «Incluso he recibido llamadas telefónicas amenazando con quemar el edificio».
Los manifestantes en El Cairo rodearon el canal de la televisión central que estaba protegida por paracaidistas. Pero la actitud de las tropas ha sido amistosa y de confraternización. Según un testigo presencial, había un comandante paracaidista sonriendo y estrechando la mano con los manifestantes, los cuales le dijeron al oficial:
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«Los paracaidistas están bien, pero no queremos a la Guardia Presidencial. Él les devuelve la sonrisa. Todos los soldados que están al otro lado de la cerca que rodea el edificio de la TV miran con simpatía hacia los manifestantes. Es una escena muy emotiva».
Había rumores constantes acerca de una marcha al palacio del Presidente. Anoche, varios cientos de manifestantes se fueron de la plaza Tahrir en El Cairo para marchar hacia el palacio, a unos 15 kilómetros de la plaza. El palacio estaba siendo defendido por el Ejército y la élite de la Guardia Presidencial. Algunos comentaristas especularon que, aunque el Ejército no abriría fuego, la Guardia podría hacerlo, en cuyo caso podría haber habido un enfrentamiento entre el Ejército y la Guardia.
Pero según los informes, en lugar de disparar a los manifestantes, el Ejército estaba sirviéndoles desayunos. La CNN informó que los soldados y la multitud estaban vitoreando los unos a los otros. En un gesto preñado de significado, los tanques volvieron sus cañones en sentido contrario de los manifestantes, que respondieron con ovaciones desenfrenadas. Un soldado salió de un tanque y colgó una bandera egipcia en el cañón de su arma.
Maniobras por arriba
Para poner estos acontecimientos en su contexto: el primer indicio de que algo estaba pasando en la cumbre fue cuando el jueves 10, el Consejo Supremo de los militares se reunió, en ausencia del Comandante en Jefe, Hosni Mubarak, y anunció en la televisión estatal que «apoyaba las reivindicaciones legítimas del pueblo». En realidad, las auténticas decisiones fueron tomadas, no por el Consejo del Ejército, sino en las calles y en las fábricas. Después de semanas de mantenerse al margen, la casta oficial ha sido sacudida por las acciones de la clase obrera y el pueblo revolucionario.
El Consejo se encontraba en sesión permanente «para explorar las medidas y arreglos que podrían hacerse para salvaguardar a la nación, sus logros y las ambiciones de su gran pueblo». AFP citó a una fuente del ejército diciendo: «Estamos esperando órdenes que hagan al pueblo feliz». A las 3.34 de la tarde la euforia se había apoderado de la muchedumbre en la plaza Tahrir. La gente estaba vitoreando embravecida, pidiendo una vez más la caída del régimen de Mubarak y gritando «el ejército y el pueblo están juntos, el Ejército y el pueblo están unidos».
El General Hassan al-Roueini, el comandante militar de la zona de El Cairo, dijo a miles de manifestantes en el centro de la plaza Tahrir: «Todas vuestras reivindicaciones serán cumplidas hoy». Y ya que la primera reivindicación era la desaparición de Mubarak, naturalmente, la gente asumió que el Presidente había sido depuesto.
Un alto mando militar que prefirió permanecer en el anonimato dijo a Ahram on-line que el Consejo Supremo se había hecho cargo de la autoridad en el país, «durante un período transitorio», cuya duración debía ser determinado más tarde. Cuando se le preguntó acerca de lo que esa medida significaba para el Presidente, el Vicepresidente y el Primer Ministro, el alto mando militar dijo que «esta es gente que no tiene poder sobre las Fuerzas Armadas».
Un miembro de alto rango del partido gobernante de Egipto dijo a la BBC que «esperaba» que el presidente Hosni Mubarak transfiriera el poder al vice-presidente Omar Suleimán. Sin embargo, ya había algunos indicios de que Mubarak no estaba dispuesto a irse silenciosamente. Una hora más tarde estaban circulando mensajes contradictorios. Reuters citó al ministro de información de Egipto, Anas el-Fekky, diciendo:
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«El presidente sigue en el poder y no dejará el cargo. El presidente no va a dimitir y todo lo que se oiga en los medios de comunicación son rumores». Se decía que Mubarak todavía estaba «negociando la posibilidad de entregar el poder a Suleimán». Un funcionario egipcio dijo a Reuters: «Todavía no está decidido… aún está siendo negociado».
