El penúltimo circo de la derecha española
Un circo con muchos payasos
La acusación no se sostiene, y su planteamiento es tan ridículo que convierte en argumento incluso la vinculación laboral con la Administración venezolana de la pareja de un supuesto miembro de ETA que residía en Venezuela, hecho provocado por un acuerdo bilateral de 1989, entre los entonces gobiernos del español Felipe González y el venezolano, Carlos Andrés Pérez. Pero a este acuerdo no se hace referencia en el auto, que destila cinismo y carece de fundamentos de ningún tipo, más que ideológicos. Y quien quiera intentar encontrar en las páginas redactadas por el juez alguna prueba concreta, pierde el tiempo: es absolutamente inútil buscarlas, más allá del odio visceral y la militancia reaccionaria de quien firma ese escrito.
Pero entonces, ¿qué hay detrás de semejante circo? Generalmente, detrás de un circo siempre hay trapecistas, funambulistas y, sobre todo, payasos. Muchos payasos. De todos es sabido que el Gobierno de Venezuela no genera demasiadas simpatías entre la derecha y la extrema derecha españolas, representadas por el Partido Popular (PP). El partido dirigido por Aznar y, actualmente, por Mariano Rajoy siempre ha sido la punta de lanza de los ataques a Chávez en España. En 2002, durante los sucesos del golpe de estado, el gobierno español -con Aznar al frente- apoyó el golpe claramente y, en la actualidad, los dirigentes del PP, como la madrileña Esperanza Aguirre, no dejan pasar ninguna ocasión de calumniar la Revolución bolivariana. También elementos hostiles se agrupan en entornos de la derecha nacionalista vasca, con el diputado de origen venezolano Iñaki Anasagasti al frente. Y ahora, todos juntos, a propósito de las calumnias del juez, han vuelto al ruedo a continuar con el show.
El juez Eloy Velasco y la derecha española
Pero, ¿quién es este juez? El juez Eloy Velasco está en la Audiencia Nacional española nombrado por un Consejo del Poder Judicial que tenía mayoría de la derecha. Además, ocupó el cargo de Director de Justicia con el gobierno del PP en Valencia, nada menos que de la mano del reaccionario ex-ministro español Eduardo Zaplana, miembro del gobierno de Aznar (que, hoy ha pasado a mejor vida: trabaja como directivo de Telefónica con un moderado salario de un millón de euros anuales). Quién quiera buscar pruebas, ahí las tiene todas: las pruebas de que la justicia -por si a estas alturas alguien pensaba lo contrario- no sólo no es independiente, sino que está vinculada a los intereses de la clase social que la controla. Este auto no es más que el enésimo ataque contra la Revolución bolivariana, y como tal ha de ser respondido. Sin embargo, hay que responder con contundencia y firmeza, pero con calma. La acusación es tan falsa como grave e, incluso, desde el punto de vista del derecho de todo punto cuestionable por su carencia de argumentos y, sobre todo, de fundamentos jurídicos: ayer mismo, el analista político antaño vinculado al grupo Prisa, Ernesto Ekáizer (nada sospechoso de ser partidario de la Revolución venezolana), criticó este aspecto. Por ello, hay que ser conscientes de que una zafiedad del tamaño de la de este juez con aires de grandeza demuestra también cierta desesperación y torpeza.
Zapatero pide explicaciones en el bando equivocado: los que hoy acusan a Chávez, ayer mismo lo acusaban a él
Sin embargo, creo que un aspecto a tratar en esta situación, y que reviste importancia, es la actitud de ciertos dirigentes del Partido Socialista (PSOE). Es obvio que muchos de ellos han cruzado (hacia el otro lado) la barrera que les mantenía en el terreno de la izquierda hace tiempo, pero siempre procuraban guardar las formas. Sin embargo, lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, la mayoría han tenido actitudes confusas e injustas -por utilizar adjetivos cautos- y reaccionarias -por ser realistas- para con la izquierda venezolana y la Revolución bolivariana y ahora se han unido al circo de la derecha, por acción u omisión. El propio Zapatero ha aparecido ante los medios pidiéndole a Chávez las explicaciones que debiera pedirle al juez de su país. Esta actitud es un profundo error y coloca al Presidente español en el campo de juego de los mismos que ayer mismo lo acusaban a él de lo mismo: cooperar con ETA[1]. El presidente Zapatero debiera pedir explicaciones, sí, pero al juez Velasco y a todos los que con impunidad acusan a un gobierno democrático día sí y día también de no serlo, solamente porque sus orientaciones políticas, sus negocios económicos o sus intereses de cualquier tipo, no concuerdan con lo que el pueblo venezolano ha decidido en más de doce citas electorales en los últimos 10 años. Estos falsos demócratas que hoy hostigan al gobierno de Chávez, igual que ayer lo hicieron con el de Evo en Bolivia, o con su apoyo velado al golpe en Honduras hace tan solo unos meses deben ser retratados y denunciados como lo que son: reaccionarios que no dudarían en apoyar un nuevo golpe fascista en Venezuela con tal de frenar la Revolución. El gobierno español debe cuidar mucho a que lado de la barricada quiere situarse.
Los apoyos de la Revolución bolivariana en España deben defenderla con más firmeza que nunca
Sin embargo, pese a la histeria de la contrarrevolución, contamos con ejemplos que demuestran que, si bien sería imprudente negar con rotundidad que la campaña masiva y brutal de intoxicación mediática en España contra Chávez tenga ciertos efectos, es obvio que la sociedad española no ve en Chávez el monstruo que pretenden pintar. Es más, el hecho de que algunos elementos, extremadamente identificados en España por sus ideas reaccionarias (con Aznar a la cabeza, pero la lista sería bien larga) hablen mal de Chávez, también provoca en ocasiones en quien lo observa el efecto contrario: que Chávez cause simpatías en sectores amplios de la izquierda, organizaciones juveniles y sindicales que lo apoyan. Ejemplos, entre otros: la mayoritaria -según el propio gobierno español- organización estudiantil del Estado español (Sindicato de Estudiantes), el tercer partido en número de votos (Izquierda Unida), numerosas organizaciones y plataformas de izquierdas y amplios sectores de los sindicatos e, incluso, sectores de la base del propio partido en el gobierno (PSOE), organizaciones todas ellas donde decenas de miles de militantes honestos ven con simpatía el proceso revolucionario en Venezuela.
La tarea es, ahora, contrarrestar este penúltimo ataque, pues habrá más. Y a medida que la Revolución venezolana siga avanzando, se acrecentarán. Sólo hay que ser conscientes de ello y estar preparados para responderlos -parafraseando al Presidente Chávez- en cualquier lugar, en cualquier espacio y en cualquier tono.
[1] Ver, sin ir más lejos, artículo «ZP y los cubasunos», del 1 de marzo de 2010, firmado por el periodista de extrema derecha Federico Jiménez Losantos en el diario español El Mundo: http://www.elmundo.es/opinion/columnas/federico-jimenez-losantos/2010/03/22922023.html
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