La crisis del capitalismo europeo – primera parte
[Nota: este documento debería leerse junto con En el filo de la navaja : Perspectivas para la economía mundial , Una alternativa socialista a la Unión Europea y Que la crisis la paguen los capitalistas! – Manifiesto de la Corriente Marxista Internacional]
Esta turbulencia en los mercados es un reflejo exacto del estado de ánimo de la burguesía, que se caracteriza por un nerviosismo extremo. Esto a su vez es un reflejo del alcance sin precedentes de la crisis actual. La burguesía se encuentra a la deriva en aguas desconocidas, sin mapa ni brújula.
El futuro del Euro
Nunca debemos perder de vista el hecho de que las barreras reales del crecimiento bajo el capitalismo son:
- La propiedad privada de los medios de producción, y
- El Estado nación.
La creación de la UE fue un intento por parte de la burguesía europea (principalmente francesa y alemana) de superar las limitaciones del Estado nación mediante la creación de un mercado común, que debía conducir a una mayor Unión. Se suponía que la introducción de una moneda común constituiría un paso importante en esa dirección.
Sin embargo, como ya hemos explicado otras veces, sobre una base capitalista, el intento de crear unos acuerdos sobre una moneda fuerte que debieran aplicarse por igual a economías tan diferentes como Alemania y Grecia estaba condenado al fracaso. Podía funcionar mientras durara el boom, pero la llegada de la recesión ha puesto de manifiesto todos los antagonismos y contradicciones nacionales. El camino hacia la Unión Europea ha alcanzado sus límites y está en retroceso. El Euro (y la propia UE) está colapsando.
El Euro no es la causa de la crisis del capitalismo europeo, pero ha agravado enormemente los problemas, especialmente de las economías más débiles como la de Grecia e Italia. En el pasado, la burguesía griega e italiana podían resolver parcialmente el problema devaluando su moneda. Ahora esta opción está vetada para ellos. La única alternativa es lo que ahora llaman una «devaluación interna». Como los productos no pueden ganar competitividad a través de la devaluación de la moneda, deben disminuir los salarios en su lugar, del sector público y privado. Esto se traduce en un régimen de austeridad permanente y ataques a los niveles de vida.
Hagan lo que hagan ahora los mandatarios europeos, estará mal. Si continúan tratando de apuntalar el Euro, será una carga intolerable para los recursos financieros de la UE. Significa años y décadas de recortes, austeridad y caída del nivel de vida. Es una receta acabada para la lucha de clases. Pero si el Euro se desploma, será una catástrofe económica que hundirá a toda Europa (no sólo a la Eurozona) en una crisis aún más profunda.
Este dilema provoca divisiones y tensiones entre las diferentes burguesías nacionales, en particular entre Francia y Alemania. Francois Hollande obtuvo una amplia victoria electoral en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Estará bajo presión para llevar a cabo al menos algunas de las reformas que prometió en la campaña electoral. Pero también ha prometido reducir el déficit público al 3% el año próximo. Estos dos objetivos se excluyen mutuamente.
Por otra parte, Angela Merkel exige la plena aplicación de los planes de austeridad y de los recortes. La burguesía alemana exige disciplina y equilibrio de los presupuestos. Hollande exige crecimiento; Merkel exige recortes. Más precisamente, la clase dirigente francesa quiere que la clase gobernante alemana pague para estimular la economía de otros países europeos, mientras que la clase dirigente alemana quiere que los dirigentes de los demás países capitalistas hagan pagar la crisis a sus trabajadores. ¿Cómo ponerse de acuerdo estas dos partes? Existe, por lo tanto, una escisión abierta en el corazón de Europa.