Pero, ¿Qué había que negociar?
La pequeña sorpresa de Mubarak
El presidente Hosni Mubarak tenía una pequeña sorpresa preparada. Su decisión de no dimitir, evidentemente, vino como un duro golpe a los jefes militares egipcios y a Washington. El director de la CIA, León Panetta, había hablado como si la dimisión ya fuera un hecho y una resolución de la crisis estuviera garantizada. Otras fuentes en El Cairo hablaron en el mismo sentido. Al otro lado del Océano Atlántico, el Presidente Obama, con su sentido habitual de la retórica de un actor, habló de un «momento histórico» que se estaba preparando «ante nuestros ojos».
Una vez más el viejo engañó a todos. Mubarak estaba siguiendo su propia agenda. Muchos se preguntaban cuál podía ser su motivación. Estaba bajo una intensa presión de todos los lados para que dimitiera rápidamente. Los estadounidenses estaban aterrorizados de que si no se iba pronto, la situación, que ya estaba escapándose de las manos, se volvería mucho peor. En lugar de simplemente cambiar algunas caras en la cúspide, la intervención directa de las masas se llevaría todo de calle; todo el régimen caería, y con él los últimos vestigios de la influencia de EE.UU. en Egipto.
El problema era que Mubarak también estaba oyendo otras voces. La monarquía saudí, aún más corrupta, podrida y reaccionaria que el régimen de Mubarak, está aterrorizada y se da cuenta de que ahora que su amigo en El Cairo se ha ido, ellos podrían ser los siguientes. Han estado ofreciendo grandes sumas de dinero a Egipto, pero a condición de que Mubarak se quedara a toda costa. Los israelíes están igualmente aterrorizados de las consecuencias de perder su fiel aliado egipcio, el hombre que les ha permitido vender el llamado Plan de Paz –ese engaño atroz– al mundo. Estaban suplicando ansiosamente a todo el mundo que dejaran de criticar al presidente egipcio.
Pero las voces más influyentes fueron las que salían de la cabeza del Presidente. Estas le decían que era grande, que era bueno, que él sabía mejor que nadie qué era lo mejor para Egipto… Al igual que los monarcas absolutos de la antigüedad, se considera a sí mismo por encima de la ley, los parlamentos, los partidos y los generales. Se consideraba a sí mismo la encarnación de la nación y el juez supremo de la Voluntad del Pueblo. Anoche, mientras hablaba en un tono calmado y comedido, con su rostro tan inexpresivo y pétreo como la máscara funeraria de un faraón, daba la impresión de un hombre que había perdido todo contacto con la realidad.
El pueblo de Egipto, sin embargo, reaccionó al discurso de Mubarak, entre otras cosas, con una especie de humor negro que a menudo esconde un mensaje serio. Aquí hay un ejemplo:
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«El ministro del interior pide a Hosni Mubarak que escriba una carta de despedida al pueblo egipcio. Mubarak responde: ¿Por qué? ¿Adónde se van?».
Las multitudes que se reunieron en la plaza Tahrir con banderas egipcias, esperando con impaciencia la noticia de su dimisión, escucharon con incredulidad mientras repetía los tópicos de siempre: que simpatizaba con los jóvenes de Egipto, que lamentaba los errores del pasado, que lloró por la sangre de los mártires y prometió castigar a los responsables de su muerte (sobre este punto, el Padre del Pueblo ni siquiera se ruborizó), y prometió una vida nueva y mejor… pero no dimitió.
La conmoción se volvió ira. Una furia fría se apoderó de las masas, una furia aún más intensa debido a las grandes esperanzas que antes se habían despertado por los rumores. Todos los planes de los militares egipcios repentinamente se volvieron ruinas. En lugar de una «transición controlada», Egipto de nuevo se sumió en una vorágine revolucionaria.
