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Catalunya. Las masas entran en la escena

La represión policial brutal no logró detener el referéndum de la independencia catalana ante la determinación de cientos de miles de personas de superar todos los obstáculos para participar.Lo que vimos ayer en Catalunya fue, por un lado, la verdadera fea cara del régimen español creada durante la llamada «Transición» al final del franquismo y, por otro lado, la movilización masiva y la autoorganización del pueblo catalán para ejercer su derecho a la autodeterminación.

El Estado español había declarado inconstitucional el referéndum de independencia de Catalunya, convocado por decisión del Parlament de Catalunya para el 1 de octubre, por lo que intentó evitarlo por todos los medios. Durante semanas, el Estado español había estado acusando a los funcionarios catalanes, incautando papeletas electorales y material de votación, identificando a la gente que ponía carteles e incautando cubos de cola y escobas, amenazando a decenas de miles de personas con acciones legales por el delito de participar en el referéndum de cualquier manera, abrir un caso legal de sedición contra decenas de miles de personas que habían intentado bloquear un allanamiento policial en edificios del gobierno catalán, etc.

La extensión de los Comités de Defensa del Referéndum

En respuesta a esta creciente represión, los Comités de Defensa del Referéndum (CDR) se multiplicaron en barrios y pueblos de toda Catalunya con el objetivo principal de garantizar la apertura de los colegios electorales y la celebración del referéndum.

La policía (Mossos, Policía Nacional y Guardias Civiles) había sido instruida para sellar los edificios que se utilizarían como centros de votación y también para llevarse las urnas en caso de que se iniciara el referéndum.

Desde el viernes por la noche decenas de miles de personas (maestros, padres, estudiantes, vecinos) ocuparon colegios y escuelas secundarias, organizando actividades culturales y deportivas, para mantener los edificios abiertos hasta el momento en que se abrieran las mesas de votación el domingo por la mañana.

A las 5 de la mañana decenas de miles ya estaban fuera de los colegios electorales uniéndose a los que habían pasado el fin de semana encerrados. A las 6 de la madrugada, al menos 200.000 personas en toda Catalunya ya estaban custodiando las mesas electorales, formando enormes colas en la oscuridad de la noche.

Los bomberos de Barcelona habían prometido en una asamblea masiva defender los centros de votación y 400 de ellos se ofrecieron voluntariamente. Ellos fueron acompañados por unos 20 bomberos del País Vasco, encabezados por un diputado de Bildu, que viajó a Barcelona para echar una mano.

En la pequeña ciudad de Riudaura, el alcalde había ordenado que se retiraran las puertas de la escuela local para evitar que la policía la sellara.

La asamblea de campesinos catalanes, los payeses, también había declarado su intención de utilizar tractores y otras maquinarias agrícolas para bloquear los centros de votación para evitar que la policía llegara a ellos. En la ciudad de Alcarràs, Lleida, y otras localidades hicieron justamente eso:

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Alrededor de las 6 de la mañana, la policía catalana, los Mossos, llegaron a varios centros de votación. Generalmente preguntaban quién estaba a cargo («todos somos» era el estilo de la respuesta, al estilo de Espartaco), y frente a docenas o cientos de personas, se limitaban a tomar actas y salir. El estado de ánimo era jubiloso. En la mayoría de las ciudades principales se abrieron todas las mesas de votación y no se registraron incidentes.

A las 9 de la mañana, en las mesas de votación (según un recuento de la emisora ​​de radio RAC1) había aproximadamente medio millón de personas, y la abrumadora mayoría de ellos ya habían recibido las papeletas y las urnas. Esta fue otra victoria en un país al que habían sido enviado 10.000 efectivos policiales que habían estado intentando durante semanas incautarse de las urnas.

Sin embargo, en ese momento, los policías nacionales y guardias civiles comenzaron a llegar a algunos centros de votación con instrucciones claras de cerrarlos y llevarse las urnas, a pesar de que cientos de personas hacían cola dentro y fuera. Utilizaron métodos brutales, atacando a hombres, mujeres y niños, sin respetar a los ancianos.