El pesimismo de la clase dirigente fue expresado en palabras del redactor económico de The Guardian, Larry Elliot, en la Cumbre del G-20:
«Sería ingenuo imaginar que el G-20 está preparando un plan para la recuperación global o que la crisis de la Eurozona terminará pronto. Los bancos centrales están en alerta máxima para hacer frente a las consecuencias de las elecciones griegas. ¿Por qué? Porque en este momento la economía mundial puede dividirse en aquellas Naciones que están en recesión, a punto de entrar en recesión o rápidamente perdiendo impulso. Por el momento, no hay buenos resultados, sólo malos y muy malos.» (The Guardian, 17 de junio de 2012)
La cuestión de la deuda
La expresión más gráfica de la crisis es la deuda pública. Sin embargo, no es la causa de la crisis, sólo un síntoma de la enfermedad del capitalismo. La deuda pública y, sobre todo, los déficits presupuestarios han aumentado significativamente como resultado del rescate de los bancos y de la propia recesión económica (que disminuye los ingresos fiscales, mientras que aumenta los gastos sociales en prestaciones al desempleo, por ejemplo).
En cada auge capitalista hay un elemento de especulación, que sólo se revela con el comienzo de la crisis. La única diferencia con esta crisis es el alcance realmente enorme de la especulación. Durante las últimas tres décadas, la burguesía intentó evitar el desplome con una expansión sin precedentes del crédito. En particular, la burguesía de EEUU, cayó en una verdadera orgía de especulación basada en una enorme expansión del crédito y en bajas tasas de interés. Esto fue fomentado activamente por Alan Greenspan y la Reserva Federal.
Marx explicó que el crédito bajo el capitalismo sirve para permitirle ir más allá de sus límites normales. Una crisis de sobreproducción puede retrasarse un tiempo ampliando artificialmente la demanda a través de crédito al consumo. Los bancos participaron activamente en esta orgía extendiendo crédito a personas a las que nunca se les habría concedido en el pasado. Esta fue la base de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y otros países.
El mismo fenómeno se produjo en Europa, especialmente en Irlanda, Islandia y España. Pero en todos los países, los bancos participaron de forma activa y entusiasta en lo que equivalía a una gigantesca estafa. Mientras continuaba la espiral ascendente, todos estaban contentos. El crédito era fácil y se hacían grandes ganancias. Pero al final, se alcanzó el límite y la precaria estructura comenzó a derrumbarse.
El resultado fue la crisis bancaria de 2008. El intento de salvar el sistema bancario mediante la inyección de enormes cantidades de dinero del Estado es uno de los principales factores que explica el reciente aumento masivo de la deuda del Estado, que ahora se pide a la clase trabajadora que pague. Todos los factores que se combinaron para empujar hacia arriba la economía mundial, ahora se combinan para empujarla a una espiral hacia abajo incontrolable . La burguesía se enfrenta ahora con las consecuencias de sus excesos anteriores. La consecuencia es una montaña de deudas acumuladas: públicas, privadas y corporativas. La pregunta es: ¿quién paga? Es la misma pregunta que se planteó en Francia en 1789 y, como entonces, la respuesta tendrá consecuencias revolucionarias.
Marx explicaba que cuando la crisis estalla, el crédito se agota, se detiene la inversión productiva, las fábricas se cierran y los trabajadores son despedidos. La burguesía exige ahora el pago de todas las deudas. Los prestamistas son despiadados. Ya no se aceptan los pagarés : Danos el dinero en efectivo! Esa es la demanda implacable, que se aplica a países y gobiernos, así como a empresas y particulares.
Alemania y el Euro
El Euro fue invención de la clase dirigente alemana. La reunificación de Alemania dio nueva vida a viejas ambiciones. Aunque en teoría Francia y Alemania son socios a partes iguales, todos sabemos que Alemania es la que manda. La burguesía alemana tiene en sus manos una poderosa economía basada en una industria fuerte. El Bundesbank controla las riendas de Europa.
Durante el boom, los niveles de vida en general subieron en Europa, pero fue un proceso muy desigual. Incluso en el periodo de auge, la burguesía presionó ferozmente a los trabajadores para aumentar la productividad, para trabajar más duramente durante más horas. Hubo un inevitable proceso de precarización, suplantando el empleo a tiempo completo por contratos a tiempo parcial con salarios más bajos y peores condiciones. Los trabajadores se sintieron mejor debido a las horas extras, al “pleno” empleo de toda la familia, a la bajada de los precios de los bienes de consumo, en parte como consecuencia de las baratas importaciones chinas y, sobre todo, debido a la desenfrenada expansión del crédito.