Papel clave del movimiento huelguístico
El elemento decisivo en la ecuación revolucionaria, que finalmente forzó la salida de Mubarak, fue la intervención de la clase obrera. Esta es la respuesta a todos esos señores y señoras «inteligentes» que argumentaban que los trabajadores no eran revolucionarios o, incluso, que la clase obrera no existía. En los últimos días, por todo el país los trabajadores y los sindicatos se han unido a las protestas. A nivel nacional la huelga dio un nuevo e irresistible impulso a las manifestaciones de masas en El Cairo y otras ciudades.
En todo Egipto los obreros entraron a la acción con más de 20 huelgas en los ferrocarriles y también en la industria textil, entre enfermeros y médicos, en un hospital, y en fábricas tanto estatales como privadas. Las cifras se cuentan en decenas de miles y están aumentando todo el tiempo. El miércoles hubo una oleada de huelgas en Kafr El-Zaiat, Menoufeya y la zona del Canal de Suez. El Centro de Sindicatos y Servicios de Trabajadores (CTUWS, según sus siglas en inglés) informó que en la ciudad textil de Mahalla, más de 1.500 huelguistas bloquearon las carreteras y 2.000 obreros de la empresa farmacéutica Sigma en Quesna se declararon en huelga.
En Giza, cientos de mujeres y hombres jóvenes celebraron una protesta frente a la oficina de la gobernación de Giza exigiendo una vivienda. En la ciudad de Asyut, 7.000 empleados de la Universidad de Assiut protestaron, expresando su enojo por no trabajar con contratos fijos y por los bajos salarios. Los manifestantes exigían los mismos derechos que los empleados fijos. Otros 200 empleados de la Compañía Petrolera de Assiut continuaron su protesta desde ayer frente a la sede de la empresa, donde habían pasado la noche. Los manifestantes dijeron que se negaban a moverse hasta que se les dieran contratos decentes.
En la gobernación de Qena, 200 empleados de Siyanco se declararon en huelga para el día, exigiendo que se aplicaran las directrices financieras con igualdad para todos. Miles de trabajadores petroleros fueron a la huelga y protestaron en diferentes partes del país. En Ismailia, los empleados de la Universidad del Canal de Suez, Petrotrade y los hospitales generales exigieron mejores condiciones laborales y contratos adecuados. En Asuán, en el sur de Egipto, 300 empleados del Principal Bank for Development and Agricultural Credit protestaron contra la corrupción.
Telecom de Egipto, una de las compañías de telecomunicaciones más grande del país, también fue testigo de protestas generalizadas frente a sus distintas sedes por todo el país en los últimos dos días. Los trabajadores están pidiendo contratos adecuados y mejores salarios. En El Cairo, 700 empleados del hospital Mukattam, incluyendo médicos y enfermeros, realizaron una protesta para exigir mejores salarios y contratos laborales apropiados.
Los médicos y los enfermeros han estado en huelga y manifestándose. En el hospital de Ain Shams, unos 1000 empleados protestaron exigiendo mejores salarios y contratos y un seguro de salud para el personal del hospital. Incluso los actores han estado protestando en contra de su sindicato, exigiendo la renuncia de su líder, Ashraf Zaki, y que el fiscal general inicie una investigación sobre corrupción.
Ayer (jueves) miles de estudiantes de medicina, médicos vestidos con batas blancas y los abogados en sus vestiduras negras, marcharon por el centro de El Cairo y fueron aclamados por los manifestantes pro-democracia al entrar en la plaza Tahrir. Tiene un buen nombre. Es, desde luego, la plaza de la Liberación. A ellos se unieron artistas y trabajadores del transporte público, incluidos los conductores de autobús, todos los cuales se han sumado a las huelgas. El movimiento está creciendo.
Muchas de estas huelgas son de carácter económico. ¡Por supuesto! La clase obrera está presionando por sus reivindicaciones inmediatas. Es decir, ven la revolución como un medio de lucha no sólo por la democracia formal, sino por mejores salarios, mejores condiciones de trabajo, en definitiva, por una vida mejor. Están luchando por sus propias reivindicaciones de clase. Y esta lucha no va a cesar porque Hosni Mubarak ya haya dejado el Palacio Presidencial.