En el IES Pau Claris de Barcelona la policía no dudó en lanzar a la gente por las escaleras y a patearlas brutalmente. Una mujer que fue arrojada por las escaleras dice que la policía deliberadamente le rompió todos los dedos de una mano, uno a uno.

En el barrio de la Barceloneta, en Barcelona, ​​la policía cargó contra decenas de personas fuera del colegio de votación para apoderarse de las urnas y llevárselas.

La represión no se limitó a los centros electorales seleccionados en las grandes ciudades, sino que también tuvo lugar en pequeñas ciudades y pueblos de toda Catalunya. Ellos estaban actuando como fuerzas de ocupación (como en Sant Iscle, una pequeña ciudad de 1.200 habitantes en el condado del Maresme, rompiendo violentamente las mesas de votación y llevándose las urnas.

Más de 800 heridos

Al final del día había más de 800 heridos, entre ellos un hombre que había recibido el impacto en un ojo de una pelota de goma (prohibida en Catalunya) y un anciano que sufrió un ataque al corazón después de ser empujado por la policía.

La gente intentó oponer resistencia pacífica, levantando las manos o sentándose en el suelo. En algunas ocasiones lograron hacer retroceder a la policía, como en la Escuela Nostra Llar de Sabadell.

En Sant Carles de la Rápita, en el delta del Ebro, una brutal carga policial dejó a 45 personas heridas. La respuesta enojada de la población local fue perseguir a la policía hasta arrojarla fuera de la ciudad, lanzándole piedras.

Los guardias civiles también fueron expulsados ​​de Mont-Roig del Camp, Tarragona, por una muchedumbre enojada de vecinos. Escenas similares tuvieron lugar en varias ciudades más. Pueden verse más ejemplos aquí y aquí.

A lo largo del día hubo también algunos incidentes en los que la policía catalana de los Mossos (más simpática al pueblo) se enfrentó con la policía española y la Guardia Civil.

Incluso los bomberos que protegían los colegios electorales fueron atacados por la policía en Barcelona. También en Barcelona hubo casos en que los conductores locales de autobuses y taxistas usaron sus vehículos para bloquear el paso de la policía.

Mientras tanto, grupos de manifestantes fascistas vagaban libremente por las calles de Barcelona, ​​golpeando a cualquier persona que creían que era un partidario de la independencia. La policía estaba por supuesto ocupada rompiendo cabezas y llevándose urnas.

Sin embargo, la policía sólo pudo atacar a una fracción de las mesas de votación, la abrumadora mayoría permaneció abierta durante todo el día, con largas colas de votantes esperando para ejercer su derecho democrático.

La gente se quedó en sus mesas de votación hasta bien después de la hora de cierre a las 8 pm para proteger las urnas y asegurar que el recuento tuviera lugar. Algunos habían estado allí desde el viernes por la noche, otros habían llegado a las 5 de esa mañana.

El Sí consiguió más del 90%

Al final del día decenas de miles se reunieron en la Plaça Catalunya para esperar el anuncio oficial del recuento. Se contabilizaron 2.262.424 votos (excluyendo los que habían sido incautados por la policía), de los cuales 2.020.144 (90,09%) fueron SI y 176.565 (7,87%) NO. A esto hay que añadir que 400 centros de votación habían sido cerrados por la policía, con un censo total de 770.000. La participación fue de alrededor del 42%, pero alcanza casi el 50% si se descuenta a aquellos a los que se ha impedido votar. Teniendo en cuenta las condiciones de la brutal represión policial y el sabotaje (que incluía la interrupción del sistema de censo electrónico), este es un mandato rotundo para una república catalana.

Como comparación, en las elecciones catalanas de 2015, 1.957.348 personas en total votaron a favor de los partidos independentistas.