El capitalismo alemán, fuertemente dependiente de la exportación de sus productos industriales, exprimió sin piedad a los trabajadores para extraer la última gota de plusvalía. En la década anterior a 2008, los costos laborales aumentaron un 30% en Italia, 35% en España, 42% en Grecia, pero sólo el 7% en Alemania. Los salarios reales alemanes disminuyeron, se elevó la productividad y las exportaciones crecieron. Pero alguien tenía que importar lo que Alemania exportaba.
La creación del Euro beneficiaba al capitalismo alemán. Les proporcionó un gran mercado para sus exportaciones (el 60% va a parar a países de la UE), que se hicieron altamente competitivas por una combinación de bajada de los salarios y aplicación de la maquinaria más moderna. Con el fin de ampliar el mercado para sus exportaciones, Alemania presionó a otros países para aceptar préstamos y aumentar la demanda. El dinero que fue prestado a Grecia y otros países se utilizó para comprar bienes alemanes, que se produjeron a una escala masiva.
Ahora la burguesía alemana se queja de que fue engañada. Se quejan de que los griegos falsificaron las cuentas para poder entrar en la Eurozona. Es muy probable que eso sea cierto. ¿Pero la burguesía alemana no sabe de simple aritmética? No sabe contar? O, si la respuesta es negativa, ¿no disponen de contables competentes? Por supuesto que si. Pero en 2001 no estaban interesados en examinar demasiado al detalle las cifras, no más que los bancos de Estados Unidos, España e Irlanda que endosaron préstamos para casas a familias con pocos o ningún ingreso.
Si Alemania es un exportador y un acreedor, otras naciones europeas deben ser importadores y deudores. Esa relación entre deudores y acreedores resultó muy buena mientras que la economía estuvo en auge. Pero la crisis de 2008 reveló cruelmente la situación real. Había llegado el momento de la verdad. Pero cuando se presentó la factura, no había dinero para pagarla.
El eslabón más débil
Cada cadena siempre se rompe por el eslabón más débil. Grecia es el eslabón más débil en la cadena del capitalismo europeo. Es el enfermo de Europa. Pero hay muchos enfermos en este hospital particular. Algunos ya están en cuidados intensivos (Grecia, Irlanda y Portugal). Otros están casi en la misma condición (España e Italia). Francia y Bélgica no están demasiado lejos. Los demás están en la sala de espera. Pero todos enfermarán al final.
La idea de que es posible que países como Alemania, Finlandia y Austria se puedan salvar de la enfermedad europea general es un engaño. Ya no hay ningún mercado nacional en Europa. Europa se ha formado como un mercado único con un alto grado de integración económica. El destino de uno tendrá efectos graves sobre el destino de todos. Eso es cierto incluso para el más pequeño, como Grecia.
Puede parecer una paradoja que la reciente Cumbre del G-20 en México pareciera obsesionada por el problema griego y especialmente por el resultado de las elecciones griegas. Pero aún más paradójico fue lo que sucedió después. A la burguesía (en particular la de los Estados Unidos) le preocupaba que una victoria de Syriza significara la inmediata salida de Grecia de la Eurozona, provocando una concatenación de circunstancias que pusieran en peligro el futuro del Euro, y causara una profunda depresión a escala mundial.
Cuando este resultado fue evitado por la estrecha victoria de Samaras y Nueva Democracia, la burguesía suspiró aliviada. Podría haberse esperado que la UE (es decir, Angela Merkel) lanzara un salvavidas a Samaras, o que al menos le hubiera dado alguna señal que pudiera interpretar como una promesa de alivio del sufrimiento del pueblo griego. En su lugar, la Canciller alemana le mostró un rostro pétreo a Atenas y advirtió que no se trataba en absoluto de renegociar nada.
Merkel originalmente accedió a «ayudar» a Grecia a pagar sus deudas, no por generosidad, sino porque la mayoría de estas deudas están contraídas con los bancos alemanes y franceses. La «ayuda» se acompañó de un feroz paquete de recortes que ha empujado a Grecia a una profunda recesión y la ha reducido a la mendicidad. Lejos de resolver el problema, las cosas han empeorado mucho más. Sin embargo, Merkel sigue exigiendo austeridad y «disciplina».