Pero estas son también huelgas políticas. Mubarak se ha ido, pero los trabajadores han estado exigiendo que el injusto sistema sobre el que él descansaba también debe irse. Los trabajadores están planteando la cuestión de la democracia en las fábricas y en los sindicatos. La federación sindical oficial del gobierno, la Federación Egipcia de Sindicatos (el único sindicato legal), apoyaba a Mubarak. Pero ha desaparecido. Los huelguistas exigen la eliminación de la vieja dirección. El 30 de enero se creó en muchas ciudades una nueva federación, la Federación de Sindicatos Egipcios (FETU), tanto del sector público como privado.
Los trabajadores prepararon el terreno
Recordemos que la Revolución egipcia ha sido preparada por el mayor movimiento huelguístico del que Egipto ha sido testigo en más de medio siglo. De 2004 a 2008, más de 1,7 millones de trabajadores participaron en más de 1.900 huelgas y otras formas de protesta. En los últimos tiempos se han producido 3.000 huelgas, incluyendo a todos los sectores, tanto gubernamentales como privados. Muchas de ellas tuvieron éxito, lo que llevó a aumentos salariales. Sin embargo, una mejora del nivel de vida ya no era suficiente para satisfacer a los trabajadores.
Miles de trabajadores de la Fábrica de Tejidos e Hilaturas de Mahalla se declararon en huelga el jueves para exigir mejores salarios. Según el CTUWS, 24.000 trabajadores participaron en la protesta. Los trabajadores del turno de la mañana se sumaron a sus colegas del turno de noche y se reunieron esta mañana frente a la sede de la empresa, donde se anunció la huelga y su solidaridad con los manifestantes en la Plaza Tahrir.
Los trabajadores de las fábricas textiles del gobierno de El Mahalla al-Kubra y decenas de miles más en pequeñas fábricas privadas son el alma del movimiento obrero egipcio. Los eventos en Mahalla el 6 de abril de 2008 cambiaron todo. Decenas de miles de personas de esta ciudad de medio millón de habitantes salieron a las calles. «Nuestras consignas ahora no son reivindicaciones sindicales», dijo Mohamed Murad, un trabajador ferroviario, coordinador sindical y político de izquierda. «Ahora tenemos unas reivindicaciones más generales por el cambio».
La policía abrió fuego, matando a dos personas, y las multitudes recorrieron las calles, prendiendo fuego a edificios, saqueando tiendas y lanzando ladrillos a la policía. Los manifestantes derribaron y pisotearon un retrato gigante de Mubarak en la plaza central.
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«Este levantamiento fue el primero en romper la barrera del miedo en todo Egipto», dijo Murad. «Ese viernes, la gente controlaba la ciudad. […] Nadie puede decir que Egipto fuera el mismo después».
No hay duda de que estas huelgas han desempeñado un papel clave para romper el miedo del resto de la gente, empezando por los propios trabajadores. El 6 de abril, el movimiento juvenil surgió del movimiento de los trabajadores.
El ejército
Los acontecimientos de ayer ya pusieron de manifiesto que el Estado Mayor del Ejército ya no estaba interesado en salvar a Mubarak, sino más bien en salvarse a sí mismo y al régimen del que su poder y privilegios dependen. Mubarak tiene 82 años y, en cualquier caso, iba a dejar el cargo en septiembre. Ya era una fuerza gastada, y los generales lo sabían. Ayer, obviamente, decidieron deshacerse de él. Pero para su inmensa sorpresa e irritación, el anciano se negó a irse.
En teoría, la decisión final fue tomada por el ejército, claramente sacudido por los acontecimientos de las últimas 24 horas. Pero el propio ejército estaba mostrando signos de agrietamiento bajo la presión de las masas. Al Jazeera informó ayer de que un comandante del ejército depuso sus armas y se unió a los manifestantes en la Plaza Tahrir, junto con sus soldados. Anunció que él no estaba solo, sino que formaba parte de un grupo de 15 oficiales de diferentes rangos que se unían a la revolución. Al parecer, no era un caso aislado. En estas circunstancias, está totalmente descartado el uso del ejército contra el pueblo revolucionario. Esto, y la oleada de huelgas masivas que se ha extendido por Egipto, explican por qué al final el consejo militar decidió deshacerse de Mubarak.