El gobierno catalán ya ha anunciado que llevará estos resultados al parlamento catalán en un plazo de 48h, para discutir una proclamación de independencia. Sin embargo, frente a la oposición directa del Estado español, la declaración de una república catalana sólo puede tener lugar si hay una abrumadora movilización de masas del pueblo catalán, siguiendo con lo que hemos visto en los últimos días.

Ya hoy, lunes 2, hubo paros de trabajo al mediodía y concentraciones a las puertas de los ayuntamientos para protestar contra la represión, así como una masiva concentración de miles de estudiantes en Plaça Catalunya, en Barcelona Varios sindicatos más pequeños (CGT, COS, IAC, USTEC) habían convocado una una huelga general para el 3 de octubre. Ahora la Mesa Democrática de organizaciones (incluyendo los dos principales sindicatos CCOO y UGT, así como la Federación de Organizaciones de Inquilinos y otras organizaciones culturales y civiles) se ha unido para llamar a un «paro de país».

La huelga general del 3 de octubre

La CUP también ha emitido un llamamiento para la huelga general. Uno de sus portavoces y diputada en el Parlament, Anna Gabriel, ha dicho: «Los Comités de Defensa del Referéndum no deberían ser disueltos, deben ser mantenidos y utilizados para organizar la huelga general el 3 y convertirse en embriones del poder popular».

Esta es la manera correcta de avanzar. Los comités de defensa deben convertirse en comités de huelga y seguir organizando la movilización por la república catalana. Deben estar vinculados a nivel local, comarcal y nacional. Una asamblea nacional de emergencia de representantes de los Comités de Defensa debe ser convocada de inmediato para discutir democráticamente el camino a seguir para la lucha. No podemos confiar en que el gobierno catalán del PDCAT llegue hasta el final. Su estrategia consiste en hacer un llamamiento a las potencias europeas para que medien. El pueblo catalán sólo puede confiar en sus propias fuerzas, no en la UE capitalista que ya aplastó al pueblo griego cuando votó en contra del Memorándum. En los últimos días hemos tenido. un destello de la fuerza de la clase trabajadora en las acciones de los estibadores, bomberos, conductores de autobuses y otros. Si se organizara adecuadamente, la huelga general del 3 de octubre puede paralizar Catalunya. Para ello, hay que conquistar a aquellos sectores de la clase obrera que todavía no están convencidos, y eso sólo puede hacerse si la república catalana está ligada claramente a un programa antiausteridad, anticorrupción y anticapitalista, algo que el PDCAT no puede y no quiere hacer.

Los trabajadores de Catalunya también tienen un aliado en los trabajadores del resto del Estado español. Ya ha habido movilizaciones de decenas de miles el sábado y el domingo en el País Vasco. En Madrid, miles de personas llenaron una vez más la Puerta del Sol, en solidaridad con el pueblo catalán, y hubo manifestaciones en muchas otras ciudades de toda España. Los dirigentes de Podemos y de Izquierda Unida ya han pedido la renuncia del presidente español Rajoy. Eso debe ser bienvenido, pero no es suficiente. Deberían hacer un llamamiento inmediato para manifestaciones de masas en todas las capitales de provincia, así como huelgas de solidaridad el día 3. La lucha por una república catalana, un desafío de masas al régimen de 1978, debe verse como una oportunidad para derribar al régimen en toda España. El gobierno de Rajoy es en realidad extremadamente débil, lleno de escándalos de corrupción y que se apoya en los nacionalistas burgueses vascos para mantener su mayoría parlamentaria. Si se le empuja con suficiente fuerza, podría caer.

En los próximos días veremos maniobras frenéticas entre sectores de la burguesía española, catalana y europea para intentar encontrar una salida negociada para salir de la crisis. Todos están aterrorizados por el movimiento que han desatado. Para evitar todas estas maniobras, los obreros catalanes deben continuar a la ofensiva. La huelga general de mañana es sólo el primer paso.

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