Francia: François Hollande – un prisionero voluntario del capitalismo
El gobierno de Hollande da una impresión de impotencia completa. Y, en verdad, esto es más que una impresión. Hollande y sus ministros son los prisioneros voluntarios del capitalismo, en una época de decadencia del sistema. Por supuesto, los ricos se hacen más ricos. ¡No hay tal cosa como una crisis para ellos! Sin embargo, su sistema sólo puede permanecer existiendo a costa del resto de la sociedad.
Durante su campaña electoral, Hollande dijo ser capaz de mejorar las condiciones de los trabajadores, pero prometió a la vez que protegería los intereses de los capitalistas. Esto es una ilusión – o, más exactamente, es un ejemplo más de la hipocresía en la que están tan bien cualificados los dirigentes del Partido Socialista.
A los capitalistas de la patronal MEDEF, Hollande les promete reducir los «costos laborales» y que adoptará medidas para aumentar la rentabilidad y la competitividad de sus negocios. Esto significa aumentar la tasa de explotación de los trabajadores de una manera u otra. Bajo el capitalismo, la clave de la competitividad es la máxima productividad con el mínimo de salario. Pero al mismo tiempo, promete defender el nivel de vida de los trabajadores. Utiliza el mismo doble discurso en relación con el gasto público. Hollande declara solemnemente que se opone a la «austeridad», pero aboga por acuerdos europeos que exigen precisamente eso, y dice que el gasto público se reducirá en 10.000 millones de euros más este año, además de los recortes ya aplicados por su predecesor Sarkozy.
Esta mentirosa hipocresía puede sembrar un poco de confusión sobre sus verdaderas intenciones, pero será sólo por poco tiempo. Sabemos que los trabajadores son personas muy pacientes, incluso cuando están sufriendo. Quieren creer a quienes dicen defender sus intereses. Pero esta paciencia, necesariamente, tiene sus límites. Hay señales de que las cosas están moviéndose ya en esa dirección. Y cuando se alcancen estos límites, habrá una reacción terrible de descontento social y de acción de masas por parte de la clase obrera francesa.
En julio pasado, cuando Citroën-PSA anunció el cierre de su fábrica en Aulnay-sous-Bois, al norte de París, Hollande declaró que era «inaceptable». Pero, no obstante, lo aceptó y limitó su reacción a pedir cortésmente a los propietarios de la empresa que redujeran el número de puestos de trabajo a destruir. Dos días después, el 16 de julio, el periódico de derecha Le Figaro publicó con júbilo un artículo titulado: Hollande reconoce su incapacidad para evitar el cierre de Aulnay. Esta incapacidad es el resultado de su negativa a tomar medidas serias contra los capitalistas. Citroën-PSA debe ser nacionalizada, y así garantizar los puestos de trabajo. Muchos trabajadores de la fábrica están resignados a su suerte. Pero todos ellos deben sentirse traicionados por el gobierno. Experiencias como ésta no pasan en balde para los trabajadores, tanto dentro como fuera de las industrias afectadas. Con el tiempo, sacarán las conclusiones necesarias.
En relación a la educación, Hollande se comprometió a crear 60.000 puestos de trabajo en las escuelas durante los 5 años de su mandato. Pero para este primer nuevo curso escolar, acaba de crear justamente … 1000, lo que significa una pérdida neta de 13.000, ya que Sarkozy había recortado 14.000 puestos de trabajo en las escuelas para este año, antes de ser expulsado de su cargo.
Las encuestas de opinión, como es lógico, muestran que el apoyo a Hollande está derritiéndose rápidamente. El 9 de septiembre se presentó en la televisión con el fin de tratar de impulsar su imagen. Dijo que esperaba que la economía saliera de la crisis actual «el próximo año». Esta es una afirmación bastante atrevida, como mínimo. España, Italia, Gran Bretaña, Grecia y otros países están en recesión. La economía alemana va en la misma dirección. El «crecimiento» actual del PIB francés se sitúa en el 0%. Los pedidos de bienes industriales se han reducido drásticamente. La base industrial de la economía francesa no representa ahora más del 12%, frente al 22% de Alemania. El déficit comercial de 2011 alcanzó la asombrosa cifra de ¡75 mil millones de euros! Los recortes del gasto público, el desempleo creciente, las restricciones del crédito, la caída de la inversión y del gasto de los consumidores significa que el mercado está disminuyendo, tanto en Francia como en toda Europa.
Todos los efectos de la situación en España e Italia todavía tienen que hacerse sentir en Francia en toda su extensión. Entonces, ¿de dónde vendrá el crecimiento del «próximo año»? Es evidente que el «optimismo» de Hollande no es más que un medio de ganar tiempo. La verdad es que él no tiene la menor idea de cómo resolver los problemas que decía que podía resolver durante su campaña electoral.
La intensidad creciente de la lucha de clases que hemos visto en Grecia y España no quedará relegada a estos países. Tendrá lugar en Francia durante el próximo período. Ni los capitalistas ni sus voceros «moderados» que ocupan muchos de los puestos de dirección en el movimiento obrero pueden ofrecer una salida a la crisis. Conforme la sociedad se ve arrastrada cada vez más hacia atrás, en la medida que las conquistas pasadas de la clase obrera están siendo socavadas y destruidas, están preparándose las precondiciones para levantamientos revolucionarios. En lugar de limitarse a las luchas defensivas contra las consecuencias del sistema, los trabajadores llegarán a la conclusión de que deben atacar al propio sistema.
Los mítines de masas organizados durante las elecciones presidenciales alrededor del candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, algunos de los cuales atrajeron a más de 100.000 personas, fueron una indicación de la radicalización de la capa más avanzada del movimiento obrero. El próximo período veremos un proceso similar entre la clase obrera en su conjunto. Cuando esto suceda, las ideas revolucionarias comenzarán a ganar una base de masas en Francia, como lo hicieron en el pasado, pero esta vez a una escala sin precedentes históricos, y el socialismo no se convertirá solamente en un programa o un conjunto de ideas, sino en una fuerza de masas para el cambio.
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