El ejército ahora puede haber tomado el gobierno de Egipto, pero no el control de las calles o las fábricas. Millones de egipcios estaban saliendo a las calles. El ejército tenía que actuar rápidamente o perdería el control de la situación por completo. Pero los generales tenían muy pocas opciones. La primera era no hacer nada, permitir que la multitud creciera, dejarla marchar hacia el palacio presidencial y esperar lo mejor. La segunda opción era tratar de bloquear la llegada de más manifestantes a la Plaza Tahrir. La tercera era derrocar a Mubarak.
El problema con la primera opción era que significaría que las masas, y no los militares, determinarían el curso de los acontecimientos. La segunda opción crearía una situación en la que el ejército podría tener que disparar contra los manifestantes. Sin embargo, un choque sangriento con la gente hubiera llevado directamente a una escisión en el ejército.
Eso les dejó con una sola opción: un golpe de Estado. Esto tenía que haberse hecho la noche anterior para haber podido anunciarlo antes de que comenzaran las manifestaciones tras las oraciones del viernes. El retraso en la actuación demuestra que el alto mando del ejército estaba dividido, paralizado e incapaz de una acción decisiva. Querían que el jefe desapareciera, pero al mismo tiempo temían las consecuencias de su desaparición. Tal vez Mubarak detectó esto y esa es la razón por la que les trató con tanto desprecio.
Los temores de los jefes del ejército estaban bien fundados. Ahora que Mubarak se ha ido, se levantará un gran peso de los hombros de la sociedad egipcia. Las compuertas se abrirán y todos los sectores de la sociedad presionarán para que sus reivindicaciones se satisfagan. Pero, ¿cómo podría satisfacerlas un régimen militar?
«Revolución hasta la victoria»
El derrocamiento de Mubarak es sólo el primer paso. La revolución ya ha entrado en una nueva fase. La lucha por la democracia es sólo la primera mitad de la tarea. La segunda mitad será la lucha contra la dictadura de los ricos: la expropiación de la propiedad de Mubarak y de toda la camarilla gobernante; la expropiación de la propiedad de los imperialistas que les apoyaron y mantuvieron en el poder durante tres largas décadas.
Washington está observando con gran ansiedad el desarrollo de los acontecimientos. León Panetta, el director de la CIA, dijo ayer: «Hay una fuerte probabilidad de que Mubarak podría dimitir esta tarde, lo cual sería significativo en cuanto a la posibilidad de que se pudiera llevarse a cabo una transición ordenada en Egipto». Lo que los estadounidenses entienden por un «transición ordenada» es una transición controlada por la CIA. Pero esto no va a suceder.
La situación ha ido demasiado lejos, las masas están exaltadas y tomarán esta victoria, no como una señal para desmovilizarse, sino para presionar por sus reivindicaciones. Por haberse aferrado al poder hasta el final, Mubarak ha radicalizado toda la situación. Cualquier posibilidad de una «transición controlada» ha sido fatalmente minada. Los estadounidenses estaban maniobrando frenéticamente con la cúspide del ejército para sustituir a Mubarak por Omar Suleimán. Pero ahora Suleimán ha tenido que irse con su amo.
La gente no se fiaba de Suleimán más que de Mubarak. Recordemos que Suleimán le dijo a la cadena de televisión estadounidense ABC que los egipcios no estaban «listos» para la democracia. También advirtió que si los manifestantes no entraban en diálogo con el gobierno de Mubarak, el ejército podría haber sido obligado a llevar a cabo un golpe de Estado. ¿Cómo se podría confiar en tal hombre para introducir la democracia en Egipto? Uno de los manifestantes dijo que si Omar Suleimán, sustituía a Mubarak: «Todo lo que va a pasar es que la gente en Tahrir corregirá los nombres de sus pancartas, y seguirá manifestándose».