En realidad, la clase dirigente alemana se encuentra en un dilema. Por un lado, no quieren hacerse cargo de las deudas de Europa y estarían encantados de dar la espalda a Grecia. Por otro lado, temen las consecuencias de una crisis bancaria europea que sería el resultado inevitable de la salida de Grecia de la Eurozona. Este dilema conduce a una especie de parálisis de las voluntades y a constantes altibajos, cuando se requiere una acción decisiva. Lo vimos nuevamente en la última cumbre de la UE. Los líderes de la UE se parecen a Nerón que tocaba el arpa mientras las llamas crecían por todas partes.
España
Las llamas han llegado a España, que ahora se encuentra en el ojo de la tormenta de la crisis económica europea. Grecia, Irlanda y Portugal son, en un sentido literal, los países periféricos de la UE. Pero España es más grande que los tres países juntos. E Italia es uno de los países centrales de la propia UE. Por lo tanto, un colapso económico en estos países tendría las más graves consecuencias para toda Europa.
Durante 14 años (1994-2008), España evitó una recesión. Tuvo una de las mayores tasas de crecimiento en Europa y creó más empleo que cualquier otro país de la UE. Parecía que el boom duraría para siempre. Pero el auge fue impulsado en gran medida por una burbuja especulativa, alimentada por crédito fácil y barato de los bancos y sobre todo de las cajas de ahorros.
El fin del boom ha puesto todas las contradicciones encima de la mesa. El mercado inmobiliario español se ha derrumbado. El precio de la vivienda se desplomó y muchas familias han perdido sus hogares, mientras que miles de propiedades permanecen vacías. Como resultado, la industria de la construcción está en crisis y muchos trabajadores de la construcción han perdido sus empleos, engrosando las filas del desempleo.
Las cifras oficiales señalan actualmente un 25% de desempleo, las más altas de la UE. Más de la mitad de la juventud de España está desempleada. El crecimiento del desempleo significa una caída pronunciada de la demanda y también de los ingresos fiscales. Los nuevos recortes sólo agravarán el problema, como ya hemos visto en Grecia.
Antes de 2007, España tenía un superávit presupuestario primario y estaba pagando en realidad sus deudas. Ahora el déficit es el equivalente al 9% del PIB, y se supone que debe reducirse al 3% para el próximo año.
España está en recesión desde hace cuatro años. Pronto se agotarán las prestaciones por desempleo, y muchas familias no podrán continuar manteniendo sus pagos de hipoteca. Esto conducirá a una nueva ola de embargos, aumentando el problema de la falta de vivienda, una nueva caída de los precios de la vivienda llevará a los bancos y cajas a quedarse con un número aún mayor de pisos vacíos que nadie quiere comprar.
Como resultado, el sistema bancario español se encuentra en una profunda crisis. Con el fin de evitar un colapso total, la UE se vio obligada a entregar hasta 100 mil millones de euros, aunque esta enorme suma no será suficiente para tapar el agujero negro en los balances de los bancos españoles. ¿Nadie conoce el verdadero alcance de las deudas de los bancos: 150 mil millones? ¿250 mil millones? Es imposible decirlo. Pero está claro que el préstamo de 100 mil millones es sólo el comienzo.
Esto queda claro para los mercados, que han reaccionado en consecuencia. Nadie quiere comprar deuda española a menos que reciban una tasa de interés elevada. La tasa de interés ya alcanzó el 7%. Tan ruinosas tasas de interés son imposibles de sostener por mucho tiempo.
Incluso antes de que los planes de austeridad y recortes masivos del nuevo Gobierno del PP fueran anunciados, ya vimos una ola tras otra de huelgas y movilizaciones regionales y sectoriales: el sector de la educación en Madrid, los funcionarios en Cataluña y Valencia, el movimiento de los estudiantes en Valencia, el movimiento del sector público de la educación, etc.. El movimiento de los indignados, con manifestaciones multitudinarias en mayo, junio y octubre de 2011, fue también un reflejo de esta acumulación de ira y ayudó a cambiar el estado de ánimo general entre la clase trabajadora.
España está siguiendo la misma ruta que Grecia, y los resultados serán similares, pero en una escala mucho mayor. El Gobierno de Rajoy es un gobierno de crisis. Su base electoral se está reduciendo rápidamente. Con los dirigentes del PSOE empujados hacia la unidad nacional, el beneficiario principal ha sido Izquierda Unida (IU) – a la izquierda del PSOE – alrededor del Partido Comunista que ha aumentado significativamente sus votos. En las encuestas nacionales de opinión IU ha subido del 6,9% en las elecciones de noviembre de 2011 al 11,6% ahora.
Esto confirma la misma tendencia hacia la izquierda que hemos visto en Grecia y Francia. Los estrategas serios del Capital ya advierten de las consecuencias revolucionarias de los recortes masivos en el gasto público. Un artículo del Financial Times, firmado por Wolfgang Münchau y titulado «España ha aceptado una misión imposible», lo explica en términos realistas:
«El esfuerzo de España en la reducción del déficit no es sólo mala economía, es físicamente imposible, así que algo más tendrá que dar. O España fracasa en su objetivo, o el Gobierno español tendrá que despedir a tantas enfermeras y profesores que el resultado será una insurrección política.» (el énfasis es nuestro, FT, 15 de abril)
Italia
La situación del capitalismo italiano es, en todo caso, aún peor que la de España, que al menos ha recapitalizado en parte sus deudas con la ayuda de la UE. Pero el nivel de endeudamiento de Italia es aún mayor. Este ha sido el caso durante muchos años, pero ahora la situación se ha vuelto crítica.
La deuda italiana alcanzó el 120% del PIB en el pasado, pero no provocaba graves problemas ya que siempre podían devaluar la Lira para obtener una ventaja competitiva para las exportaciones italianas. En parte, la burguesía italiana compró la estabilidad social, manteniendo un alto nivel de deuda. Siempre pudieron encontrar compradores de deuda italiana en los mercados internacionales. Pero todo eso ha cambiado.
El advenimiento del Euro bloqueó esa salida. Italia perdió competitividad frente a Alemania, y el problema se vio agravado por la competencia de China. La economía italiana ha estado estancada por mucho tiempo. La falta de crecimiento ha llevado a un colapso de la confianza en los mercados, conduciendo a un incremento de los intereses que hace que Italia deba pagar para pagar a los bonistas.
Si se excluyen los pagos de interés, Italia tiene un superávit primario. Bajo el Gobierno de «izquierda» de Prodi, Italia comenzó en realidad a pagar sus deudas. Pero con tasas de interés del 6 o, incluso, 7%, el peso de la deuda se hace insostenible. Tras una década de estancamiento económico, Italia no puede permitirse financiar su deuda, que asciende a 1,90 billones de euros. Ahora tienen dificultades para vender bonos que nadie quiere comprar.
Ya que está bloqueado el camino de la devaluación, la única alternativa es lanzar un ataque contra los niveles de vida. Unos años atrás, incluso antes de que comenzara la crisis, The Economist señaló que, para que Italia recuperara su competitividad internacional, tendría que despedir a medio millón de trabajadores y los que permanecieran tendrían que aceptar un recorte salarial del 30%. Éste es el significado real de lo que se denomina una «devaluación interna». Es el verdadero programa de la burguesía italiana.
El caso de Italia muestra el problema central de la burguesía europea: la fuerza de la clase obrera. Durante décadas los trabajadores de Europa se han acostumbrado a un cierto nivel de vida. Conquistaron unas condiciones de existencia al menos semi-civilizadas. A la clase dirigente le resulta ahora muy difícil retomar las reformas y concesiones del pasado.
El problema es que la burguesía italiana carece de un partido fuerte y un gobierno estable para implementar este programa. Berlusconi no pudo llevar a cabo lo que se necesitaba. El Gobierno de «Izquierda» de Prodi fue más allá, pero fue destruido en el intento. El Gobierno de «unidad nacional» de Monti ha visto su apoyo colapsado en pocos meses. Todos han fracasado ante la resistencia de la clase obrera italiana.
El camino está abierto para una explosión de la lucha de clases en Italia, y ofrecerá grandes oportunidades a los marxistas italianos. Ir a la Segunda Parte>>>.
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