El régimen finalmente se rompió bajo los golpes de martillo de la Revolución. El miércoles, Gaber Asfour, el ministro de cultura recientemente nombrado, renunció del gabinete de Mubarak «por razones de salud». Hoy Hossam Badrawi, el secretario general del PND, el partido en el poder, acaba de dimitir de él. Otros les seguirán. Las ratas ya están apresurándose a abandonar el barco que se hunde.
A falta de otra alternativa, el alto mando del ejército se ha hecho cargo. Pero a pesar de las apariencias, ellos también se encuentran impotentes. El Consejo del Ejército se ha puesto en la cresta de una ola revolucionaria. Los tanques y las armas están muy bien, pero no pueden dar trabajo a los desempleados, o alimentar a los hambrientos, o dar techo a la gente sin hogar, o reducir el alto costo de los alimentos… Por lo tanto, el ejército, habiendo tomado el poder en estas circunstancias, querrá entregar el poder a un gobierno civil tan pronto como sea posible. Es muy posible que convoque a elecciones en septiembre o incluso antes. No hay falta de candidatos para el puesto de presidente y de primer ministro. ElBaradei está esperando con impaciencia entre los bastidores.
Pero ninguno de los problemas acuciantes de la sociedad egipcia puede ser resuelto por una «economía de mercado». La sociedad egipcia sufre de aumento de los precios y el desempleo. El 10 por ciento de la población activa está desempleada. El 76 por ciento de los jóvenes no tiene trabajo. Los salarios son bajos. La mayoría de los trabajadores del gobierno (cerca de cinco millones de personas) ganan alrededor de 70 dólares al mes. En el sector privado, los salarios son alrededor de 110 dólares al mes. Hay un grave problema de la vivienda y alguna gente pobre vive en los cementerios. Cuatro millones de personas no tienen ningún derecho a la asistencia sanitaria. Ni siquiera son reconocidos como parte de la fuerza de trabajo en cualquier forma contractual.
Hay una ardiente ira contra la desigualdad y la corrupción. Los periodistas independientes están poniendo de relieve la corrupción omnipresente, que es la principal característica del antiguo régimen. Han desaparecido miles de millones de dólares. The Guardian hizo un cálculo de 12.000 millones de dólares solo para la familia Mubarak. Esto ha provocado furia e indignación en un país donde el 40 por ciento vive bajo el umbral de la pobreza. Ahora, el trabajador egipcio va a decir: «Quiero mis derechos, ¿dónde están nuestros derechos?». Ningún gobierno burgués puede dar a los trabajadores sus derechos o resolver cualquiera de los problemas fundamentales del pueblo egipcio.
La clase obrera es ahora la auténtica fuerza motor de la Revolución. Hasta hace poco, las reivindicaciones de la Revolución habían sido políticas, centradas en la lucha por los derechos democráticos. Pero los trabajadores están dándole al programa un carácter social-revolucionario. Ayer publicamos el programa de los trabajadores siderúrgicos de Helwan, una ciudad industrial a orillas del Nilo.
Este es un programa muy avanzado que expresa el deseo de los trabajadores de llevar la Revolución hasta el final. Ayer, en Helwan, cinco fábricas militares estaban en huelga. El día de hoy, los trabajadores de la Fábrica Militar número 63 de Helwan fueron a la Plaza Tahrir portando una pancarta que decía simplemente «thawra hatta’l nasr» (Revolución hasta la Victoria), ¡y lo decían en serio!
La revolución egipcia ha comenzado pero no ha terminado. Para resolver los problemas de la sociedad egipcia, es necesario romper con el capitalismo, expropiar a los capitalistas y los imperialistas y llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad. Esto es posible y necesario. Lo que hemos visto hoy demuestra que, una vez que los trabajadores se movilizan para cambiar la sociedad, ninguna fuerza en la tierra los puede detener. Es una lección que tarde o temprano va a ser aprendida por los jóvenes y trabajadores de todas las tierras.
El pueblo de Egipto se regocija y nosotros nos regocijamos con él. Cualquier cosa es posible ahora. Que nuestro lema sea: ¡Revolución hasta la Victoria!
- ¡Viva la Revolución egipcia!
- ¡Viva el Socialismo!
- ¡Trabajadores del mundo, uníos!
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